MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Carbón rojo

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“La expresión carbón rojo se utiliza en la región carbonífera de Coahuila para designar la extracción de carbón mineral en las que los empresarios no invierten en seguridad para reducir sus costos y aumentar sus ganancias al máximo. Cuando en esta región dicen “esa mina saca carbón rojo” se entiende que los trabajadores están en grave peligro. Aquí las personas mueren”. Esto dice Cristina Auerbach en su libro Carbón Rojo, una denuncia sobre el entramado de negligencia, corrupción y explotación laboral que domina la minería del norte del país.

Desde el 3 de agosto, un derrumbe al interior de un pozo de carbón dejó sepultados e incomunicados a una decena de mineros que hasta la fecha siguen en la misma penosa situación. Para añadir una clave oscura a la tragedia, el dueño del pozo ha desaparecido; no se sabe con certeza quién es ni cómo funcionan este tipo de asignaciones estatales. Opacidad e impunidad permean en el caso como en la mayoría de las concesiones otorgadas en este ramo.

La maximización de ganancias y la reducción en los costos de producción, potenciadas por la falta de vigilancia y de regulación estatal, aunado a un desprecio sistemático por la dignidad de las condiciones laborales y por la vida de los trabajadores ha dejado en la zona carbonífera un rastro de sangre que no parece poder detenerse.

Los siniestros o las tragedias en las minas mexicanas difícilmente los podríamos catalogar de excepcionales, pues al menos en el siglo XXI recordamos los desastres: en 2001 en la mina La Morita fallecieron 12 obreros; en 2002, en el pozo de carbón La Escuelita, fallecieron 13 obreros; en 2006, en Pasta de concho, 65 obreros; en 2011, en el pozo de la empresa Binsa,14 obreros; en 2012, en el pozo El ejido La Florida, 7 obreros; y en 2021, en el predio Rancherías, 11 obreros. ¿Qué pasa en esta rama de la minería? ¿Por qué la memoria colectiva no detona un proceso de movilización permanente para buscar cambiar el estado de cosas?

Los poderosos se han apropiado hasta de la memoria. Denunciaba Cristian Auerbach que “la historia de la región y sus muertos ha sido escrita por empresarios, funcionarios de gobierno y cronistas con aspiraciones de comparsa política, que hicieron creer que se crearía un polo de desarrollo que nunca llegó y por el cual la región ha pagado un altísimo costo en muertes. Y a lo largo de la historia el gobierno ha asignado concesiones de carbón a quien sea. El carbón primero se extrajo para los ferrocarriles, luego para las plantas siderúrgicas que el gobierno privatizó en 1992 y actualmente lo compra para las plantas termoeléctricas del norte del país. Pero nunca ha llegado el ansiado progreso”. En efecto, el progreso nunca llega o siempre llega tarde para las víctimas.

A pesar de que las políticas neoliberales y su implementación en el sur global han desmantelado las condiciones que posibilitaban los lazos de solidaridad de la clase obrera y la batalla terminó por atomizar y fragmentar al proletariado, lo cierto es que la situación cada vez va reclamando más y más regresar a los clásicos del marxismo para recuperar de esa tradición cuestiones tan importantes como la organización de la clase trabajadora. El único imperativo categórico, decía Gramsci, es “proletarios del mundo, uníos”. La organización es la clave, por eso luchamos, porque el presente es inadmisible. 

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