Al final, el presidente Andrés Manuel López Obrador, que siempre tiene otros datos, como es su costumbre, en el Tercer Informe oficial de Gobierno y el décimo de su administración, pues los programa cada que politicamente le conviene (en marzo para informar avances del trimestre, en julio para celebrar el aniversario de su triunfo, en septiembre para informar el estado que guarda la nación y luego en diciembre para celebrar su toma de protesta como presidente), en promedio cada tres meses, ofreció un mensaje para detallar el estado que según él guarda la nación.
¿De dónde sacó sus siete indicadores que pomposamente calificó récords históricos? Sólo él sabe pues, como siempre; sus datos no corresponden con la realidad. En lo único que tiene razón y hay que reconocerlo, es en el incremento al salario mínimo, que pasó de 88.36 a 141.70 pesos diarios, que presumió, alcanza para comprar 7.7 kilogramos de tortillas en lugar de 5.8 cuando llegó al gobierno, y el incremento de las remesas, que, según el Banco de México, alcanzaron 4 mil 540 millones de dólares. ¿Pero, el salario es sólo para comida? ¿Y, la dieta de los mexicanos sólo consiste en tortillas? ¿Cuál ha sido el esfuerzo y la aportación del presidente para incrementar las remesas, aparte de empobrecer más a los trabajadores mexicanos, obligándolos a salir a buscar trabajo o la muerte en los Estados Unidos?
Por razones de espacio comentaré dos aspectos que evidencian la falsedad del informe del Gobierno morenista. El presidente ha insistido que su administración no ha crecido la deuda pública, pero todos los analistas económicos y la propia Secretaría de Hacienda y Crédito Público afirman que en noviembre de 2018 en que tomaron el poder, la deuda pública era de 10.7 billones y en informes que Hacienda entregó al Congreso de la Unión al termino de julio, la deuda total del sector público era de 12.4 billones de pesos, es decir, la deuda aumentó en 1.7 billones de pesos en este lapso. En términos de su proporción en el PIB, la propia Secretaría refirió en un comunicado del pasado 30 de agosto que en 2018 era de 46%, mientras que su estimado para el cierre de 2021 llegará a 49.7%.
Y aunque todas las mentiras de los gobiernos son indignantes por hacerlo desde el poder, con alevosía y premeditación para manipular y engañar a los mexicanos, indigna de manera especial que se haga a costa de la vida de la población indefensa. López Obrador para justificar e intentar librarse de su irresponsabilidad del contagio y muerte de miles de mexicanos insiste en que hay signos alentadores de recuperación de las crisis sanitaria y económica, como dijo en su informe presentado el 1 de septiembre pasado.
En cuanto a nuestra actuación, dijo: “hemos hecho todo lo que humanamente es posible para enfrentar esta pandemia y salvar vidas. Es público y notorio que informamos y respondimos a tiempo, que levantamos con oportunidad el sistema de salud pública, que estaba en ruinas. No titubeamos en destinar recursos a la atención de la pandemia. En 15 meses, el presupuesto de salud se incrementó en 70 mil millones de pesos. Se reconvirtieron y equiparon hospitales; se contrató y capacitó a más de 70 mil trabajadores de la salud; se logró que ningún enfermo se quedara sin una cama, equipo de respiración o personal de salud; aun cuando en estos sensibles y tristes acontecimientos no es correcto hacer comparaciones, me limito a decir que nuestro país no está colocado, ni en América ni en el resto del mundo, en los primeros lugares en mortalidad por covid”.
Ninguna duda cabe que, a mitad del camino, como López Obrador tituló “su libro”, estamos peor que al inicio. ¿De verdad no titubearon en destinar recursos a la atención de la pandemia, ningún enfermo de covid-19 se quedó sin una cama, sin equipo de respiración y personal de salud que los atendiera? Demasiado cinismo es el suyo afirmar lo anterior cuando hemos visto a través de los medios de comunicación el gran sufrimiento y desesperación cómo miles de personas han muerto a las puertas de los hospitales sin ser atendidos, y cinismo mayor es aún afirmar que nuestro país no está colocado, ni en América ni en el resto del mundo, en los primeros lugares en mortalidad por covid-19” a pesar de ser el cuarto país con mayor número de muertos en el mundo.
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