MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Pueblos indígenas y capitalismo

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La situación de los pueblos indígenas en el territorio nacional mexicano resulta desalentadora y preocupante. A pesar de que el artículo segundo de la constitución mexicana reconoce a México como una nación pluricultural, sustentada originalmente en los pueblos indígenas y como uno de los países con mayor número de ellos; diariamente cientos de indígenas dentro de todo el territorio sufren de algún tipo de violación a sus derechos individuales y colectivos. 

Lo más preocupante es que esas violaciones no provienen, en su mayoría, de la sociedad que los rodea, sino de los propios gobiernos municipales, estatales y del federal que se olvidan de considerarlos en cada negociación con empresas trasnacionales y locales, que permiten al capital privado y gubernamental despojar a los pueblos indígenas mexicanos, no sólo de sus tierras y áreas naturales, sino también de su cultura, tradiciones, historia y saberes ancestrales.

Hasta inicios del año 2015 se estimaba que las comunidades indígenas de México eran dueñas de 22 millones 624 mil hectáreas del territorio mexicano, lo que ha representado, más que un beneficio, un arma en contra de sí mismos, ya que derivado de su respeto por la madre naturaleza, como ellos la llaman, sus riquezas naturales en cuanto a bosques, aguas, minas y de más recursos naturales son un poderoso imán de grandes empresas, sobre todo mineras, que representan a la industria que mayor impacto negativo ha causado en los pueblos indígenas. 

Existen innumerables ejemplos de la invasión minera en el país y del deterioro que ésta ha causado, no sólo al ecosistema mexicano, sino también a la salud de la población, a la seguridad pública y social. Un ejemplo claro es el conflicto de las comunidades Wirikuta en el altiplano potosino que, desde 2009, mantiene en conflicto a una comunidad huichol con una filial de la minera canadiense First Majestic Silver Corp en Real de Catorce. 

La minera, por su parte, se encuentra preocupada por la inversión detenida de 100 millones de dólares planeada para la extracción de plata que, a su vez, promete la creación de 700 empleos, mientras que los huicholes defienden el ecosistema desgastado por la erosión del suelo debido a la sobreexplotación de las aguas fosilizadas que corren dentro del Cerro del Quemado y la amenaza de destrucción de dos de los principales centros ceremoniales de esta etnia argumentando que una vez que la minera explote la mina y destruya el ecosistema, los 700 empleos desparecerán tan rápidamente como prometen llegar. 

Entre los dimes y diretes de este conflicto se han mencionado amenazas, la desaparición de millones de pesos, casos de deterioro a la salud por la contaminación del suelo y el agua y conflictos sociales entre los habitantes por el enfrentamiento de posturas existentes y, por supuesto, un nulo desarrollo social y económico que según de a quién se pregunté, la responsabilidad recae en diferentes personas y organismos públicos y privados.

 

Así mismo, uno de los actos más recientes y desfavorables para los pueblos originarios es la tan discutida Reforma Energética que puso a disposición de Petróleos Mexicanos (PEMEX), a finales del año 2015, 4 millones 800 mil hectáreas para la explotación de hidrocarburos en la primera fase llamada Ronda Cero, acto que afectó directamente a 13 pueblos indígenas entre los que se encuentran como más afectados, El Chontal, de Tabasco, el Totonaca y el Popoluca, que argumentan que debido a la ruinosa tecnología utilizada por las grandes empresas, sus hábitats han sido no sólo destruidos en paisaje, sino también en calidad del ambiente y eso ha causad migración masiva que derivará en el esparcimiento de sus comunidades y a su vez una extinción paulatina de las mismas. 

En este contexto, es importante señalar que según el World Resources Institute, el 80 por ciento de la biodiversidad del planeta se encuentra en manos de indígenas, quienes han incluso dado la vida para defender de los insaciables empresarios los recursos naturales que nos proveen diariamente de alimento, agua y aire respirable. 

Parece imposible que, hoy en día, todavía se escuchen casos de discriminación y violencia en contra de nuestros hermanos indígenas; que se les siga excluyendo y etiquetando de inferiores, subdesarrollados, incultos, y una serie de adjetivos atroces que no he dejado de escuchar. 

Es ofensivo que ese absurdo sentimiento de superioridad, por parte de muchos mexicanos, siga presente y alimente a una sociedad elitista que permite un crecimiento voraz del capitalismo, y que, a pesar de un avance de casi 500 años después de la conquista, estos cerca de 6.7 millones de seres humanos se sigan enfrentando al racismo y desprecio de su cultura sólo porque… ¿Por qué? realmente no lo sé.

Para concluir sólo me queda preguntar ¿realmente queremos lograr un progreso nacional cimentado en muertes, destrucción y arrogancia? Creo que a eso no se le puede llamar progreso, seamos conscientes de que los recursos naturales no son reemplazables, ni tampoco los seres humanos, y que, si continuamos abandonando a nuestros hermanos indígenas en estos momentos de tanta corrupción e intereses políticos y económicos, sus derechos y los nuestros seguirán siendo violados. 

No vendamos nuestra dignidad, nuestra nación, nuestro hábitat, nuestro pasado y nuestro futuro. Seamos conscientes de que indígenas somos todos, en el más puro sentido étnico y genético que afirma que el genoma predominante en la mayoría de los mexicanos es indígena. Así que creo que es hora de eliminar estereotipos y trabajar por un bien común.

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