Dr. Enrique Fernández Fassnacht,
Director General del Tecnológico Nacional de México
P r e s e n t e
Doctor Enrique Fernández Fassnacht, reciba usted un cordial saludo y mi reconocimiento a su atinada dirección del Sistema de Educación Tecnológica más grande del país. Elevo a su consideración la presente misiva, porque en los próximos días usted tomará una decisión que tendrá hondas repercusiones sobre el porvenir del Instituto Tecnológico de Tecomatlán, el municipio del mismo nombre y los campesinos de la región mixteca oaxaqueña, guerrerense y poblana.
Seguramente usted ya tiene noticia de lo que voy a mencionar, pero, desde mi modesto punto de vista, hay dos rasgos característicos que ameritan un poco de reflexión.
Primero. La profunda relación entre el Tecnológico y su comunidad circundante. La lucha de los campesinos de Tecomatlán por conseguir que se autorizara la construcción de un instituto tecnológico agropecuario en este municipio duró ocho largos años, desde 1980 hasta 1987, sin que desmayaran en ningún momento, pese a los enormes obstáculos. Los campesinos sabían y veían que prácticamente todos los estados del país contaban ya con un tecnológico agropecuario y en Puebla todavía no se construía ninguno. Seguros de la razón que les asistía insistieron una y otra vez, desplazándose en masa a la Ciudad de México para que el Director de la Dirección General de Educación Tecnológica Agropecuaria (DGETA) escuchara de viva voz sus motivos. Finalmente, en octubre de 1987, el doctor Rolando de Lassé autorizó su construcción. A partir de ese momento, como hijo suyo, la comunidad campesina nunca ha dejado de cuidar e impulsar su desarrollo.
Buena parte de la infraestructura que ostenta actualmente el plantel ha sido fruto de la lucha directa de los campesinos. El edificio administrativo lo consiguieron después de un plantón de dos meses ante el gobierno de Melquiades Morales Flores. Los laboratorios pesados para las tres carreras con todo su equipamiento, la perforación de los pozos, el remozamiento de la entrada principal y el paseo que la comunica con la Villa Estudiantil, se obtuvieron mediante plantones en las inmediaciones de la Cámara de Diputados, repetidos cada año, hasta lograr que en el PEF se contemplaran dichas obras y los diputados federales las pudieran etiquetar para el tecnológico. El último momento estelar de esta zaga fue la inauguración de la moderna Villa Estudiantil, en agosto de 2017, con capacidad para alojar a 720 estudiantes, proporcionándoles todos los servicios, por la módica cantidad de treinta y tres pesos diarios.
Los campesinos también han cosechado de lo que sembraron. En los campos experimentales del ITT se han alcanzado rendimientos importantes en la producción de maíz, trece toneladas por hectárea. Se ha hecho la transferencia tecnológica del paquete para producir papaya Maradol, con la ventaja de que el clima y suelo de la región permite empezar a cosechar el producto en 18 meses, cuando en otros lugares son necesarios 22 meses, con el consiguiente beneficio para los productores.
Segundo. La entrega y dedicación del cuerpo docente. El ITT labora con poco personal y presupuesto y, en esas difíciles condiciones, gracias a su trabajo tesonero se ha logrado ubicar entre los 26 tecnológicos más avanzados del país en los eventos de Ciencias Básicas e Innovación Tecnológica. Compite dignamente con institutos con similar matrícula y muchísimo más personal y gasto de operación, porque lo que le falta se suple con creatividad y esfuerzo.
Para obtener estos galardones académicos y las acreditaciones que ha conquistado, el cuerpo docente se ha visto en la necesidad de generar ingresos propios para pagar toda una plantilla de doctores y maestros en ciencias que no están en la nómina del TecNM. Han organizado y coordinado la participación de alumnos, padres de familia y campesinos de la región unidos en el objetivo de la superación académica. Así han realizado el milagro de la multiplicación de los panes, en beneficio de sus estudiantes. No sobra mencionar que esta conducta de los directivos y el personal del ITT les ha ganado el respeto y el cariño de buena parte de los estudiantes y egresados.
Señor director general, lo distraigo de sus altas ocupaciones para solicitarle la siguiente reflexión. Estos rasgos que he destacado en el comportamiento tanto de la comunidad campesina como del cuerpo docente, ¿merece reconocimiento y apoyo? Esta es la cuestión, ¿cómo estimular esta actitud constructiva altamente progresiva, que tanta falta hace en nuestro México?
En sus manos está permitirles que sigan adelante con su proyecto educativo, con un director surgido de la terna que han elevado a su consideración.
Segura de contar con su comprensión y apoyo, me despido reiterándole mis altas consideraciones.
Atentamente
Rosa María Dávila Partida,
Subdirectora académica del ITT de 2006 a 2017
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