La palabra democracia está formada por las raíces griegas demos-pueblo y kratos-gobierno. El término habría surgido en Atenas por el año 508 a. C. Antes de ese año, los atenienses eran regidos por aristócratas y tiranos que mantuvieron un sistema muy severo. Con el apoyo de un levantamiento popular, en el 510 a. C. Clístenes introdujo el gobierno democrático en la antigua Atenas, fue legislador y desde su cargo creó las bases de un nuevo estado, basado en la isonomía o igualdad de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos. Esta consigna política expresaba sucintamente el carácter propio de la democracia opuesta al ejercicio ilimitado del poder por parte del tirano.
En una sociedad dividida en clases donde una de ellas posee los medios para la producción y otra clase es la que aporta la mano de obra jamás puede haber un auténtico poder del pueblo. En esta sociedad la democracia constituye una forma de dominación de la clase en el poder. Hay una constitución, un parlamento, y otras instituciones representativas, hay sufragio universal y la libertad política formal. Sin embargo, la posibilidad de hacer uso de tales derechos y de tales instituciones democráticas por las masas populares es disminuida por todos los medios por el aparato “democrático” hasta llegar a inhibir la participación de las masas en la vida política. Indudablemente que la democracia en el seno del capitalismo… “es un gran progreso histórico (Lenin), pero ésta sigue siendo siempre estrecha, castrada, falsificada e hipócrita… El parlamento es una pantalla para encubrir una política interior y exterior antipopular que se elabora para favorecer a los intereses de un círculo relativamente estrecho de empresarios, banqueros y políticos profesionales…” con la ayuda del Ejecutivo que también representa otros intereses, pero no los de las grandes masas populares.
En el mundo de hoy, en nombre de la democracia, se han asesinado a millones de personas por los que se dicen adalides de ésta, se han destruido economías, se han desaparecido países; todo para proteger y servir a los intereses de las clases que detentan el poder económico global que buscan a toda costa imponer su hegemonía política y económica al resto del mundo. Pretende evitar el surgimiento de otros polos que desafíen esa supremacía y aun a costa de la vida de millones de seres evitar un mundo multipolar y más democrático. La democracia pues, solo existe para los que dominan, no para los dominados.
En nuestro país, los periodos electorales y el derecho al sufragio universal se reducen a que una vez, cada tres o seis años, se le dé al elector la posibilidad de decidir qué miembro de la clase dominante ha de representarlo y decidir por el pueblo en el parlamento o desde el Poder Ejecutivo. Al pueblo le imponen los candidatos a elegir y éste debe votarlos prácticamente con los ojos cerrados. No es democracia, es una perversión de ésta cuando el votante tiene que recibir regalos, prebendas u otro tipo de beneficios materiales para que apoye a tal o cual candidato que no representa en lo más mínimo sus intereses.
Para votar, el pueblo debe saber, debe conocer, no solo los frutos, los resultados del trabajo de los candidatos, sino además los alcances de las funciones de los susodichos. En la medida en que esto no suceda, simplemente la democracia en México no pasará de ser una simulación, al fin solo un instrumento para prolongar el predominio de un grupo que detenta el poder económico y político, favoreciendo sus intereses, pero yendo en contra de los intereses de las mayorías. En la actualidad, hay candidatos a los que se les ha exhibido como vulgares delincuentes; sin embargo, se obstinan por aparecer en las boletas electorales a pesar de estar muy lejos de representar al pueblo, de ser democráticos. En última instancia representan a una facción que está interesada en que sea elegido porque así conviene a su grupo. Ahí está el caso de Félix Salgado Macedonio en el estado de Guerrero.
Pero la situación en nuestro país ha ido más allá. En los días que corren se ha dejado sentir una descomunal ofensiva en contra del Instituto Nacional Electoral, que es el organismo que nos hemos dado los mexicanos para la organización de las jornadas electorales democráticas, donde participan los mexicanos en posibilidad de ser votados de acuerdo al derecho constitucional. Esta ofensiva proviene de lo más alto del poder político en México y busca deponer a los actuales consejeros que no se pliegan ni obedecen a los intereses del Ejecutivo en turno. Eso ha ameritado que AMLO, un día sí y otro también, ataque y lance a sus huestes en contra del órgano encargado de organizar las jornadas democráticas; el mismo órgano que le reconoció su victoria en las elecciones de 2018 ahora se ha convertido en un estorbo para sus intereses y debe desaparecer. É l y su partido se hacen llamar victimas del INE, de sufrir “atentados contra la democracia” por el solo hecho de que el Instituto Nacional Electoral cumple con el papel que la propia Constitución General de la República le confiere. Sin duda. su desmedido interés por controlar el INE está animado por su afán de perpetuarse en el poder y de cuidar, como fiel Cancerbero, los intereses económicos del grupo que lo protege. No en balde uno de los cabecillas de este mismo grupo ha salido a linchar y a ejecutar mediáticamente al INE para provocar su caída.
Y los intereses del pueblo bueno y sabio ¿dónde quedaron?
Ya Clístenes en la antigua Atenas había creado la institución del ostracismo ante la posibilidad del regreso de la tiranía; el destierro a los ciudadanos que eran enemigos de la democracia y de la soberanía popular. Al pueblo de México le corresponde enviar al ostracismo a los embozados que navegan con falsas banderas de demócratas.
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