El pasado domingo 4 de abril, dieron inicio las campañas del proceso electoral calificado como el más grande y complejo de la historia de México. Según el Instituto Nacional Electoral (INE), el próximo 6 de junio están llamados a votar 95 millones de mexicanos para elegir 21 mil cargos de elección popular, de estos, se elegirán 500 diputados federales de las 65 legislatura, 15 gobernadores, 1,063 diputados de 30 congresos locales y mil 926 ayuntamientos de 30 estados con sus respectivos síndicos y regidores.
Estas elecciones también serán recordadas porque se está dando en una “circunstancia especial”, por dos razones fundamentales: la primera, es que estamos en medio de la pandemia generada por la covid-19 que, como todos sabemos, afecta al mundo y, nuestro país es uno de los más golpeados. Por lo que la forma de “hacer” campaña será totalmente atípica para salvaguardar la salud de los votantes, así como la de los candidatos en gran medida por la irresponsabilidad y la mala política del actual Gobierno federal en torno al manejo de la pandemia ha generado en México más de dos millones de contagios y cientos de miles de muertes, además, de una crisis económica, política y social que, a estas alturas, todos la vivimos en carne propia.
La segunda razón es que estas próximas elecciones pueden definir el rumbo de nuestro país, me refiero a la segunda parte del mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien llegó al poder postulado por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), partido que hoy domina ambas cámaras. Los mexicanos tenemos en nuestras manos la única arma capaz de rectificar el rumbo o continuar con este “proyecto” de nación resquebrajado, nuestro voto libre y secreto, es hoy más que nunca muy valioso. Veamos porque lo digo.
Todos sabemos que López Obrador llegó a la presidencia de la República con una votación histórica, 30 millones de mexicanos votaron por él y su proyecto de “Cuarta Transformación” (4T). La ola “lopezobradorista” también hizo que los electores, decidieran votar para que, tanto en la Cámara de Senadores como de Diputados, dominara el actual partido en el poder y sus aliados. Eso, aunque no debiera ser así, porque son poderes autónomos, le da mucho poder de decisión al presidente de la Republica, a tal grado, que todas las propuestas o decisiones de AMLO que debe avalar o rechazar ambas cámaras, son avaladas sin cambiarle una sola coma. Es decir, tanto la Cámara de Diputados como la Cámara de Senadores, que debieran ser los representantes del pueblo y defender los intereses de éste, obedecen al poder ejecutivo y no al pueblo de México.
Si bien es cierto, los mexicanos estábamos hartos por la ola de corrupción de altos funcionarios de los distintos órdenes de gobierno, el poco crecimiento de la economía y demás males que nos agobiaban con los anteriores gobiernos emanados del PRI y del PAN pero también es cierto, como dice un refrán popular, que con AMLO “saltamos de la sartén a la lumbre” porque después de poco más de dos años de gobierno de la autodenominada 4T podemos ver qué lejos de que las cosas mejoren, “vamos de mal en peor”.
La corrupción de altos, medianos y pequeños funcionarios se agudizó en este gobierno. Tan solo en el 2019 según la Encuesta Nacional de Calidad de Impacto Gubernamental realizada por el Inegi reveló que las víctimas de actos de corrupción en la prestación de servicios básicos crecieron 7.5 por ciento en 2019. Además, doy solo algunos ejemplos de los muchos que hay, que demuestran claramente que la corrupción no se ha acabado en los altos mandos de la 4T. Muy lejos quedó el ejemplo que tanto pregonaba AMLO de “barrer la corrupción de arriba hacia abajo” los casos son del dominio público:
Las transas de la exatleta Ana Guevara en la Conade; “Las casas” de Manuel Bartlett, titular de la CFE; los videos escándalos de Pío López Obrador, hermano del presidente; el caso del exdelegado Carlos Lomelí y sus negocios en el Sector Salud; las compras fraudulentas del IMSS a empresa sancionada por corrupción; los negocios del hijo de Manuel Bartlett con el IMSS, la casa de campaña de AMLO de la Ciudad de México que resultó ser del polémico Bartlett, y la joya de la corona; las adjudicaciones directas, que el Plan Nacional de Desarrollo del Gobierno Federal establece que las adjudicaciones directas estarían prohibidas durante el sexenio del presidente López Obrador, pero su administración ha abusado de esta forma de comprar.
La economía está hecha trisas porque tan solo el año pasado se contrajo un 8.2 por ciento, su peor desplome desde la “Gran Depresión de 1932”, según informe del Inegi. El futuro para nuestra golpeada economía es incierto de seguir con está errada política económica de la 4T. Hay millones de desempleados que no tiene ni cómo llevar el sustento diario a sus familias, el sector salud está desmantelado, la educación por los suelos, el crimen ordinario y organizado han aumentado a tasas nunca antes vista, el feminicidio en aumento día con día, no hay obras de infraestructuras que realmente benefician a la mayoría de la población no se han podido organizar ni siquiera para aplicar la vacuna contra la covid-19, tienen todo un desorden. Las instituciones autónomas desmanteladas, salvo honrosas excepciones; la persecución política a periodistas, organizaciones, empresarios y a todo aquel que no obedezca las órdenes del ungido están a la orden del día. Solo hay apoyos electoreros a jóvenes y ancianos que a la larga no resuelven el problema de la pobreza.
Este próximo 6 de junio, hagamos valer nuestro voto, la 4T no es la opción, así ha quedado demostrado en la primera mitad del gobierno de López Obrador, esperamos pues, que, en estas próximas elecciones, por nuestro bien, quitarle el poder del Congreso a Morena y con ello, evitar que AMLO siga destruyendo a nuestro golpeado país. Vale.
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