La libertad de expresión está contemplada en el artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos, aprobada por la ONU en 1948, así como en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que entró en vigor en 1975.
En tiempos de guerra se suele fingir demencia ante notables normas de las sociedades de supremacía cultural y política.
Hemos visto en los últimos días, mediante notas, videos, declaraciones, o al menos hemos escuchado vagamente que en transcurso del conflicto en Ucrania, se han tomado medidas drásticas contra artistas y deportistas, son exigencias o peticiones hacia artistas rusos para que se posicionen en contra del gobierno de Vladimir Putin, e incluso quienes aprovechan su fama para dar voz a la injusticia, pero también quienes toman su derecho a una expresión libre y prefieren no tomar partido.
Ejemplo de ello es Anna Netrebko, soprano rusa, quien ha declarado en varias ocasiones su firme postura en contra de la invasión de su país en Ucrania, pero que a la vez ha opinado que “obligar a los artistas, o a cualquier figura pública, a expresar sus opiniones políticas en público y a denunciar a su patria no es correcto. Debería ser una elección libre”.
Una semejante situación vivió Charlie Chaplin, el gran actor y director de cine, figura principal del cine mudo, obligado a exiliarse a Suiza, volvió a Estados Unidos para recibir un Premio Oscar honorífico a sus 82 años, tras dos décadas después de su exilio, un 2 de abril de 1972.
El imperialismo yanqui, entre 1947 y 1957 implementó lo que se conoce históricamente Mccarthismo o Caza de Brujas, donde era una obligación para los artistas posicionarse sobre su partidismo político. Fue uno de los periodos más complejos en la historia del cine, ante todo por verse afectada esta disciplina por algo ajeno, al menos en apariencia, como la política.
Fue el senador Joseph McCarthy el rostro de una implacable campaña contra el comunismo y en defensa de los valores americanos. En plena Guerra Fría, personalizó una persecución a todo aquel que no mostrara lealtad absoluta al Gobierno americano, y entre los perseguidos figuraban directores, productores, actores y otros trabajadores de la industria.
La persecución e investigación que señalaba la infiltración comunista en Hollywood fue perpetrada por el Comité de Actividades Antiamericanas: provocaban desde la anulación de carreras de grandes profesionales de la industria de la época hasta la censura de ciertas películas consideradas problemáticas, así como la creación de las interminables listas negras. Escritores, actores y directores fueron silenciados, y entre ellos destacaron nombres como Carl Foreman, John Garfield, Arthur Miller, Lena Horne, Elmer Bernstein, James M. Cain, Lee J. Cobb y, quizá, la mayor víctima, Charlie Chaplin, que ya había conquistado a Hollywood con sus insuperables “Tiempos modernos” (1936), “El gran dictador” (1940), “El chico” (1921) o “La quimera de oro” (1925), ya era un icono de la industria, y su fama se extendía en un plano internacional.
A este señalamiento social y el conjunto de medidas que coartaban derechos y libertades de todo aquel que no defendiera públicamente los intereses yanquis, independientemente de si era afiliado o simpatizante de la causa comunista, se les llamó Mccarthismo o Caza de Brujas.
Los artistas pues, se vieron en dificultades para difundir lo bello de sus trabajos. Hoy la defensa de libertad de expresión en el terreno cultural, se torna un elemento esencial para los pueblos que defienden sus derechos y libertades ante las injusticias.
El Movimiento Antorcha esta semana realiza la edición 21 de su Espartaqueada Cultural, una muestra de trabajo del pueblo que canta, baila, declama, actúa, y sobre todo, que disfruta el defender la libertad de expresar sus tradiciones y todo aquello que lo ayuda a comprender más objetivamente el mundo.
La espartaqueada y la cultura son un arma de conciencia y educación con el objetivo de fomentar, difundir e inculcar en el pueblo trabajador el gusto por la cultura y las bellas artes.
Desde el Regional Noroeste, el Movimiento Antorchista dará una muestra de bailes y danza tradicionales de Sinaloa, en las que participan jóvenes de 4 estados cercanos a la frontera yanqui, estados donde cada vez más se han venido inmiscuyendo costumbres que nos hacen olvidar, inconscientemente quizá, el patriotismo mexicano, y que hoy se torna urgente identificar y defender ante la amenaza que representan para nosotros los intereses intervencionistas del imperialismo yanqui en el mundo.
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