Antorcha nació en la baja Mixteca baja poblana. Comenzó su lucha en el municipio de Tecomatlán, Puebla, defendiendo a los campesinos pobres de los atropellos y la explotación que sufrían a manos de los caciques locales que asolaban la región imponiendo gobiernos de horca y cuchillo; Tecomatlán era un pueblo muy pobre y marginado. Pronto, y en virtud de los avances que fueron obteniendo en la lucha por mejorar las condiciones de vida de los labriegos como por ejemplo, lograron la instalación de una tienda Conasupo para que la gente dejara de depender de los comerciantes voraces de aquél lugar quienes les vendían los artículos al cuádruple o más del precio que corría en cualquier ciudad cercana como Izúcar de Matamoros o Acatlán de Osorio, Puebla; formaron una cooperativa agropecuaria con la que comercializaron el cacahuate que producían los campesinos y que los intermediarios o coyotes como los conocen los campesinos, les compraban a dos pesos el kilo, la cooperativa lo compró a ocho pesos, lo vendió a doce y le bonificó parte de las utilidades a los campesinos. Podría seguir relatando muchas acciones a beneficio de sus habitantes, pero el objetivo ahorita es solo decir que, por las acciones de los antorchistas, la organización fue ganándose la simpatía de los campesinos de municipios cercanos y posteriormente trascendió a escala estatal y nacional.
Conozco personalmente el trabajo antorchista en muchos lugares del país, incluidos algunos donde gobierna la organización como Tecomatlán, Puebla; Chimalhuacán, Estado de México; Villa de Arriaga, Villa de Ramos, y Santo Domingo, en San Luis Potosí, y puedo asegurar que en esencia, el modelo es el mismo; en todos se preocupan por mejorar las condiciones de vida de la población con obras de infraestructura y de servicios diversos, dándole prioridad a la educación, al deporte, la cultura, el arte, al empleo, etcétera; eso explica por qué a pesar de la fiereza de los ataques en contra de Antorcha, la gente humilde, sigue siéndole fiel aunque se acumulen montañas de calumnias en su contra.
El logro más importante del antorchismo nacional es haber formado un número importante de activistas leales a toda prueba, tanto a la organización como a las masas que representan. Esto no es apología de nada ni de nadie, es la pura verdad. Los activistas son fieles a la organización porque han recibido una formación política e ideológica que les permite tener su propia concepción del mundo y una interpretación de la realidad más o menos uniforme desde Tijuana hasta Yucatán, por eso, cuando agreden a la organización, de todos los rincones del país surgen voces en defensa de un proyecto que es de todos, incluso, están dispuestos a dar la vida en defensa de su organización. Son fieles a la masa que representan porque no le roban a la gente ni se aprovechan de ella para ganar algún un puesto público. Si gestionan una obra para alguna comunidad, la obra se queda en esa comunidad, si gestionan una simple despensa la entregan a su destinatario, etc. Por ejemplo, en la comunidad de Agua Blanca del municipio de Galeana, Nuevo León, mis compañeros antorchistas gestionaron el agua potable y desde hace 22 años cuentan con el vital líquido gracias a dichas gestiones. Esta localidad es muy pequeña y se encuentra asentada en lo más agreste de la sierra; hasta ese lugar llegaban mis compañeros hace más de veinte años, a pie o como Dios les dio a entender. Mis compañeros, por falta de recursos se ausentaron y ahora que volvimos a visitar a la localidad, la gente los recuerda como los hombres que les ayudaron a tener agua; allí se quedó la obra, los muchachos que les ayudaron no se llevaron nada.
De aquellos jóvenes solo recordaban a Aarón, quien seguramente fue héroe de unos meses o de algunos años, pero lo importante aquí, es que, como activista, igual que sus acompañantes, hizo una gran obra para una comunidad marginada; el beneficio allí se quedó y ellos no se llevaron más que el agradecimiento de la gente más noble de esa comunidad. Lo mismo podemos decir del compañero Jacinto Ponce Rubio quien ayudó a mucha gente del sur de Nuevo León, gestionando carreteras, caminos, agua potable, cuartos para vivienda, etc.; de eso, Jacinto no se llevó nada, y en la mente de la gente buena con la que convivió solamente queda su recuerdo porque él ya se encuentra en el reino de los cielos.
Los activistas son el alfa y el omega de toda la organización. Con ellos, seguirán avanzando los pobres de México en su lucha por una sociedad más justa y equitativa. Seguramente habrá más beneficios para las comunidades marginadas y los éxitos políticos de Antorcha se multiplicarán a pesar de los obstáculos que los enemigos del progreso les opongan. Un reconocimiento a mis compañeros antorchistas por la noble labor que realizan todos los días del año y una felicitación por los logros obtenidos incluso en tiempos muy difíciles.
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