En el tiempo actual, donde la constante es aprender en modo virtual o realizar muchas actividades a través del internet, distraerse por la red, las apps o las redes sociales como WhatsApp, Facebook, YouTube, y uno va viendo lo que el algoritmo de las redes dice, nos convertimos poco a poco en robots y víctimas de esas redes.
Los libros mueren, casi nadie toma un libro y abre sus páginas dándole vida a un personaje de la historia de nuestro país, de una obra de teatro, de una novela, de un cuento, mucho menos de una poesía, cuyo significado está muchas veces escondido detrás de las letras, de las frases, de los versos que escribe el poeta.
Por eso, cuando nos encontramos con personas que declaman un verso, una estrofa o un poema (jóvenes casi siempre, fantástico si es niño, hermoso si es adulto y sublime si es anciano), es motivo de regocijo inmenso el escucharlo, es una mina de oro que hay que cuidar, trabajar y divulgar; pues supone el “encontrarse con un libro, abrirlo, hurgar en sus páginas, leerlo, saborear su contenido, entenderlo. De ahí, escoger el poema que le ha gustado y, nuevamente, con calma, trabajarlo.
El poema se lee, se saborea, se buscan las palabras no conocidas o no entendidas, se conoce del poeta, de lo que pudo habernos dicho en su poema, entenderlo, y solo después, memorizar dicho poema, dicha poesía.
En San Jerónimo Xayacatlán, Puebla, hay talento entre su gente y con gran regocijo escuchamos la declamación de “El mal del siglo”, poesía de Nicolás Guillén, poeta cubano, en la voz de la contadora Jenny Cervantes Ávila, quien desde sus años de estudiante de bachillerato tiene contacto con este bello arte. Ella hizo, para deleite de todos los que la escuchamos, una bella interpretación, que supo llegar a nuestros corazones y a nuestra alma.
El pueblo pobre esconde entre su gente, muchos nobles corazones que tenemos que rescatar de las garras del internet y que tienen talentos escondidos como el de la declamación, sólo es cosa que, como la compañera Jenny, les demos un empujoncito para que conozcan y trabajen la poesía:
“…Estos hombres de ahora sólo piensan
en el oro, que enfanga
todas las limpideces de la vida
y todas las alburas de las almas.
Señor, ya nadie sueña;
Señor, ya nadie canta.
…
Señor, Señor: ¿yo soy águila o cisne?
dame una cumbre altiva, como al águila,
para olvidar en ella
mi lírica nostalgia,
o igual que al cisne, dame
como suprema gracia,
un lago silencioso y solitario,
de ondas azules y de espumas blancas.”
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