Producto de una gran lectura, pueden engendrarse ideas nuevas, análisis varios, distintas maneras de interpretar la vida, diversas formas de contemplar la realidad y, sin duda, una manera más crítica y objetiva de plantarse en ella; sin el afán de parecer muy crítico, digo que la lectura ayuda a vivir otras vidas, ayuda a conocer mucha gente y sin duda le imprime conocimiento del mundo a nuestro cerebro, leer es (disculpando la expresión); tragarse el conocimiento de un bocado, lo que a otros, los autores, les costó largos años de estudio, de preparación y de arduo trabajo, y este es el conocimiento que puede convertirse en el gran aliado de los trabajadores de México, para transformar la realidad de pobreza en la que vivimos, por una realidad más justa y solidaria.
Tal es el caso del buen Julián Sorel y su padre Sthendal. La novela Rojo y Negro, se desarrolla a principios del siglo XIX, posterior al derrocamiento del imperio Napoleónico en Francia y, su lugar de inicio es la provincia imaginaria de Verrieres, situada en el Franco-Condado. La nobleza, como puede verse a lo largo de la novela, teme el regreso de un nuevo emperador, por lo cual hacen hasta lo imposible para erradicar esas ideas insurrectas de su juventud.
La aristocracia, con todos los lujos y privilegios que puede haber, juzgan la pobreza como el mayor cáncer acaecido a los hombres, pero, más que detenerse a analizar el mal y buscarle una justiciera solución, lo que hacen en simplemente tratar de sostenerse en el poder sin echar la mirada hacia atrás y sin ver tampoco a los de abajo. Cabe mencionar, que la bandera de los críticos jacobinos, la democracia, también les parece perjudicial, porque ven en ella la mayor muestra de hipocresía del género humano, en donde se compran y se venden puestos públicos al mejor postor y cuyo escenario solo beneficiaría a los fuertes de la economía, la burguesía ya desarrollada. Es decir, la monarquía se aferra al poder político.
Muchos críticos de hoy, ven en Sorel, ni más ni menos que el prototipo de ambicioso mancebo, avaricioso, que solo ama el dinero más que a cualquier cosa y que estaría dispuesto a emprender la empresa más peligrosa, la más humillante y aún la más utópica, con el objetivo único de cumplir su sueño pecuniario, tras el cual anda, como el conejo tras la zanahoria que pende de su cola. Pero la realidad es más compleja, por eso yo, disto mucho de esa interpretación.
Si bien es cierto que así es en un principio, avaricioso, nuestro héroe durante la novela, dadas las circunstancias tan escabrosas de su vida (su papá era un pobre aserrador doblemente ambicioso que él y que vivía en un mar de pobreza junto con toda su familia), dadas las peripecias que surgen producto del amor (la señora de Rénal y la hija del Marques de La Mole, Matilde), también la educación religiosa que él profesaba y que conocía muy bien (se sabía el viejo testamento de memoria), pero sin duda, su incursión un poco lenta pero segura en la política de su país (esto, porque sus estudios de teología no le permitían a un vicario tener acceso a los libros de la revolución; Diderot, Voltaire, tuvieron que esperar hasta que las circunstancias un tanto atropellas lo llevaron a ellos), nuestro héroe va experimentando una especie de metamorfosis ideológica, toma conciencia de la política, y esto lo inclina a tomar partido por los pobres de Francia, a ellos a los que antes odiaba por ser pobres y por haberlo maltratado tanto, ahora los mira como sus hermanos y esto le inyecta un odio de clase contra la nobleza, un odio digno de mención, dado que es raro encontrar uno igual en la gente del pueblo pobre, que es buena y noble, pero que casi nunca tiene tanta determinación, determinación que sin duda, muchas veces la da el conocimiento.
Julian Sorel tenía un espíritu creador, un espíritu que se había adelantado a su época, que buscaba el progreso, que amaba la libertad y que sin duda, su orgullo, su gallardía le impulsaban el feroz odio contra las posturas fingidas, cubiertas de máscaras, frases huecas, pero rimbombantes; odiaba a esas mujeres y hombres que solo buscaban fama, lujos y que veían como sus más grandes héroes solamente a las castas provenientes de las Cruzadas, héroes irreales, pero que eran de todos sus gustos por tener tanta fama; su temor a Dios, ¡vaya que era real!, pero no era un freno para no desatar sus mezquindades como cualquier ser humano ordinario; Julián se reía de lo inútil de la nobleza, que buscaban su coronación en el ocio más improductivo de todos, solamente la contemplación de sus sueños; las mujeres en canjearse un buen marido, digno de su casta y los hombres en tomar cargos de honor, simplemente por hacerse de fama. Esa es la vida que Julián descubrió en Paris, en 1830.
Pero para conseguir ese primer sueño, tuvo que sufrir demasiado (como solo los pobres estamos dispuestos a hacerlo), pero siempre su inteligencia, su portentosa memoria lo salvaron y lo colocaron en lugares muy dignos de su clase social, siempre luchó Julián contra su fatídico destino, siempre amó la dignidad humana y al final, siempre fue motivado por sus ideales de grandeza.
Julián casi durante toda la novela, representa la más completa inseguridad del mundo, todo lo que dice, todo lo que hace, todo lo que escribe está premeditadamente planeado, los gestos, los ademanes, sus epístolas, su manera tan valerosa de canjearse el amor, el respeto, la admiración y hasta el cariño de todos con los que se presenta; pero así como contra él luchan todos, él lucha contra todos, contra toda la sociedad.
Pero ¡ah!, cómo cambia la realidad en la literatura, tal como cambia en la vida.
Al final, antes de su crimen pasional, defiende su orgullo, su dignidad, y vaya que hubiese podido triunfar, pero, el poder de la locura lo vence. Intenta matar a la mujer que antaño amó y que ahora lo traicionó, no lo logra, pero el suceso queda consumado, intento de homicidio.
¿Qué pasa en este momento de la novela?, ¿por qué lo perdona la Sra. De Rénal?, ¿por qué deja de amar a Matilde?, y ¿por qué le pide a la Sra. ¿De Renal que cuide a su hijo que tendrá con Matilde?
La señora de Rénal que sabe que ha traicionado a su gran amor, lo perdona porque sabe que el intento de homicidio era producto del inmenso amor que le debía Julián a ella, y la amaba porque había sido la única mujer que lo aceptaba aún con toda su miseria. Julián deja de amar a Matilde porque representa solo un sueño y una traición para sus verdaderos sentimientos, aquí se da el mayor desprendimiento de la nobleza, Julián asume su papel de pobre y defensor de los suyos, a pesar de encontrar en Matilde todas las virtudes y todas las lindezas que en una mujer puede pedir un hombre y a pesar de depender tanto de ella, estando en la cárcel a unos días de pasar al patíbulo, él se aleja de ella. ¡Qué muestra de convicción revolucionaria!
Finalmente, Julián quiere que su legado quede vivo, no quiere que muera su hijo, que metafóricamente es su ideal, debe vivir, pero él sabe que intentarán asesinar ese ideal, por eso le pide a la mujer que verdaderamente lo amó, que lo cuide que lo eduque y que le hable de él, su padre, a pesar de todo lo abominable que representa tener un padre asesino y pobre.
Pero esta historia no acaba con la palabra fin al final del libro. En ello consiste su grandeza. Representa la hipocresía, la ambición, la traición, el ocultamiento de los verdaderos sentimientos de una persona, por adoptar una postura fingida, una personalidad “ficticia” que nos beneficie más en sociedad, el hombre no es él mismo, sino producto de la sociedad de su tiempo, pero, al ser producto de esta sociedad no logra ser él mismo, siempre tiene una máscara que oculta su verdadera personalidad.
Así pasa en nuestra sociedad, en nuestra democracia, en nuestros gobiernos y hasta en nuestra familia misma, todo es una gran obra de teatro en donde cada uno adopta la postura “más conveniente”, la que le procure mayores beneficios en la sociedad, el hombre el en Capitalismo no es libre, no es él mismo, sino es el producto de la ideología dominante, como lo era Julián, quien se atrevió a cambian el estado de esas cosas, él que se atrevió a adoptar su propia personalidad fue asesinado.
Pero, Julián Sorel no fue vencido. Dejó plena conciencia de sus actos, fue un caballero soñador que amaba el progreso y que quería trasformar las condiciones de vida en las que hasta ahora había vivido, un hombre que nunca inclinó la cabeza ante los más poderosos, nunca les rindió culto y se vendió a nadie por dinero, todo lo que obtuvo, lo obtuvo con esfuerzo y cuando la sociedad lo acusó de enamorar ambiciosamente a la Señorita Matilde, él, asestó un duro golpe contra las fuerzas reaccionarias, de no haberlo hecho, hubiera aceptado que realizaba un acto tan vil, tan desgraciado, como el que “los críticos” nos quiere pintar sobre la personalidad de nuestro héroe, pero que él, en el discurso de su sentencia de muerte reafirma su postura:
…….
¡ya era un hombre libre!, ya se había liberado de las ataduras de la nobleza, ¡ya era un héroe social, ya el pueblo lo amaba como el héroe que era y que estaba destinado a ser para el pueblo francés!, un hombre de carne y hueso, con debilidades pasionales, con errores juveniles, con sueños pequeñoburgueses en un principio, con individualismo espontáneo, pero que al final, terminaron por despertar la conciencia de clase que en él dominaba. Finalmente, fue guillotinado.
Los antorchistas promovemos que el hombre más que posturas como: “para serlo hay que parecerlo” o “querer es poder”, queremos que los hombres “sean y que puedan”, que desarrollen sus capacidades para no tener que fingir nada en sociedad, para armarnos de conocimientos y de la fuerza necesaria que trasforme -tal como lo intentó Julián-, pero ahora al lado del pueblo, organizados, la sociedad tan viciada, corrompida en la que vivimos, por una sociedad planificada y justiciera, como una madre para todos sus hijos.
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