MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Alegoría de la CDMX en una canción

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Cuando usted escucha una canción, amable lector, esta puede llevarle a varios momentos, recuerdos que se han grabado ya sea por la presencia de la canción en una circunstancia específica o porque es esta misma la que evoca en usted momentos similares al que vivió el autor en su composición. Es casi un lugar común el escuchar a alguien diciendo “parece que esta canción la hubieran compuesto para…” y el momento o persona a la que se le evoca.

El arte tiene ese gran poder, el traducir los sentimientos a través de sus movimientos, sus letras o, en este caso, a través de sus notas musicales. Y ese paralelismo con sentimientos universales crea identificación con varias obras artísticas.

Pero aún cerca de esta idea, también existen canciones que guardan sempiternamente un momento histórico, la guerra, por ejemplo, o que describen tan detalladamente un paisaje que se vuelven una fotografía a la que de vez en cuando uno suele regresar para volver a ver lo que antes era… Un pueblo, una casa, una ciudad…

Cuando las canciones, por ejemplo, tratan de describir la hermosura de una mujer se habla de sus ojos, su cabello, su tez, y se hace un símil que nos dice, por ejemplo, cuál era el color de sus ojos, el largo de su cabello, la tersura de su tez. Si habláramos por ejemplo de la canción Menudita de Tata Nacho, podemos encontrar estos símiles: “Menudita, como flor del campo, con sus ojos grandes de capulín, esbeltita como una varita de nardo fragante, al amanecer”. Sólo en estos pequeños versos encontramos la esbeltez de la mujer, el color y tamaño de sus ojos e incluso el aroma que despedía.

Así también encontramos canciones que entregan una fotografía de lo que es o pudo haber sido un sitio, como la Ciudad de México (CDMX). Existen varias canciones que hablan pues de sus distintas delegaciones, una de las más sobresalientes, sin duda la que le compone Agustín Lara a Xochimilco que nos refleja la fauna de su alrededor, las bellas trajineras y el viaje entre chinampas que le dan el colorido a este sitio tan emblemático. Pero pocos podrían atinar a que a la persona a la que me refiero en esta ocasión es al recordado por el cine cómico mexicano, “Chava Flores”.

No es mi intención (en esta ocasión) profundizar en su legado y obra, sino referirme a una canción en específico Mi México de ayer que, además de poseer una gran belleza, refleja (tal vez no con mucha intención del autor) lo pintoresco de la ciudad y un momento histórico que marca el desplazamiento de la unidad de producción de la tierra a las grandes industrias, desplazando también a los trabajadores del campo a tener que aceptar la demanda de su fuerza de trabajo o a ocuparse de otros oficios, por ejemplo los empleados domésticos (Aquí también hizo un gran trabajo Tata Nacho pues su Borrachita no es una apología a la bebida, sino el reflejo de los abusos que sufrían las empleadas del hogar al tener que aceptar las órdenes de los patrones).

Comienzo con la canción: “Una indita muy chula tenía su anafre en una banqueta”. Aunque la intención del autor es claramente introducirnos a la historia que envuelve a su canción y la nostalgia por el México que éste había vivido, en esta primera frase encontramos esa imagen antes mencionada, cómo la gente del campo tiene que buscar nuevas formas de emplearse en la ciudad, en el comercio, por ejemplo.

La canción al final nos deja una fotografía de cómo era la CDMX y cómo anhela el autor regresar la vista a ver Mi México de ayer y, sin embargo, nos regala una clara escena de la vida del pueblo pobre que, tampoco dista mucho de la actual.

“Al salir de mi casa, compraba un quinto para la escuela”, frase que refleja cómo la moneda que se usaba en aquel momento y cuya denominación bastaba para comprar los dulces típicos “gorditas de nata, piloncillo y canela…”, “rica capirotada, tejocotes en miel y a la noche, un atole tan champurrado que ya no hay de él…”

Y ¿cómo era la ciudad?: “Empedradas sus calles, eran tranquilas, bellas y quietas, los pregones rasgaban el aire limpio: vendían cubetas, tierra pa’ las macetas, la melcocha, la miel, chichicuilotes vivos, mezcal en penca y el aguamiel”.

Aquí encontramos no solamente las características físicas del sitio, sino que podemos identificar claramente que la CDMX era un centro para la venta de mercancías que bien venían de Hidalgo y Veracruz, tal vez, al saber las cosas que ofrecían.

También podemos observar el orgullo patrio reflejado en el respeto que se tenía por el ejército “al pasar los soldados, salía la gente a mirar inquieta, hasta el tren de mulitas se detenía oyendo la trompeta”, aquél, el tren de mulitas, era una especie de tranvía traído por Porfirio Díaz pero que, al no contar con los medios para hacerlo funcionar como en Europa, se optó por hacerlo tirar por las mulas de carga y fue también durante mucho tiempo un símbolo del transporte en la CDMX.

El orgullo patriota es reflejado también en otras obras musicales, recuerdo bien que Puccini, en la Bohème, hace una alegoría al gran respeto y emoción que sentía la gente al observar a los soldados, en la ópera se aprecia la algarabía y, a coro, salen todos a saludarlos.

La canción al final nos deja una fotografía de cómo era la CDMX y cómo anhela el autor regresar la vista a ver Mi México de ayer y, sin embargo, nos regala una clara escena de la vida del pueblo pobre que, tampoco dista mucho de la actual.

Seguramente hay aún más características que pueden ayudarnos a descifrar a la Ciudad de México, y que dentro de las canciones de nuestra música popular también se hayan guardadas ¡Todos pues, prestos a escuchar!

“Estas cosas hermosas, porque yo así las vi,

ya no están en mi tierra, ya no están más aquí,

hoy mi México es bello, como nunca lo fue, pero…

Cuando era niño, tenía mi México un… no sé qué…”

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