Para el coronavirus SARS-CoV-2 poco importan los colores en el semáforo epidemiológico, la saturación de hospitales, la imposición del regreso a clases y mucho menos los conflictos políticos internos entre autoridades, mientras se propaga con rapidez, como se está viviendo con la variante Delta. Nos va ganando terreno y las consecuencias al final las pagamos nosotros.
Desde mayo, se veía un alza en los contagios nuevamente. Después de la “segunda ola” que se vivió a inicios de este 2021, en el quinto mes la curva de contagios comenzó a subir con cifras de 12 mil aproximadamente al día, quizá las muertes se lograron “contener” por el Plan de vacunación que ya había comenzado, cosa que no se vivió en 2020. Vinieron las elecciones, la manipulación política del semáforo epidemiológico que desde hace mucho ha dejado de ser el regulador de lo que está permitido retomar y se ha utilizado para decisiones políticas impuestas como el regreso a clases presenciales, aun cuando los casos han ido en aumento.
De “un pequeño rebrote” calificó el presidente Andrés Manuel esta nueva etapa de disipación que hasta estos momentos se ha mantenido tan solo en los últimos dos días, con más de 21 mil 500 contagios en 24 horas, escenario que no se había vivido desde febrero cuando se contabilizaban 22 mil, 339 la cifra más alta en lo que va de año y medio de pandemia en México.
Bajo este “argumento” y el que “los niños pasan mucho tiempo frente a la televisión y los videojuegos”, así como el “a los jóvenes no les afecta mucho como a los adultos”, el presidente dio la orden de que todos regresaran a clases el 31 de agosto a como dé lugar y catalogando como “actividad esencial” la educación. El experimento ya se había hecho antes de las elecciones y los resultados eran los predecibles: contagios de alumnos, maestros y padres de familia. Sin embargo, poco valió la realidad porque nuevamente la indicación está dada “llueva, truene o relampaguee los niños regresan a clases”.
También en este tema las pruebas se han mostrado: las escuelas no tienen las condiciones básicas de infraestructura ni para el funcionamiento cotidiano ni para atender la emergencia sanitaria. Pero también para esto el presidente tenía una respuesta: “Vayan todos a hacer el aseo”.
El panorama es todavía más tétrico porque lo que parecía que no se iba a repetir, vuelve a entrar en crisis: la saturación de hospitales. De nueva cuenta las imágenes de personas a las afueras de los hospitales esperando atención, la desesperación por conseguir tanques de oxígeno, el incremento de servicios en los consultorios de las farmacias así como una alta demanda en las pruebas para la detección, denuncias por parte del sector médico que vuelven a solicitar insumos, apoyo, se repiten sólo que con una particularidad: son los jóvenes las nuevas víctimas. Fue a ese sector al que se le hizo creer que el virus “los afectaría mucho”, a los que no están vacunados, quienes han relajado las medidas sanitarias y a quienes son carne de cañón en esta tercera etapa de la pandemia. Especialistas que han estado al frente de esta lucha y que se han hecho de más credibilidad que las mismas autoridades federales como el doctor Francisco Moreno, infectólogo y responsable del área Covid-19 en el Hospital ABC, aseguran que esta nueva etapa son más las edades de 20 a 39 años, quienes están siendo intubados y quienes aún no están vacunados. ¿Así o más pruebas?
Y es que hasta estos momentos 62 por ciento de la población (o sea 78 millones de mexicanos) ya han tenido contacto directo con la covid, la gran mayoría asintomática, de acuerdo también con estimaciones de prestigiados doctores actuarios como Arturo Erdely quien con datos en mano de la misma Secretaría de Salud, nada más que bien analizados, el regreso a clases representa un grave riesgo para la salud de aquellos que todavía no se han enfermado y quienes a pesar de estar inmunizados sólo con una dosis, puedan agravar aún más la pandemia.
Sin embargo, insisto, eso parece poca preocupación para los que dicen “primero el pueblo”, porque la imposición política puede más que la pérdida de vida de más de 368 mil mexicanos.
A estas alturas lo que se requiere realmente si se está preocupado por el porvenir del país son decisiones rápidas y precisas, el pretexto de la falta de experiencia y culpar a las administraciones pasadas ha quedado rebasado. Ya basta de decir “yo tengo otros datos”, “para mí estamos en naranja y lo abierto nadie lo cierra” cuando tan solo la CDMX nueve de cada 10 contagios son a causa de la variante Delta; ya basta de decir que la culpa es de los medios, que los “adversarios buscan perjudicar al país”, de anteponer la raja política antes que la salud de los mexicanos. Necesitan entender que todas esas sandeces que salen a decir desde Palacio Nacional nos están costando vidas, que tarde o temprano se las vamos a hacer pagar.
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