MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Actividad cultural de Antorcha y la unidad de los pueblos

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Dicen que la Cultura es un lenguaje universal; y lo es en más de un sentido. No solo se trata de la capacidad universal de los seres humanos de sensibilizarse ante alguna expresión artística, independientemente de la diversidad cultural en que se ha ramificado la sociedad humana, tras años de evolución social en lo que hoy pareciera que nos divide, pues nos caracteriza y, en ese sentido, nos diferencia de las otras culturas, de manera que, como solemos decir, tal vez sin compréndelo bien, estemos orgullosos de ser lo que somos, mexicanos, por ejemplo, en nuestro caso, y decir, como dicen algunos, que nos enorgullecen nuestras raíces prehispánicas, aunque muy pocos las conocemos y valoramos de verdad.

El proceso de perfilamiento de las diversas culturas, después de que los grupos se dispersaron geográficamente por el planeta y siguieron una línea propia de desarrollo, el ulterior proceso que ha dado origen al caleidoscopio de expresiones culturales que caracterizan a los pueblos tales como el lenguaje, el vestido, los hábitos y tradiciones, las manifestaciones artísticas y emocionales tales como la literatura, pintura, baile, música, canto, tan diverso y rico como la misma naturaleza humana, resultado de la conjugación de nuestra individualidad en lucha con y hasta contra el colectivo que nos ha formado, y gracias al cual vivimos y tenemos identidad ¡hay de aquel que reniegue de sus raíces! El proceso de diversificación, que estudia la antropología y otras ramas de las ciencias naturales y sociales, no ha podido ocultar una verdad incontestable; somos una sola especie humana en un mundo que nos exige cada vez más que le demos más importancia a nuestro origen único que a nuestra diversidad. 

Hoy, la sociedad está dividida, como resultado no de esta misma diversidad cultural, sino de la separación de la sociedad en clases sociales, con la aparición de la propiedad privada, el desarrollo de la capacidad productiva de los hombres, de manera que el hombre se tornó capaz de producir bienes en una cantidad mayor a la que necesita para sobrevivir, y con ello surge la posibilidad de que unos vivan del trabajo de otros, la explotación del trabajo ajeno, la separación de los hombres según la cantidad de bienes de consumo, de riquezas, que posee cada vez más acentuada hasta llegar a la inconcebible situación actual en la que el 10 por ciento más rico de la población mundial posee el 76 por ciento de toda la riqueza, mientras la mitad más pobre apenas posee el dos por ciento. 

Esta, que es la verdadera división de la sociedad, también se refleja en la desigualdad de las naciones, pues ese mismo informe reveló que la desigualdad ha aumentado considerablemente en la mayoría de los países durante las últimas dos décadas. La brecha entre los ingresos medios del 10 por ciento más rico y el 50 por ciento más pobre de las personas en el interior de los países prácticamente se ha duplicado, al pasar de ser 8,5 veces mayor a 15 veces. 

No obstante, la desigualdad entre países ha disminuido, pues la brecha entre los ingresos medios del 10 por ciento más rico de los países y los ingresos medios del 50 por ciento más pobre se redujo de alrededor de 50 veces a un poco menos de 40 veces, esto como fruto de una etapa de comercio internacional globalizado, con un flujo de mercancías y de materias primas baratas, que fue testigo del ascenso de las economías emergentes de Oriente: China, La India y Rusia, entre otras, que han llamado los especialistas “un mundo de baja inflación”, y que está terminando, tal vez definitivamente, debido a la crisis que provocó la pandemia y, sobre todo, a los intentos de los oligarcas más poderosos, esos mismos que poseen las tres cuartas partes de toda la riqueza, y que no aceptan su derrota en el mundo globalizado y promueven las guerras comerciales, los bloqueos y las sanciones para destruir esas mismas cadenas productivas y de comercio que permitieron el desarrollo de las economías emergentes, someter y castigar su osadía, y consolidar su propia hegemonía, aún a costa de la miseria, del hambre de millones de seres humanos, la guerra y de una inflación sin precedentes, completamente premeditada, cuyo único fin es incrementar la ganancia de los capitales mundiales y entorpecer el desarrollo de las naciones rebeldes.

No hay duda, y nos lo vuelve a confirmar la testaruda realidad de hoy, las diferencias que de verdad fraccionan al mundo no son culturales, no son las nacionalidades ni las fronteras, sino las clases sociales, las diferencias entre ricos y pobres y el dominio de aquellos sobre estos bajo las formas más inhumanas y viles que permite la imaginación más enferma. Y que lo diga si no, los intentos de los imperialistas de mantener su dominio sobre el mundo a través de impulsar a grupos neonazis, que en realidad son los mismos nazis de siempre, a quienes los imperialistas de Estados Unidos (EE. UU.) e Inglaterra protegieron desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, entrenaron y usan hoy como esquiroles en todo el planeta para sus fines aviesos de dominio, sin importarles su ideología irracional, ultranacionalista y criminal, capaces de perpetrar los peores homicidios, como se ha visto en la historia de la humanidad con el holocausto y todas las campañas de limpieza étnica, que pretendieron y pretenden desaparecer a otras etnias, con toda su cultura, y su extinción física, cuya brutalidad deja mudo aún al mundo racional. 

No existen razas superiores e inferiores, al hombre no lo divide la raza, ni menos la cultura, pues la diversidad cultural tiene como origen, por simple complementación, la unidad de los pueblos y culturas por su origen, ampliamente demostrado por esos mismos estudios antropológicos. 

Por ello, es importante que el pueblo mexicano entienda que, aunque sí debemos sentir orgullo y arraigo por lo nuestro, por nuestras raíces, debemos comprender que la más profunda de esas raíces nos une a todos los pueblos del planeta y que, además, nos une a ellos principalmente, nuestro origen de clase, pues la clase trabajadora de todo el planeta es una sola y su verdadero opuesto es la clase explotadora mundial que la oprime, persigue y explota. 

Debemos condenar todas las formas de racismo, de ultranacionalismo, de división ilusoria de los pueblos y las culturas, y hermanarnos con esos mismos pueblos de todo el mundo, pues ellos son nuestros verdaderos hermanos y hoy los necesitamos para hacer frente a los intentos criminales de los poderosos por ahogar en sangre al nuevo orden mundial, que asoma modestamente en los intentos de proponer y establecer un mundo multipolar que respete el derecho de todas las naciones a su independencia, a su ulterior desarrollo, a su existencia y aporte a la historia universal de la humanidad, como legado a nuestras futuras generaciones.

Por ello, no es exagerado decir que el VI Concurso de Folclor Internacional, que organiza el Movimiento Antorchista Nacional, y que se realizará el domingo 23 de octubre, de manera presencial, a partir de las 10:00 horas, en las instalaciones del Teatro Macedonio Alcalá de la Ciudad de Oaxaca, en la que participarán compañías y ballets de todo el país con cuadros de danza o baile folclóricos, pero de las demás naciones del mundo, como un modo de promover entre los asistentes el gusto y el aprecio por las expresiones culturales de otros pueblos, no solo como placer y gusto de apreciar las creaciones de esos pueblos, sino para fortalecer esa idea de unidad y hermandad que puede ser, en las condiciones que acabo de describir arriba, desde mi modesto punto de vista, la fuerza que permita evitar el ascenso del ultranacionalismo y la esclavización de los pueblos, y su persecución despiadada, o el intento de los imperialistas de desatar el armagedón nuclear del que no hará cultura ni ser humano que sobreviva, de manera que, aportamos así, sin exagerar, a la salvación misma de la humanidad.

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