Los actores son varios. Muchos creen que ganarán o ganaron. ¿De verdad? Vamos a ver. Que cada quien se ubique en el papel que escogió.
Primero. Los que siempre han gobernado ya perdieron. No ganarán ni aun torciendo la voluntad ciudadana para que, eventualmente, les favorezca en las urnas. Porque para el pueblo, aún para quienes se ofrecen en venta o aceptan una dádiva monetaria en especie, en aviaduría, etc., está claro que "los mismos" que gobiernan y lo quieren seguir haciendo, aún montados sobre una aborrecida reelección del "mismo", jamás lo han hecho para el pueblo, sino para una élite de poderosos; que su unidad es un convenenciero batidillo de complicidades cuyo único objeto es seguir expoliando al pueblo, manteniéndolo en la misma y evidente miseria, marginación y abandono de siempre; que su fin principal es enriquecerse a costa de los recursos del pueblo, al que ofrecen cínica y demagógicamente, lo contrario a lo que han hecho: "más desarrollo", "más "transformación". Burla descarada al pueblo.
Segundo. No ganan quienes traicionan a los suyos y son utilizados para comprar la honestidad y la voluntad ciudadana y de líderes naturales de los pueblos. Las 30 monedas recibidas o prometidas (y de cobre), son el pago que merecen por aceptar el sucio y humillante papel que les asignan de Judas de su pueblo, reducidos a viles alcahuetes cuya triste tarea es arrastrar la pulcritud, la confianza, la honestidad y los anhelos ciudadanos al congal y al estercolero del poder político y económico. Lo disimulan con una boba y orgullosa sonrisa, con que presumen su debut en el círculo aristocrático municipal, que les arroja su paga con desprecio y los palmea con asco.
Tercero. No ganan quienes venden su voto, sin ver o fingiendo no ver ni entender que venden la posibilidad de que sus pueblos, sus familias, sus hijos, tengan una vida más digna; que venden a sus propios hijos como a cabras (se escucha feo) por unas monedas, unas láminas, unas cervezas. Aspiración muerta.
Cuarto. El ganador será el pueblo organizado y consciente, cuya voluntad de transformación, de desarrollo para nuestro municipio y nuestras familias no flaquee. El que ha entendido que unas láminas, unas monedas, un tambor de agua, un camión de tierra en sus caminos y carreteras, una despensa ahora (y sólo ahora), son una limosna, sustitutos electoreros de lo que siempre les negaron y les seguirán negando: vivienda digna, pozos y redes de agua potable, pavimentación de calles y carreteras, apoyo alimentario (sobre todo durante la pandemia), salud, empleo, seguridad, educación.
El pueblo para el que el día 6 de junio no es un fin, sino un eslabón que engarza con el proyecto organizativo y político de los pobres de México, de San Luis y de Guadalcázar.
El pueblo organizado que, con la razón de su conciencia, su voz y los hechos como testigos, convence a indecisos de que mantengan su sentido del pundonor; su aspiración a una vida más digna; la claridad de que, entre los(as) candidatos(as) sólo una mujer basa su programa de gobierno en sus acciones de organización y de permanente gestión popular, cristalizadas en apoyos para miles de guadalcazarences, en los rubros señalados. Tanto es así que los mismos pillos de siempre y sus paleros, para neutralizar la fuerza de su ejemplo, sólo atinan a negar burdamente esas acciones ante el testigo y beneficiario que es y seguirá siendo el pueblo; la acusan tonta y chovinistamente de extranjera u otras sandeces.
¿Quién es? No es necesario decirlo porque todos la conocen. Ella es la única garantía de triunfo inmediato y de largo plazo. Convenzamos al pueblo de llevarla al poder para establecer con ella un gobierno del pueblo y para el pueblo.
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