A propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres acudí al taller “Mujeres Diversas, Historias Grandiosas”, convocado por la Comisión Estatal de Derechos Humanos del Estado de Tlaxcala. Las impartidoras hicieron una excelente exposición del importante papel de la mujer en la vida cotidiana, así como la lucha que ha librado el colectivo de mujeres, además de consejos y acompañamientos en caso de que alguna mujer sufra de algún tipo de violencia. Se dieron datos alarmantes de la situación en que viven millones de mujeres, cientos de ellas tlaxcaltecas. De acuerdo a ONU México en su comunicado del día 24 de noviembre, titulado “¡Pongamos fin a la violencia contra las mujeres YA!” dice que: “A nivel mundial, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia en algún momento en su vida, y en México, dos de cada tres.” También, que durante la pandemia por COVID-19 las cifras aumentaron: “en el primer mes de decretarse la emergencia sanitaria, el 911 recibió aproximadamente 155 llamadas por hora debido a situaciones de violencia contra las mujeres, representando un aumento de 22.3% respecto a febrero de 2020”.
Pues bien, dado la gran polvareda que los medios de comunicación, opinadores y población en general levantaron por tan trascendente fecha habría que decir algunas palabras. Va siendo de conocimiento general que el 25 de noviembre, Dia Internacional de la Violencia contra las Mujeres, está entrando en los eventos que son llamados de manipulación colectiva. Me explico. Este tipo de fechas como es el caso del día del maestro, día del niño, día de la madre, etc., a pesar de lo significativo que puede resultar conmemorarlos, se truecan en algo distinto a su principal propósito, es decir, con éste tipo de reconocimientos nacionales o internacionales, los promotores buscan el reconocimiento de los aludidos para que sepan que aparecen en la agenda pública, que no son ignorados, que además tienen a su servicio la grandiosa maquinaria paraestatal y de medios para dar a conocer su sentir en cuanto a las injusticias que padecen.
Con ese simple juego de manos el imaginario colectivo cae en la trampa. Se olvidan que justo esos que promueven ofreciendo sus servicios, espacios, micrófonos, minutos de televisión y de radio, son los que manejan el sistema que mantiene las relaciones sociales de sometimiento en que nos encontramos. Y que con este tipo de acciones pretenden sustituir la verdadera justicia social. Se cambia la erradicación definitiva de la violencia contra la mujer por buenos actos, buenos discursos y fin de la historia.
En efecto, pienso que al acoplar la reivindicación de la eliminación de la violencia contra la mujer al discurso oficial le quita la esencia de evidenciar la causa profunda, no solo de la violencia, sino de toda la injusticia social. Hablo de la injusta distribución de la riqueza, provocada por el sistema capitalista de producción. Sí, pues, ese sistema donde unos cuantos, los dueños de los medios de producción, se apropian de la riqueza, a través de la explotación de miles de obreros, que, obligados por la necesidad, acuden diariamente a trabajar a sus fábricas, y que por una jornada laboral reciben un salario que es una parte irrisoria de lo que producen; mientras el patrón se queda con el excedente en forma de plusvalía, la que acumula y acumula, la cual genera su enorme riqueza, y el obrero con su salario apenas le alcanza para medio comer y poder regresar al otro día a repetir su inevitable destino.
Si nos atenemos a este planteamiento podremos ver que el sistema de producción se encuentra en la base de las relaciones sociales establecidas por los hombres, relaciones de dominación de los que tienen sobre los que no tienen, de los poseedores sobre los desposeídos. Y justo en esa relación de “poder” se encuentra la mujer, supeditada a relaciones sociales que no dependen de si quiere o no padecerlas.
La lucha por la reivindicación de la mujer es histórica y ha aportado a la lucha del proletariado mundial más de lo que en eventos oficiales se puede reconocer. La opresión de la mujer ha sido terrible en la historia, quizá la violencia física es la más evidente pero no es la única. También en cierto que no todas las mujeres padecen la violencia de la misma manera. No es lo mismo la dama acomodada que tiene todos los medios para conseguir su emancipación en forma más fácil a la mujer campesina, obrera, esposa que vive en la miseria y el total abandono. Creo que la violencia más agresiva y vil es la de la injusticia social.
Entonces, las manifestaciones, los talleres y eventos públicos destinados a cubrir el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres deben seguirse convocando y dar una batalla sin cuartel, pero, además, debe ser la palestra para alzar la voz y denunciar, de igual manera, el sistema que permite que aún exista la explotación, cruel y despiadada, del hombre por el hombre. Se debe lograr el propósito de que sea consecuente el discurso con la realidad. Debemos propugnar por que la eliminación de la violencia lleve consigo verdadera igualdad de derechos entre hombres y mujeres, que las mujeres tengan plena y verdadera participación en órganos administrativos, legislativos y en el gobierno, que tengan más y mejores oportunidades para desarrollarse profesional y socialmente; casas de maternidad, consultorios gratuitos para la mamá y el niño (que tengan medicinas), protección cabal a la mujer embarazada, legislación para proteger más y mejor el trabajo femenino; aplicar la “transmisión de las funciones económicas y educativas de la vida doméstica individual a la sociedad”: cocinas, comedores, talleres para el trabajo, guarderías, jardines de niños, en una palabra: liberar a la mujer de la esclavitud doméstica.
Finalmente. Todas nuestras compañeras antorchistas deben saber que la organización comprende profundamente la vida que se padece y que nuestra lucha abarca todas esas reivindicaciones. Lo saben porque hemos marchado juntos para solicitar esas y más demandas sociales. Un reconocimiento para ustedes camaradas, amas de casa, obreras, costureras, maestras, estudiantes, cuenten con nosotros. Su lucha es nuestra lucha. ¡Hay que erradicar la violencia! ¡Hay que cambiar el mundo! Difícil, pero se puede.
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