Una vez más, la Franja de Gaza se ha teñido de sangre. La noche del domingo fue una de las más violentas vividas en años en este pequeño territorio palestino, con decenas de ataques aéreos israelíes que dejaron cientos de muertos, incluyendo niños. Imágenes desgarradoras de padres llorando sobre los cuerpos sin vida de sus hijos inundaron las redes sociales, mientras las sirenas no dejaban de sonar advirtiendo sobre nuevos bombardeos.
Es el capítulo más reciente de una historia de dolor que lleva décadas escribiéndose. Desde la creación del Estado de Israel en 1948, cuando cientos de miles de palestinos fueron expulsados de sus hogares, la población de Gaza ha sufrido incontables masacres y abusos a manos del poderoso ejército israelí. Solo en la guerra de 2014 murieron más de 2,200 palestinos, en su mayoría civiles, mientras que decenas de miles quedaron heridos y más de 500,000 personas tuvieron que abandonar sus hogares.
Pese a la abrumadora evidencia, Israel insiste en presentarse ante el mundo como una víctima que solo se defiende de los brutales ataques de Hamas. Pero los hechos muestran una realidad muy distinta: la de un Estado militarmente poderoso que somete sin piedad a una población civil indefensa, negándole derechos básicos y convirtiendo a Gaza en una gigantesca prisión a cielo abierto.
Mientras Hamas lanza cohetes caseros que rara vez impactan blancos de importancia, Israel cuenta con uno de los ejércitos más avanzados tecnológicamente, financiado y equipado por Estados Unidos. Gaza no tiene refugios antiaéreos ni sistema de defensa capaz de proteger a la población de los letales misiles israelíes. Sus hospitales colapsan ante la avalancha de heridos, mientras escasean los medicamentos más elementales.
El desequilibrio de fuerzas es tan abrumador, que resulta absurdo hablar de un "conflicto" entre dos partes. Lo que ocurre en Palestina es la opresión brutal de un pueblo por parte de una maquinaria bélica implacable. Y lo más indignante es la complicidad de occidente con estos crímenes.
La doble moral de Estados Unidos y Europa es bochornoso. Mientras imponen fulminantes sanciones a otros países por violar los derechos humanos, guardan un silencio sepulcral y proveen armas de destrucción masiva a Israel para que siga masacrando impunemente a los palestinos.
Occidente habla de "legítima defensa" cuando Israel bombardea inmisericordemente a Gaza, pero grita "crímenes de guerra" si Rusia ataca objetivos militares en Ucrania. Exige un "alto al fuego inmediato" a Hamás, pero no pide lo mismo a Israel. Critica a Putin, pero calla cuando Netanyahu o la ultraderechista Meloni se encargan de hacer la vida imposible a los palestinos.
Este cinismo e hipocresía resultan insoportables. No se puede hablar de derechos humanos y democracia mientras se permita que un régimen como el israelí masacre a diario a un pueblo indefenso, solo por el "pecado" de existir. Menos aun cuando ese régimen actúa como brazo armado de occidente en la convulsionada región de Medio Oriente.
Es hora de que la comunidad internacional entienda que no habrá paz mientras no se haga justicia en Palestina. Israel debe poner fin a la ocupación, al bloqueo criminal de Gaza y a la constante expansión de asentamientos en Cisjordania.
Occidente debe dejar de estar del lado incorrecto de la historia. Debe condenar con firmeza la barbarie israelí, exigir el cese inmediato de los bombardeos sobre Gaza y amenazar con sanciones reales si no se detiene la masacre. Solo cuando Israel sea tratado como el Estado apartheid que es, habrá un poco de paz para el pueblo palestino. Mientras esa actitud hipócrita perdure, la pesadilla y el baño de sangre continuarán.
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