MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Ay compadre

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Las tradiciones, fiestas, costumbres y concursos en México varían desde Baja California a Yucatán y desde Tamaulipas a Chiapas, son muchas e incluso de las más curiosas y extraordinarias que se puedan imaginar. 

Lo que voy a narrar pudo haber sucedido en Otumba, Estado de México, donde desde hace más de 50 años se realiza la Feria del Burro, y a los burros se les viste para que compitan con sus pintorescos trajes, o podría ser en cualquier comunidad de Puebla o cualquier otra comunidad de la república mexicana donde al burrito no solo se le usa como animal de carga, sino también para usos chuscos, recreativos, pues en México abunda la ingenuidad y el chascarrillo. Sea como sea, este cuento se desarrolla en México.

En cierta ocasión, estaban dos compadres realizando sus quehaceres diarios, y como dícese del pueblo, que es bueno y sabio, se les ocurrió la brillante idea de participar en un concurso de disfraces de burros. Para esto, hay que decir que contaban con un viejo burro de carga, que desde 18 años atrás ya no hacía nada el ocioso animal, más que rebuznar y pastar. En ese sentido los alegres compadres decididos y envalentonados a participar en el concurso o, cuando menos divertirse, decidieron emprender su encomienda.

Con 200 pesos que tenían en la cartera, comenzaron a preguntarse, de que podrían vestir al animal, como ya dije, un animal viejo y terco que solo se dedicaba a renegar y rebuznar; se pusieron a pensar e imaginar los disfraces más originales posibles, para lo cual quedaron de proponer y luego reunir, las mejores ideas para decidir cuál sería el disfraz que le pondrían al burro en el concurso.

Esa noche, al reunirse nuevamente, la discusión y propuestas fue variada e interesantísima, por lo que entre dimes y diretes, si era profesionista o no, si era chana, juana o su hermana, llegaron a la idea de que podrían vestirlo de la figura presidencial, pues no es ningún secreto que muchas de las autoridades de nuestro país, son unos tremendos bu…enos para nada, por lo que, con un trajecito hecho a la medida, y una bandera acostada sobre el lomo, podría ser el traje perfecto. 

Decidido lo anterior, pusieron manos a la obra y, con la ayuda de sus mujeres, confeccionaron el traje que mejor pudieron y sin dificultades le adecuaron blusa, saco y corbata a la medida del borrico, y por, último con algunos lazos le amarraron lo que podía ser una banda presidencial, a la anchura del animal. Al terminar su obra consideraron que, viéndolo bien, no había mucha diferencia con algunos politiquillos y que francamente su burro si daba el gatazo como político.  

Una vez terminada su obra procedieron a admirarla y concluyeron que si no ganaban no sería porque no fuera perfecta sino porque había mucha corrupción en el concurso. 

Debe quedar constancia que, para frustración de esos ingeniosos compadres, no lograron ganar en su primer concurso, pero ahí quedó claro que no solamente eran lo antes dicho, sino que también eran tercos, por lo que se propusieron seguir insistiendo, eso sí entendieron que necesitaban modificar, poco a poco, el traje del borrico, y después de más de unas cuantas modificaciones del traje, en una cuarta transformación decidieron darle un toque único, por lo que uno de los compadres propuso.

-Oigan ¿y si le ponemos una peluca blanca, como algunos políticos viejos la tienen, total, ya que andamos con la idea de vestirlo de presidente? Se va a ver rechulo, yo tengo una que se va a ver como cabecita de algodón, como nubecita y todos van a entender que nuestro burrito traerá las patas en la tierra y las ideas en otro lado, menos en la tierra.

Este cuento, sucedió hace ya varios años, por lo que aún se suele hablar en la comunidad, del primer evento, en el que los participantes no dudaron de que su burro había ganado, y, como siguieron insistiendo y modificando el traje y a la cuarta ganó. 

En ese entonces, la alegría de los compadres no tuvo límites, por lo que decidieron festejar a lo grande con su borrico, y la fiesta fue tan grande y sonada que todavía se habla de aquella pachanga en la que todos se pusieron hasta las chanclas, y no recuerdan mucho lo sucedido, pues cada quien apareció por quién sabe dónde, y año con año, los compadres aún se reúnen para platicar y recordar los años de aquel rucio presidente, del que todavía dicen: 

Ay, compadre, parece ser que esta vez se nos fue el asunto de las manos, ¿no será bueno ya bajarlo de la silla presidencial?

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