Benjamin Constant
En el desarrollo de su historia, el ser humano, entendido como ser social, ha transformado su vida material y con ello también su pensamiento, su concepción del universo, del mundo, de la naturaleza, la sociedad y de sí mismo. Desde su surgimiento al seno de la comunidad tribal, transitando por la Edad Antigua y la Edad Media, hasta llegar a la Edad Moderna, el hombre se ha conducido obedeciendo a sus intereses económicos, políticos, sociales e ideológicos.
En cada etapa del desarrollo de su vida social se ha perfeccionado también el aparato del Estado así como las instituciones políticas y sociales que, finalmente, ofrecen las libertades civiles, políticas y religiosas de los individuos. La Revolución Francesa de 1789 se convirtió en símbolo de la sociedad y el Estado modernos, que fue sustituyendo gradualmente la concepción filosófica medieval, dogmática y religiosa, para dar paso a una concepción filosófica libertaria, laica que, apoyada en el desarrollo de la ciencia, pugna por el liberalismo político.
Comprender las diferencias y cambios entre el hombre antiguo y el hombre moderno, así como la discusión pública de los asuntos de interés social, nos permitirá comprender mejor la vida económica, política y social contemporánea.
Para Constant, la libertad es el derecho de los hombres a no ser maltratados, sometidos, arrestados y detenidos arbitrariamente; es el derecho de los hombres a expresar su opinión, a deliberar libremente en la plaza pública sobre los problemas del gobierno, el derecho de reunirse con otros hombres en torno a sus intereses; es el derecho a influir en la administración del gobierno, incluso ser nombrados como representantes para legislar en favor de los individuos.
Constant destaca y explica que existen dos tipos de libertades: la antigua y la moderna. La primera sujeta a la aristocracia teocrática y muchas veces defensora de la tiranía; mientras que la segunda es protectora de la libertad y conducida por un gobierno representativo.
En la Edad Antigua, los sacerdotes, militares y la nobleza gozaban de privilegios, y, por su parte, el pueblo no tenía derechos ni garantías; las libertades del hombre estaban subordinadas a la vigilancia y decisiones del soberano, por tanto, no se ejercían propiamente las libertades y los derechos individuales.
En aquella época, la guerra existía como un mecanismo de dominación para obtener territorios, riquezas, esclavos y tributos. En consecuencia, la libertad y los derechos individuales de los hombres no representaban una preocupación de la aristocracia teocrática.
Por el contrario, el aspecto distintivo de la Edad Moderna fue la libertad individual, la independencia del hombre. De esta manera, la libertad individual se convertía en la expresión fundamental de la libertad moderna. Si bien el autor reconoce el avance que existió en la antigua república ateniense y en los tribunos romanos, es hasta la llegada de la Edad Moderna que el individuo se convierte en poseedor absoluto de su vida y propiedad privada. “La independencia individual es la primera necesidad de los modernos, por lo tanto no hay que exigir nunca su sacrificio para establecer la libertad política. De lo cual se desprende que ninguna de las numerosas y muy alabadas instituciones que –en las antiguas repúblicas– perjudicaban la libertad individual, sea admisible en los tiempos modernos”. (Constant. 2013: 90)
La actividad del comercio ha sustituido a la guerra, y destaca la importancia de éste como como la nueva tendencia universal de las naciones que permite incluso la abolición de la esclavitud como símbolo de distinción frente a la Edad Antigua.
Contra el ostracismo ateniense y la censura romana, que otorgaban un poder discrecional a sus soberanos, surge la necesidad de conformar un gobierno representativo, cuya organización permita a la nación hacer descansar sobre algunos individuos lo que no puede hacer ella misma.
El gobierno representativo es el poder que la masa del pueblo le otorga a un número determinado de personas para dirigir el Estado moderno. El nuevo gobierno representativo está obligado a respetar la libertad política y los derechos individuales de las personas y esforzarse por cumplir sus tareas y funciones públicas.
Para que esto sea posible, se debe ejercer entonces la libertad política como instrumento para alcanzar los objetivos superiores de la dignidad humana y así engrandecer y ennoblecer a los individuos y su pensamiento.
Este nuevo gobierno representativo debe permanecer bajo una vigilancia permanente y activa por parte de los ciudadanos, quienes, si fuera necesario, tendrán el derecho a revocar los poderes otorgados a dichos representantes. Constant es enfático al señalar su rechazo a la manipulación del nuevo gobierno representativo sobre los individuos, su rechazo al viejo despotismo manipulador propio de la Edad Antigua, por tanto, la importancia de que existieran límites y restricciones precisas de los ciudadanos frente al poder.
Para alcanzar la libertad moderna se requiere entonces de una plena libertad política, utilizando los conocimientos positivos y las ciencias exactas para enterrar en el pasado el ejercicio de la vieja aristocracia. Los gobiernos modernos no deben ejercer una supremacía arbitraria sobre los individuos, por tanto, los nuevos deberes del gobierno comienzan por respetar la libertad e independencia de los individuos.
Sin duda, el discurso de Benjamin Contant (1767 – 1830) expresa con claridad las diferencias entre el hombre antiguo y el hombre moderno, el concepto de la libertad individual y las características del nuevo gobierno representativo.
Construye su pensamiento filosófico y político sobre la base de la superioridad indiscutible de la Edad Moderna sobre la Edad Antigua, partiendo del desarrollo industrial y comercial de su época y las bonanzas que ofrecía el naciente capitalismo.
Plantea las características que debe cumplir el Estado moderno como garante de la libertad individual de los hombres que por siglos fue sometida a los designios de la aristocracia teocrática. En este sentido asume una posición visionaria al advertir los peligros que tiene otorgar el poder político sin restricciones a representantes que, si no tienen límites y restricciones en el ejercicio de sus funciones, pueden caer en la tentación de ejercer un despotismo autoritario y manipulador como en antaño.
El discurso de Benjamín Constant representa la visión política y filosófica avanzada de su época, una disertación que describe con precisión la diferencia y superioridad de la Edad Moderna sobre la Edad Antigua coma ya se ha dicho.
El capitalismo naciente y próspero de entonces dejaba atrás la estrechez de la aristocracia teocrática, el esclavismo y el feudalismo eran superados por el pujante capitalismo industrial y comercial que ofrecía la libertad individual como signo distintivo a los ciudadanos, sin embargo, existen tres aspectos que a mi juicio y a la luz de los acontecimientos históricos posteriores que muestran la sobrevaloración que Constant del nuevo régimen.
Primero. Cuando afirma que la guerra como instrumento de dominación sería ya innecesaria para satisfacer las necesidades de los pueblos. Hoy podemos afirmar que la guerra sigue siendo un mecanismo de dominación predilecto por el capitalismo moderno para obtener control, dominio y riquezas. Las causas y consecuencias de la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial, habrían dejado sin aliento a Constant.
Segundo. Cuando se manifiesta contrario al despotismo manipulador que podría ejercer el nuevo gobierno representativo sobre los individuos. Tenía razón. Si Constant atestiguara el control y la manipulación política e ideológica que actualmente los modernos gobiernos representantes ejercen sobre los individuos, todos los días a través de todos los medios a su alcance, quedaría quizá atónito.
Tercero. Cuando afirma que el progreso de la civilización, el comercio y la comunicación entre los pueblos deben entenderse como mecanismos para alcanzar el goce privado y la felicidad personal de los individuos, se asoma, a mi juicio, un individualismo extremo, al grado que difiere de la visión social de Rousseau, como si una política de interés colectivo obligadamente fuera contraria a la libertad individual. Pienso que no son excluyentes.
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