Son múltiples y muy graves los problemas por los que atraviesa actualmente el país, que van desde los económicos como la carestía, falta de empleo y pobreza generalizada de las grandes masas, hasta los de salud pública por exceso de muertes debidas a las deficiencias en el sistema de salud, la falta de medicamentos, asesinatos; los sociales como la inseguridad, la desigualdad; los políticos como la extrema polarización entre los mexicanos, falta de rumbo claro en el tipo de país y modelo de desarrollo que se busca; jurídicos como el pleito con la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que implican el embate contra la división de poderes, aprobación de leyes a modo y al vapor, que han sido ocasionados por el gobierno en turno, sin ningún género de duda.
Eso hace necesario que la población, sobre todo la de escasos recursos económicos, la que siempre ha resentido y resiente, en carne propia, los efectos negativos de las malas políticas implementadas desde el gobierno, centre su interés y su acción en cambiar el sistema de cosas a su favor, pues son ellas, en un sistema como el nuestro, dominada por el gran capital, las que siempre pierden aunque a veces así no lo parezca; en remover el modelo económico que es, en última instancia, la causa primera y fundamental de la situación de pobreza que padecen.
Me explico; de tiempo se sabe que es la estructura económica, es decir, la forma en que se organiza la sociedad para producir los bienes materiales que necesita para vivir, la que determina, en última instancia, todo el universo de relaciones humanas que surgen a partir de ese punto; esto es, que el modo de producción objetivo (ser social), determina en última instancia a la conciencia social (superestructura) que engloba no sólo la ideología y la esfera jurídico política, sino también la cultura y el resto de relaciones humanas que la sociedad, en su desarrollo, ha tenido que establecer con base en su crecimiento y complejidad.
Pero también se sabe, desde entonces, que este en última instancia, implica una relación dialéctica entre estructura y superestructura que implica que ésta su vez influye a la estructura, de donde se sigue que la influencia es de ida y vuelta, y la diferencia es de grado y de ubicación en el punto de partida de la relación. Esto tiene la mayor importancia, puesto que las masas deben de saber que su pobreza depende de aquella (de la estructura económica) por lo que, si ésta no se modifica, no se puede terminar con la pobreza, que dicho sea de paso, no es sino el reverso de la moneda que del otro lado tiene como cara la concentración de la riqueza en pocas manos y, entonces, ambas dependen de la forma en que se realiza la repartición de la riqueza social, y quien le diga otra cosa, aunque le dé dinero en pequeñas cantidades, la está engañando vilmente.
Es importante saber, junto con lo anterior, que este cambio estructural, la modificación de las relaciones establecidas entre los hombres precisamente en el proceso de producción, que es al mismo tiempo, en esta etapa del desarrollo social, también y al mismo tiempo proceso de valorización de los productos del trabajo llamados mercancías, no se puede llevar a cabo (salvo excepciones) de manera directa, pues lo complejo de la sociedad actual y el sistema de relaciones que en ella existen hoy en día lo obstaculizan objetivamente; y entonces hay que hacerse cargo de que es necesario empezar por el final, por la parte última del fenómeno, para llegar a su raíz y transformarlo, esto es que primero hay que conocer bien el funcionamiento social y hacerse consciente de lo indispensable de su organización con base en la comunidad de intereses como clase trabajadora y pobre (ideología), para poder llegar democráticamente a la cumbre de la toma de las decisiones políticas y participar en ella de manera activa (política), para desde allí, con la ley en la mano adecuada a los intereses de la sociedad entera (jurídica), impulsar el desarrollo económico sostenido, capaz de producir suficiente riqueza, creando a su vez los mecanismos eficientes de repartición de la misma, de tal manera que fluya para todos de manera equitativa y justa, garantizando mínimamente una vida modestamente acomodada como la que han logrado países de avanzada, como es el caso del ejemplo chino en la actualidad.
Vistas así las cosas, está claro que la salida del problema no está hacia atrás, hacia el pasado, de donde venimos, aunque antes las cosas estaban menos peor que con la 4T; sino hacia adelante, con Antorcha, en torno a la cual el pueblo debe agruparse si quiere, en serio, acabar con la pobreza en México.
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