La constante campaña de desprestigio contra las universidades públicas más grandes del país por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y sus medios afines no cesa y presagia un escenario catastrófico para las instituciones de nivel superior, sus educandos y la ciencia en México.
No es nueva la animadversión que siente el presidente por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), su alma mater. Sus opiniones contra la máxima casa de estudios son harto conocidas, pero, en las últimas semanas y aprovechando las crisis sanitaria intensificada por la pandemia de covid-19, no sólo las ha intensificado sino recrudecido, toda vez que esta institución ha sido cautelosa con respecto al regreso a clases, al advertir seriamente que la vida de los alumnos, profesores y personal administrativo está en grave riesgo de no estar vacunada la mayor parte de la población que permita un regreso seguro a clases, al mismo tiempo que preserve la vida de las familias de los estudiantes y de la población mexicana en general.
La escalada de golpes contra la UNAM no ha sido sólo para ella, sino también para las universidades nacionales públicas del país que dependen de los impuestos que pagan todos los mexicanos, y reinició el 29 de septiembre, dos meses después del regreso a clases de niños y adolescentes y uno después del inicio virtual del nuevo ciclo escolar de los universitarios, con un agresivo video disfrazado de nota periodística en el noticiario “Hechos”, conducido por Javier Alatorre de Tv Azteca (la segunda cadena televisiva más grande de México y cuyo dueño es Ricardo Salinas Pliego, magnate del Grupo Salinas e integrante del Consejo Asesor Empresarial del presidente de la república, quien presta sus servicios bancarios para las transferencias monetarias de los programas sociales del Gobierno federal).
El reportero detrás del video recita una serie de afirmaciones sin pruebas y arremete parejo contra la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM): primero reprocha que las mayores escuelas de educación superior “no han estado a la altura de las circunstancias” y luego acusa a los 64 mil 42 profesores de estas tres instituciones de cobrar quincenalmente sin dar clases durante todo el tiempo que lleva la pandemia; es decir, sin un ápice de investigación o mintiendo con toda intención a costa de la reputación de los miles de docentes que han ganado honrosamente su suelto durante esta contingencia, asegura que como se suspendieron las clases presenciales, los docentes dejaron de dar clases. Mentira redonda y falta de toda lógica, pues del hecho de que se hayan suspendido clases presenciales no se concluye que dejaran de dar clases; las nuevas tecnologías permitieron a las universidades migrar rápidamente a las aulas virtuales para que los 607 mil 900 universitarios tuvieran la posibilidad de continuar con sus estudios desde sus hogares –con las consabidos limitaciones derivadas de una contingencia sanitaria mundial, que pudieron haber sido mayores si se hubieran suspendido completamente–. Cualquier universitario consultado podría haber dado fe de su esfuerzo de marzo de 2020 a la fecha, pero ninguno fue cuestionado siquiera para soportar la serie de afirmaciones. Aun cuando varios cientos de estudiantes dejaron de estudiar por problemas económicos, ello no prueba que los profesores hayan dejado de hacerlo.
El 7 de octubre, una semana después del artero ataque de TV Azteca, el presidente se encargó de mostrar la mano que mece la cuna, al afirmar lo mismo, pero desde su mañanera: “¿Por qué se demoran las universidades en el regreso a clases… por qué razón escuelas públicas no están regresando a clases, está muy cómodo para quien está recibiendo su dinero y está en su casa y no corre ningún riesgo? ¿Y nos vamos a acostumbrar a eso? Todo eso significa atraso. Entonces si ya se vacunó a maestros, y ya ha quedado de manifiesto que no hay riesgos graves para alumnos, por qué no se regresa a clases”. Quince días después, el 15 de octubre, embistió contra la UNAM: “perdió su esencia en gobiernos anteriores, se volvió defensora del neoliberalismo y fomentó el pensamiento individualista”. Pero la UNAM, no fue la única criticada, igual que en el video arriba mencionado, atacó al resto de universidades al asegurar, que todas ellas fueron sometidas por el pensamiento neoliberal y se perdió su “emoción social”.
La respuesta de decanos, docentes y profesores de las diversas universidades públicas cuestionadas, y de las de otros centros educativos de alto nivel que no hace muchos meses también fueron atacados por el presidente, fue contundente. Rechazaron su “discurso antiacadémico”, exhibieron su desconocimiento actual de la dinámica académica en las universidades, destacaron sus aportaciones recientes y defendieron la formación del capital humano y tecnológico para el desarrollo del país.
El 22 de octubre, el presidente les contestó con sorna a la UNAM: “¡No se enojen!, sí se requiere una sacudida”. A nadie le cabe duda, ni a los mismos docentes, administrativos y alumnos, que sus escuelas arrastran varios lastres que tienen que combatirse urgentemente, pero una cosa es que se les exhorte a las universidades a corregir y otra que abuse de la tribuna mañanera y de los medios de comunicación para evadir un problema público de salud (la pandemia de covid-19) que está trayendo consecuencias colosales para México y el mundo.
La Organización de las Naciones Unidas recomendó que, para lograr la inmunidad de rebaño, 70% por ciento de la población mundial debía estar vacunada. En México, a 10 meses de que comenzaran a adquirirse las vacunas, sólo se ha vacunado completamente a 42.45% de la población y 13.08% apenas está vacunada a medias; es decir, aún falta casi la mitad de la población, por lo que el riesgo de contagio, hospitalizaciones y muertes, es aún alto.
La orden presidencial del regreso presencial de los menores de edad fue una decisión gubernamental irresponsable, pues el número de niños y adolescentes contagiados y muertos por covid-19 aumentó tras el periodo vacacional y el regreso a clases. El regreso presencial de los 671 mil 942 estudiantes y maestros de la UNAM, IPN y UAM, sin que muchos de ellos y la población con la que van a tener contacto en el transporte, aulas y calles estén vacunados completamente, permite suponer con certeza que vendrán más contagios y muertes por otra decisión irresponsable del presidente. El miedo no anda en burro, pues ni siquiera las universidades promovidas por él (Universidad Autónoma de la Ciudad de la México) han regresado a clases presenciales. La preocupación del presidente de que los estudiantes dejen de interactuar con los aparatos electrónicos y tengan contacto directo con sus centros de enseñanza y sus profesores esconde intereses sus perversos, de lo contrario, su crítica iría acompañada de una propuesta seria y explícita sobre lo que le hace falta mejorar a la UNAM, y no de una campaña de desprestigio como hasta ahora.
Los ataques de AMLO a la UNAM y a las universidades que concentran el mayor número de alumnos y personal docente y administrativo presagian un golpe mayor contra las instituciones públicas y, por partida doble, son un mensaje para todas las preparatorias y universidades públicas y privadas del país para que regresen a las aulas de manera presencial ya sin importar quién tenga que morir y la economía no vuelva a detenerse, a costa de quien sea y de lo que sea.
Los estudiantes, profesores, personal administrativo y el pueblo de México debemos estar alerta sobre la nueva embestida presidencial. La comunidad universitaria y el pueblo mexicano son los encargados de su destino, no el presidente; la protesta desde las redes sociales debe migrar a las calles de ser necesario –a pesar de la pandemia– para defender lo que tanto sudor le ha costado al pueblo pobre de México.
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