En declaraciones recientes de la titular de Seguridad Pública, Rosa Isela Rodríguez, admitió que el pasado mes de agosto quedó registrado como el peor mes de la administración de López Obrador en materia de feminicidios, pues sucedieron 107 que sumados a los que ya iban en julio alcanzaron una cifra de 671 víctimas en lo que va del año.
A su vez, en Morelos la fiscal especializada en delitos de feminicidio, Fabiola García Betanzos, señaló que el estado ocupa el primer lugar por asesinatos de mujeres (Agencia Quadratín), que hasta ahora suman 21 víctimas en el año (muy cerca ya de los 35 registrados el año pasado), lo que representa una tasa de 2 feminicidios por cada 100 mil mujeres, la más alta en el país.
Si a estos datos agregamos los homicidios dolosos de mujeres en todo el país resulta que el promedio diario de víctimas de la violencia feminicida es del orden de 10 personas, con una estimación de casi 300 homicidios al mes y más de 3 mil al año de mujeres fallecidas (Secretariado Ejecutivo del SNSP).
Sin embargo, el problema es más grave si consideramos los casi cien mil muertos por la violencia, a partir de que tomó posesión el actual presidente, a razón de más de 35 mil muertos por año, lo que representa una cifra escandalosa de casi 100 muertos diarios, cantidad que no se había alcanzado en gobiernos anteriores, tan criticados por el mandatario.
Así las cosas, resulta evidente que la política de seguridad pública promovida por el presidente de “abrazos no balazos” ha sido un rotundo fracaso por donde quiera que se le vea. De nada sirvió la creación de la Guardia Nacional y la intervención del ejército en labores de seguridad pública. No cabe duda de que la violencia es una de las tres plagas principales que azotan a los mexicanos, las otras dos son la economía y la pandemia.
La violencia rampante se ha extendido y profundizado en el país en los tiempos de la 4T y, por añadidura, también el feminicidio ha crecido a la par, aun cuando el movimiento feminista ha exhibido a las autoridades judiciales y visualizado a las víctimas no ha logrado detener la violencia femenicida. Y ¿qué hacer ante la indolencia y la ineptitud del gobierno federal y estatal para combatir la violencia? No sólo son armas ni reformas a la seguridad pública, tampoco las acciones de inteligencia son suficientes.
El problema de fondo que no se atiende es el combate frontal a la pobreza y la marginación en la que están sumidos más del 70% de la población mexicana. La solución a esta problemática existe, pues economistas renombrados señalan que lo primero e indiscutible es la creación de empleos bien remunerados para que la gente tenga que comer, vivienda digna, salud, educación, etc.
Por otro lado, para atender las necesidades múltiples y prioritarias del país se debería incrementar los ingresos del erario público por la vía de una reforma fiscal progresiva en la que pague más quien gane más; finalmente, redistribuir el ingreso nacional para impulsar el desarrollo del país y elevar la calidad de vida de todos los mexicanos.
Por este modelo económico básico pugna el Movimiento Antorchista a nivel nacional y ahí donde ha gobernado a nivel municipal lo ha puesto en práctica, en la medida que lo permiten las circunstancias. En consecuencia, para hacerlo realidad se requiere mover al país entero y, en especial, de la participación de un pueblo consciente y organizado que pueda tomar en sus manos las riendas de la nación. A esa noble y elevada tarea vamos a sumarnos todas y todos con entusiasmo y determinación para crear un gran torrente de fuerza humana que cambie de raíz el estado actual de cosas, y así elevar a México a un país próspero, de paz y generoso con todos sus hijos. Es un sueño, lo sé, pero de esos que valen la pena luchar.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario