Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex) fue creada por decreto presidencial el 18 de enero de 2019; es decir, es una institución de gobierno creada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, fundador y guía del partido Morena. El objetivo principal de Segalmex fue fusionar a las anteriores Liconsa (compra de leche a precios de garantía a productores sociales para su posterior venta al público a precios bajos) y Diconsa (compra y acopio de productos alimenticios de la canasta básica a productores sociales a precios de garantía para su posterior venta a precios bajos a la población del área rural o de bajos ingresos). Se trata pues, de una institución creada para combatir el problema de la pobreza alimentaria en los estratos de menores ingresos del país.
En televisión nacional y agitando un pañuelo blanco con la mano, el presidente de la república declaraba para todo el país: "Ya puedo decirles aquí con la frente en alto, viéndolos a los ojos, de que (sic) ya se acabó la corrupción arriba, puedo sacar hasta mi pañuelito blanco para decir ya no hay corrupción arriba". Con “arriba” se refería a sus funcionarios de más alto nivel, a los cuales él supervisaba de cerca y de los cuales monitoreaba su trabajo diario. Pues bien, menos de un año después de ese discurso engañoso, resulta que Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex) atraviesa el mayor escándalo de corrupción del sexenio.
En coordinación la Auditoría Superior de la Federación y la Fiscalía General de la República acumulan 100 denuncias penales, 19 funcionarios y empresarios vinculados a proceso, más de 60 denuncias en proceso y un escandaloso caso de fraude por más de 9 mil 500 millones de pesos, en detrimento de las arcas de la nación. Es una cantidad tan grande que haciendo un cálculo promedio, con el dinero del desfalco, bien se hubieran podido construir poco más de 23,000 viviendas de interés social (baño, cocina, estancia-comedor y 2 recámaras).
Este caso espantoso de corrupción no solo mancha la administración del presidente AMLO, sino que, peor aún, destruye el falso discurso de que se había terminado la corrupción con su gobierno. Recurriendo al extremo, me permito recordar que de boca del mismo presidente salió aquella frase "Todos los negocios jugosos, todas las tranzas que se hacen llevan el visto bueno del presidente”, refiriéndose a los casos de corrupción del ex presidente Enrique Peña Nieto. Es decir, la realidad misma desmiente el discurso presidencial y pone en duda su proyecto de gobierno.
Ignacio Ovalle Fernández quien hasta hace poco estaba al frente de Segalmex y quien por acción u omisión es responsable del fraude de los 9 mil 500 millones de pesos, proviene de la vieja escuela priista de Carlos Salinas de Gortari. Durante la administración de este, Ovalle Fernández dirigió la Conasupo de 1988 a 1990, periodo donde de idéntica manera, se cometieron fraudes a la institución, como el de la famosa leche radioactiva de Irlanda y la adquisición de maíz amarillo destinado para los cerdos, el cual terminó en los hogares de los mexicanos. Para sorpresa de millones de mexicanos Ovalle Fernández, no tuvo culpa alguna, resulta que ingenuamente contrató a priistas corruptos que lo terminaron engañando. Y ahora despacha en el Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal.
De nueva cuenta, los protegidos del presidente de la república libran la cárcel gracias a la amistad y protección que otorga el poder que emana de la silla presidencial. En el caso de Ovalle no es sorpresa, se sabe de la vieja relación de amistad de este con AMLO. Ni más, ni menos que fue jefe del actual presidente por allá en 1977 en el Instituto Nacional Indigenista. Saque usted sus conclusiones. Cuando se trata de corrupción entre las filas de los propios morenistas resulta que: ingenuamente engañaron a un funcionario con más de 50 años en la administración pública. A los mexicanos libres de fobias y limpios de toda demagogia cuatroteista nos debe ir quedando más que claro que: ni ha terminado la corrupción y lo más grave, la 4T está llena también de corrupción. El discurso del presidente comienza a sonar hueco y carente de congruencia entre el decir y el hacer.
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