La sombra de la guerra que se libra en Ucrania se extiende y amenaza a todos los pueblos del mundo porque si Rusia sigue siendo acosada por los afanes imperialistas estadounidenses, entonces, la carrera militar tomará nuevo impulso y, como ocurre ya y ha ocurrido siempre, los pueblos pagarán con hambre, dolor y muerte. El alto a la guerra en Ucrania depende de los Estados Unidos. Hay que alzar la voz para que Estados Unidos saque las manos del conflicto en Ucrania y que sean los pueblos ucraniano y ruso los que fijen los términos de la convivencia que les permitan desarrollarse.
En México el pueblo también está sufriendo los embates de una crisis, aunque ésta de carácter económico. En estos días se difundió un video del presidente en el que declaró a los periodistas que lo acompañaban en un recorrido por el Palacio Nacional, que al cabo de su sexenio considerará cerrado su ciclo y dejará de participar en la vida política y hasta en la vida pública del país. Esto habrá que verlo. Si bien la imagen del presidente que proyecta en el video, acorde con el mensaje, es la de un hombre que, aunque vive de glorias pasadas y ha llegado al final de sus fuerzas al declarar “ya no puedo más”, considera cumplida su misión de haber sentado las bases del cambio que prometía una sociedad en la que primaran los intereses de los pobres.
El que el ciclo esté cerrado es así. La 4T no tiene nada nuevo que ofrecer ni como explicación de los gravísimos problemas que padece el país, y mucho menos como soluciones. Su narrativa y acciones están agotadas, sin que eso signifique ni mucho menos que los problemas de pobreza, violencia, salud, etc. que padece la mayoría de los mexicanos se hayan aliviado o estén en proceso de solucionarse.
La narrativa de la 4T y del presidente ha estado particularmente basada en su consigna de combate a la corrupción. Sostienen que es la corrupción la causa fundamental de la pobreza y la desigualdad que vive nuestro país. Con la mitad del sexenio avanzado, el presidente y sus aduladores, afirman que la corrupción está erradicada una vez que los “intermediarios” han sido eliminados del esquema de gobierno mediante la entrega de los apoyos en dinero constante directamente a los beneficiarios.
La otra parte de la narrativa, aunque muy próxima a la anterior, es la que enarbola como principio fundamental de gobierno la austeridad. Con el lema de que no puede haber “gobierno rico y pueblo pobre” el gobierno de la 4T ha limitado los salarios de buena parte de los trabajadores gubernamentales y ha despedido a otra. El resultado de esta medida es que hoy la administración del tesoro público se halla más concentrado en manos del gobierno federal que antes.
Y con esta explicación es que se han empleado miles de millones de pesos en los programas de transferencias monetarias directas; pero la pobreza en México ha crecido y se ha profundizado. La desigualdad se ha disparado pues mientras que los trabajadores se hallan asolados por el desempleo y la precariedad laboral, los hombres más ricos de México vieron multiplicar sus millones en medio de la crisis de nuestra economía. La austeridad ha servido, más que para reorientar el gasto del llamado “gasto corriente” al gasto social o de inversión, para recortar los recursos a los otros niveles de gobierno que así, podían atender demandas más locales y específicas.
A despecho del presidente y la 4T, la realidad ha mostrado que no es tan simple como la lectura que se hace de ella y que, para que el problema del desarrollo económico y de combate a la pobreza en México se resuelvan. No basta con el deseo y buena disposición del presidente en turno, aceptando sin conceder que este sea el caso del presidente Andrés Manuel. Urge una política de redistribución de la producción, urge acabar con la desigualdad y la pobreza; para ello hace falta entender sus causas más profundas y construir la fuerza que las destruya, esta fuerza no puede ser otra sino la suma de los pobres mismos en marcha en pos de su redención.
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