MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Tokio 2020 y EE. UU. en el imperio de los “otros datos”

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La conversación mundial hoy se mueve en torno a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, un evento deportivo complejo, que se desarrolla en tiempos fuera de lo común en la historia del deporte. Es para todos conocido que estas olimpiadas se llevan a cabo en medio de la pandemia del coronavirus SARS-COV2, suceso que ha impactado en todos los sentidos posibles a todos los rincones del planeta, pero muchos más detalles además de la pandemia han convertido esta contienda deportiva en un suceso particular e interesante.

De entrada recordemos que en las olimpiadas de este año hay un gran ausente en el medallero, al menos de membrete. A finales de 2020, el Tribunal de Arbitraje Deportivo prohibió a los deportistas rusos participar en los Juegos Olímpicos y otras competiciones internacionales bajo su bandera nacional, suceso polémico y calificado como injusto según especialistas en derecho por “hacer pagar a atletas por errores que no cometieron y disuadir a jóvenes de futuros logros deportivos”. Añado también, que estas sanciones dieron un duro golpe en la autoestima de los deportistas rusos, aprovecho la mención del tema, pues al parecer el tema de la salud mental hoy comienza a ganar importancia en la conversación deportiva occidental, no veo porqué no aplique también para los deportistas rusos y el resto de las naciones.

A punto de concluir la participación del Comité Olímpico de Rusia, los soviéticos han calificado las sanciones como “imperceptibles en los resultados”, pues hoy se han colocado en la posición número seis del medallero al llevar hasta el día de hoy, 14 medallas doradas. Aun así, las críticas prejuiciosas, xenófobas y racistas contra los deportistas rusos en medios y redes sociales, no han cesado a lo largo de la competencia, a pesar de ello, los deportistas rusos han brillado con luz propia más allá de las etiquetas. Los resultados están a la vista de todos.

Otro brillante ejemplo en las olimpiadas, sin duda, sigue siendo Cuba, la isla de la que tanto se ha hablado en las últimas semanas por la tensión política en el interior del país, pero que pocos focos atrae respecto a su destacada participación en las olimpiadas y el respaldo de los deportistas cubanos al régimen del partido de Fidel.

La isla caribeña, nuevamente brilla entre los grandes, y muy por encima de casi todos los países latinoamericanos, siendo Brasil, un país con una economía seis veces más grande que la isla, la nación más cercana a Cuba. De los deportistas chapados en oro y gritos de “patria o muerte”, poco se habla. De la superioridad deportiva de Cuba no se dice nada. Tal vez si un artista de Miami hablara la cobertura sería mayor.

China, es hasta hoy, el país triunfador de las olimpiadas, hasta el momento suma un total de 70 medallas: 32 de oro, 22 de plata y 16 de bronce. Con esta combinación de resultados el gigante asiatico se pone por encima de todas las naciones en todos los medalleros del mundo excepto en uno, el medallero personal de los norteamericanos, donde con 91 medallas: 29 de oro, 35 de plata y 27 de bronce, EEUU se ostenta como el país triunfador.

Los aficionados del deporte, y los que no lo son tanto, saben que las posiciones en los medalleros deportivos olímpicos se acomodan de mayor a menor basándose en la cantidad de medallas de oro que cada país obtiene respectivamente, este no es un tema nuevo. Lo nuevo es que periódicos estadounidenses como el New York Times o el Washington Post hayan tomado la decisión de cambiar el criterio de jerarquía para poner al primer lugar del medallero privilegiando la cantidad total de medallas para poner a la cabeza a su propio país.

Y así, al estilo López Obrador, los norteamericanos hoy se alojan en la consigna de los “otros datos” para ostentarse como la nación ganadora de los Juegos Olímpicos. Sorprende mucho que los grandes medios al servicio de la nación que predica con la “libertad” y la lucha contra la “tiranía de las dictaduras”, hoy trate de manipular a su pueblo con prácticas mediáticas tan poco pensadas y mal intencionadas. ¿No es acaso el régimen estadounidense, la cabeza de los críticos de las tiranías?, ¿no se supone que el “mentiroso”, Donald Trump, salió de la Casa Blanca desde principios de año? Pareciera que las críticas a la manipulación no valen si vienen desde Washington, ni menos, si tienen el visto bueno de la Casa Blanca, ¿pero con qué objetivo?

EE. UU. se enfrenta hoy a un enemigo invencible llamado realidad, y en esta realidad juega más de un país. La nación de las barras y las estrellas no goza de la omnipotencia con que se oferta hoy a los ojos del mundo, el desarrollo de países como China o Rusia, y la compleja situación política a nivel mundial provocada por la pandemia, hacen más urgentes que nunca voltear al multilateralismo, a la apertura y cooperación de los países en la solución de problemas fuera del alcance de una sola nación. ¿Cuesta tanto a EE.UU? reconocer su derrota en algo tan sano como el deporte? Parece que sí.

Cuesta mucho separar a la política de las olimpiadas. Todas, a su modo, han dejado una huella en la historia mundial. En este nuevo episodio de “Guerra Fría”, convendría rescatar algunas evidentes enseñanzas. Episodios conmovedores como el de la gimnasta Simone Biles, quien trajo a la palestra el tema de la salud mental nos debería de hacer reflexionar sobre el impacto que medidas impuestas y meramente políticas tienen en el desempeño de los deportistas como en el caso de Rusia.

Desde luego que reconocer la política deportiva en naciones como China o Cuba -gobernados por partidos comunistas- no es un tema menor, pero sí muy poco tratado, priorizar la masificación del deporte invirtiendo en obra pública es una de las tantas medidas que deberían de plantearse como política seria, pues son apenas algunos los intentos por llevar el deporte al pueblo como en el caso del Instituto Deportivo Salvador Díaz Mirón en Veracruz.

Otra de las grandes enseñanzas que deberíamos desprender del caso de los ataques mediáticos y propagandísticos lanzados por EE.UU. exige elevar la discusión en medios y redes. Esto es una invitación a contemplar los detalles con que en sobradas ocasiones se pretende manipular la opinión de los individuos y las naciones para imponer un punto de vista.

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