¿Qué se tiene que hacer para contar con algún servicio básico? ¿Con quién se debe acudir? ¿Por dónde se debe empezar? ¿Se podrá conseguir o será pura pérdida de tiempo?
Son algunas preguntas que se han hecho aquellos que viven en colonias vulnerables, donde la dependencia de las pipas es total y los cables cuelgan por todas partes; donde las calles son apenas transitables y el polvo se mete hasta por los ojos.
El Movimiento Antorchista entró para demostrar que la lucha por el cambio sí es posible si la gente misma se lo propone, se organiza y lucha para conseguirlo, incluso en un lugar donde las esperanzas de contar con servicios básicos eran nulas y los líderes controlados por el Gobierno se oponían a cualquier cambio.
Muchos conocerán comunidades de este tipo. Algunos porque han vivido y conocen en carne propia la frialdad de la pobreza; otros porque están de moda las famosas “campañas de apoyo” que se viralizan por regalar un suéter, juguetes, despensas o simplemente dinero para sentirse realizados por hacer una “gran obra de caridad”.
También están esos comerciales molestos de políticos ensuciándose los zapatos de tres mil pesos al cruzar una de estas calles para hacerse los humildes. Pero si esto no lo hiciera creíble, su discurso sí, sobre todo cuando mencionan “mi casa era de cartón, casi no comíamos; yo también fui pobre”.
Lo malo es que, además de las muecas de desprecio a su pueblo, también los treinta kilos de más los delatan como embusteros.
Una localidad que se hallaba en estas condiciones lleva por nombre Tres Reinas, ubicada en la ciudad de Hermosillo. Es preciso señalar que esta colonia se formó mediante una invasión y llevaba ya quince años viviendo en condiciones deplorables, donde las esperanzas de poder contar con servicios básicos eran nulas.
Cualquiera que se animara a hablar sobre luchar para conseguirlos, inmediatamente era calificado de mentiroso, loco, impostor o de querer aprovecharse de la gente.
Aunado a esto, los “líderes” de la colonia (controlados por el ayuntamiento o el Gobierno del estado) eran los primeros en oponerse a cualquier cambio, pues con los pocos apoyos que les daban mantenían sometidos y amenazados al resto de la colonia.
Este era el panorama cuando el Movimiento Antorchista entró para demostrar que la lucha por el cambio sí es posible si la gente misma se lo propone, se organiza y lucha para conseguirlo.
Al principio, la situación fue muy complicada, pues sólo una decena de personas hizo caso al llamado. Reunidos bajo un mezquite, se les planteó que lucharan con nosotros para mejorar realmente sus condiciones de vida.
Se les explicó que en el país son cientos las colonias que se encuentran en esas condiciones y en las que el pueblo trabajador vive; por tanto, nuestra organización se encontraba en todo el país representando a esas masas populares olvidadas por el sistema.
Se propusieron tres demandas urgentes por resolver: la regularización, la electrificación y el agua potable. El primer logro fue conseguir pipas que surtieran agua a los tambos de las diversas familias.
Detrás de ellas, iban compañeros invitando a los beneficiarios a que se acercaran a nuestras juntas. De esta manera, se formó un contingente de 30 personas con el que se empezó la tarea de conseguir las demandas mencionadas.
Se acudió al ayuntamiento para buscar la regularización, donde lo primero que se nos comentó fue: “Ya tenemos reuniones con los líderes de la colonia, con ellos nos dirigimos”.
Como la respuesta fue negativa, programamos un mitin para que realmente se nos escuchara. De esa manera, pudimos plantear nuestras inquietudes y entendimos que el proceso de regularización iba a ser tardado, pues se argumentaba que no tenían los suficientes recursos para atender la petición, ya que se debía comprar el predio a un ejidatario.
Lejos de desanimarnos, acudimos a la CFE para que se nos diera un proyecto de electrificación, y de esa manera poder presionar al ayuntamiento para que aceleraran el proceso de electrificación.
No es de sorprenderse cuando algún funcionario importante te recibe por primera vez. Te atienden de diez, te escuchan y dicen “sí” a todo lo que dices; llaman a todos los implicados para demostrar que él es el jefe, y cierran diciendo “acá es su casa, siempre que vengan los recibiremos con gusto”. Pues bien, eso nos pasó con la comisión de electricidad.
Pasando el lapso estipulado por ellos, volvimos a acudir; sin embargo, en esta ocasión, las puertas estaban cerradas, no se encontraba nadie y, por tanto, nadie podía atendernos.
Ante este comportamiento, realizamos muchos mítines, en varios de los cuales ya nos esperaba la Policía con las puertas cerradas. Sin embargo, la insistencia, la lucha y la perseverancia nos dieron resultados, y conseguimos el proyecto de electrificación de las Tres Reinas.
Lo que viene después es todavía mucho más entretenido: se redactarán los frutos que dio la lucha de los humildes de Las Tres Reinas organizados en Antorcha. Por tanto, amable lector, te pido, con la paciencia que te caracteriza, que esperes la segunda parte.
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