Cuando hablan en algún foro los funcionarios, políticos, empresario y líderes sindicales sobre la grave crisis económica y social que estamos padeciendo desde hace 18 meses, se expresan en nombre de todos mexicanos como si estuviéramos enfrentando esta terrible realidad económica en las mismas condiciones materiales que ellos, pero desgraciadamente no es así; vamos en el mismo barco, pero no en el mismo lugar, ni con las mismas condiciones económicas. El alza de los precios ha golpeado el bolsillo de los trabajadores y sus familias, principalmente en los productos de la canasta básica, durante el periodo que vamos de la pandemia, nadie dice nada, ni la Profeco, ni los funcionarios encargados de la economía del país, porque según ellos vamos “requetebién” y estamos “felices, felices, felices”. Todos guardan silencio sepulcral porque no conviene a sus intereses políticos y económicos hablar de este tema, aunque el pueblo se esté muriendo de hambre, literalmente.
Un problema económico y social muy serio, que en estos momentos está golpeando severamente el bolsillo de los millones de trabajadores y sus familias en todo el país, es el alza de precios de los productos básicos que consumimos todos los días. Los precios han estado en aumento y los salarios no han aumentado, por eso, con el mismo o idéntico salario que recibían hace un año los trabajadores no pueden comprar la misma cantidad de productos el día de hoy. El salario ha perdido poder adquisitivo en un 4.8% en lo que va del año 2021, esto afecta directamente al bolsillo y la alimentación de los mexicanos, problema que solo vino agravar la pandemia, pero que ya existía desde antes. Todos sabemos que la alimentación de la mayoría de los mexicanos es precaria: productos chatarra, alimentos poco balaceados y de mala calidad, etc., en este tema, tampoco la Secretaría de Economía y la de Salud se han pronunciado, la problemática cada día se agudiza y ahí están las terribles consecuencias, manifestadas en una serie de enfermedades crónica-degenerativas que millones de mexicanos padecemos, consecuencia de la mala alimentación diaria, incluyendo la enfermedad de la covid-19. Los productos que más han incrementado sus precios, en estos 18 meses de pandemia, son: cereales 7%, leguminosas 13%, aceites 6.5%, azúcar 22%, carnes 11%, lácteos 4%, azucares 23%, verduras 5%; si a esto le sumamos el pago de servicios básicos, ropa, calzado, servicios médicos y educativos, todo ello está provocando que más de 13 millones de mexicanos se sumen a las estadísticas de pobreza extrema, sumando hasta el día de hoy más 90 millones de mexicanos sumergidos en la pobreza y en primera la pobreza alimentaria. Con esto se demuestra que los programas federales asistenciales de transferencia monetaria directa están fracasando, el tiempo nos está dando la razón.
En un sistema económico neoliberal, la producción, distribución y consumo de alimentos lo determina el libre mercado; por eso en nuestro país el acceso a los alimentos es un grave problema, solo lo pueden adquirir aquellos que tienen con qué comprarlo, así que de una manera se alimentan los ricos y de otra forma los pobres, que somos mayoría, realidad que nadie puede negar, aunque a muchos les cueste comprender y aceptar. Es una vergüenza mundial que un país como el nuestro, con todos los climas y tipos de suelo, donde se puede producir prácticamente de todo, tengamos que importar alimentos para 130 millones de mexicanos. En el año 2020 importamos un 27% de los alimentos que consumimos en todo el año. Otra de las debilidades de nuestra poca producción de alimentos es que está enfocada al mercado de exportación. Carecemos de una planeación en la producción, empezando por la de alimentos, que permita ofrecer a la población una oferta balanceada en cantidad y calidad en todos los mercados y centrales de abasto, que estén a bajo costo en todo el país, permitiendo elevar la calidad de la alimentación, repercutiendo positivamente en la vida de los consumidores.
Los momentos económicos y sociales difíciles deben de servir para que el pueblo humilde se dé cuenta de qué tan justo, equitativo y solidario es el tipo de sociedad en que está viviendo y darse la oportunidad de generarse una conciencia que le permita aspirar a un mundo mejor. Así que dentro de todo lo malo que estamos padeciendo, lo mejor, aunque duro y difícil, es aprender la lección de vida que nos está dejando esta pandemia; en medio de la crisis de estos 18 meses, debemos preguntarnos, sin tenerle miedo a las respuestas, las siguientes diferencias sociales y económicas que hoy imperan a nuestro alrededor: cómo se alimentan los pobres y los ricos, dónde se curan los pobres y los ricos, los lugares donde se educan pobres y los ricos, el transporte que usan los pobres y los ricos, donde viven los pobres y los ricos, entre otros antagonismos sociales de clase que en este sistema económico son irreconciliables e inevitables, causas que lo llevarán a su autodestrucción. Ojalá cada día que pasa los humildes nos demos cuenta de estas grandes desigualdades sociales y nos nazca la necesidad de organizarnos y luchar por un mundo mejor para todos. Instaurando un modelo económico que planifique una producción de alimentos básicos que la población necesita, impulsada por una modernización y tecnificación en el campo, con un proyecto de sustentabilidad y cuidado al medio ambiente, los trabajadores del campo y la ciudad tenemos derecho a una mejor calidad de vida, comenzando por la alimentación. Por eso, los antorchistas afirmamos que los momentos más difíciles, son el mejor tiempo para luchar y hacia allá vamos con paso de triunfadores, criticando el presente, diseñando el futuro con toda la fuerza de nuestro pueblo humilde del cual emanamos. Saludos camaradas.
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