El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) dijo que el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) podría llegar a algunos acuerdos con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) u otros partidos para contar con la mayoría que necesita para reformar la Constitución; sin embargo, los priistas ya le contestaron que “no son Judas”.
En torno al proceso electoral del pasado 6 de junio, los mexicanos debemos aprender con detalle cómo operan los partidos y sus gobernantes; en particular Morena, una organización política que, durante los tres años que lleva gobernando, no ha cumplido su promesa de que “por el bien de todos” atendería “primero a los pobres”; pero que, además, ha llevado la economía al subsuelo, la inseguridad pública y la violencia delictiva a números muy altos y profundizado, de manera alarmante, la pobreza en todas sus modalidades.
Si a Morena y a AMLO no les fue tan mal en los comicios intermedios, a pesar de sus malos resultados en casi todos los rubros –la pandemia, por ejemplo, ha colocado a México en el tercer lugar mundial de muertes por covid-19, con cerca de 250 mil víctimas y sumado ya 86 mil 391 homicidios dolosos en la primera mitad del sexenio– se debe, en gran medida, a la compra de votos que la “Cuarta Transformación” (4T) realiza a través de sus programas sociales, cuyo objetivo principal es precisamente ése, y no sacar a la gente de la pobreza.
Ésta es, sin duda alguna, otra de las grandes lecciones que los mexicanos deben entender del pasado proceso electoral. Es decir, debe observar bien y considerar que, detrás de estos programas con dádivas, los gobernantes no están atendiendo a fondo los problemas y las necesidades que laceran al pueblo de México, sino únicamente aliviándolos un poco y postergando de manera indefinida su solución real, que solo podrá lograrse con empleos, buenos salarios y organización social y política.
Aunque Morena haya logrado una mayoría simple; avanzado en la captura de al menos nueve gobiernos estatales más –al PRI le arrebató seis, dos a Acción Nacional (PAN) y uno al Partido de la Revolución Democrática (PRD)–; logrado la mayoría de los 30 Congresos locales en disputa y un buen número de alcaldías, lo cierto es que el golpe que la oposición le propinó en la Ciudad de México (CDMX) es inédito, ya que la pérdida de 10 de 16 alcaldías –y quizás más de la mitad de las posiciones en el Congreso de la CDMX– puede traerle consecuencias negativas en las futuras elecciones.
El “estoy feliz, feliz, feliz” y los discursos políticos optimistas con los que el Presidente y Morena han pretendido matizar su derrota en la gran metrópoli, no son sino una forma de ocultar otra de las grandes lecciones del seis de junio pasado: que AMLO y su partido no son invencibles y que los empresarios, los intelectuales, los periodistas y todos los mexicanos que fueron insultados y vejados desde las mañaneras de Palacio Nacional, lograron que un amplio sector ciudadano les cobrarán factura por sus pésimos resultados de gobierno.
Por otro lado, es necesario que los ciudadanos reconozcan que, en casi tres años, este gobierno ha llevado a México al desastre, acepten que al votar por Morena se hicieron un daño a sí mismos y a todos los mexicanos; y, finalmente, se pregunten con honestidad: ¿qué esperamos de Morena y de un presidente que está destruyendo las pocas o muchas cosas buenas que había en el país?
Hoy el volado terminó y las cosas van a empeorar. Hoy tenemos que preguntarnos qué futuro queremos para nuestros hijos, hermanos, padres, pueblo y país. Los mexicanos tenemos que entender, a gran velocidad, que la participación del pueblo en política no debe darse solo cada tres o seis años, sino que debe ser permanente y dinámica para sancionar, denunciar, protestar y movilizarse para que los gobernantes que no trabajan para el pueblo, sean castigados.
Por ello es necesario que el ciudadano analice con cuidado los discursos del presidente para que considere que la mayor parte de lo que declara o hace es mentira, y los actos de manipulación destinados a comprar conciencias o distraer la atención pública de los grandes problemas nacionales: pobreza generalizada; deficiencia en el sistema de salud, desempleo masivo, salarios bajos, inseguridad pública, violencia delictiva, deficiencia en servicios públicos básicos…
Morena no sabe gobernar en los niveles federal y local. Los ejemplos sobran: Miguel Barbosa en Puebla; Cuitláhuac García en Veracruz, Rutilio Escandón en Chiapas y Claudia Sheinbaum en el corazón del país.
Hoy más que nunca, el pueblo mexicano tiene que despertar, leer la realidad y sacar conclusiones que lo eduquen y organizarse para que, pronto, el poder de México sea para políticos que sí tienen un proyecto de nación detallado y claro para ayudar a los mexicanos a salir de la pobreza y la marginación.
Estas lecciones surgieron el 6 de junio y estarán a la vista hasta 2024, cuando haya otra elección federal. Al pueblo le toca releerlas, no olvidarlas y considerarlas para evitarle más daños a México. Por el momento, querido lector, es todo.
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