Las inundaciones que año tras año azotan a Chalco, Estado de México, y diversas colonias populares de la Ciudad de México no son simples fenómenos naturales que afectan de manera indiscriminada a la población. Estas catástrofes revelan las profundas desigualdades estructurales (es decir, las relaciones y condiciones básicas de la sociedad que determinan cómo se distribuyen el poder y los recursos existentes) que perpetúan la explotación y la opresión de las clases trabajadoras y marginadas. Las inundaciones no son un problema aislado; son un síntoma del sistema capitalista que coloca el beneficio económico por encima del bienestar humano.
Las zonas más afectadas por las inundaciones, como Chalco y diversas colonias populares de la Ciudad de México, son habitadas mayoritariamente por familias pobres. Estas áreas se encuentran en las periferias urbanas, donde los servicios públicos son deficientes o inexistentes, y las viviendas son precarias. La expansión urbana descontrolada, motivada por la especulación inmobiliaria y la falta de planificación, ha llevado a que los pobres sean empujados a vivir en zonas de alto riesgo, como terrenos bajos que son potencialmente inundables en tiempos de lluvia.
El Estado, al servir a los intereses de los privilegiados, prioriza las áreas donde reside la alta y mediana burguesía, dejando a las colonias pobres a merced de las inundaciones.
Este fenómeno de marginación espacial no es accidental. En el contexto del capitalismo, las clases dominantes tienden a acaparar los mejores terrenos, las mejores ubicaciones, mientras que los trabajadores, obligados a aceptar cualquier espacio donde puedan construir un hogar, quedan relegados a las áreas más peligrosas. Vivimos, en los tiempos actuales, lo que Marx llamó “acumulación originaria”, que no es más que una forma de despojo continuo que asegura que los pobres nunca puedan tener acceso a los mismos recursos y seguridad que las clases privilegiadas.
La falta de inversión en infraestructura adecuada en las zonas pobres es otra manifestación del carácter clasista del Estado bajo los tiempos del PRI y ahora en los tiempos de la 4T. Mientras que en las zonas acomodadas de la Ciudad de México o el Estado de México se construyen sistemas de drenaje eficientes, colectores pluviales y otros mecanismos de mitigación de inundaciones, las zonas populares carecen de estos servicios básicos. El Estado, al servir a los intereses de los privilegiados, prioriza las áreas donde reside la alta y mediana burguesía, dejando a las colonias pobres a merced de las inundaciones.
El sistema de drenaje en Chalco y en las colonias populares de la Ciudad de México no solo es insuficiente, sino que también está mal atendido. Esto no es una coincidencia. Los recursos públicos se desvían constantemente hacia proyectos que benefician a las élites, como autopistas, centros comerciales y desarrollos inmobiliarios de lujo, mientras que las necesidades de las clases trabajadoras son ignoradas. Esta falta de inversión en infraestructura básica es una forma de violencia estructural, donde el Estado, al no garantizar condiciones de vida dignas, perpetúa la explotación y el sufrimiento de los más pobres.
Cada año, cuando las inundaciones afectan a Chalco y a las colonias populares del área metropolitana, el gobierno responde con medidas paliativas: distribución de despensas, instalación de albergues temporales, y promesas de desazolve del drenaje. Sin embargo, estas acciones no abordan las causas estructurales del problema. Al contrario, refuerzan la dependencia de las clases populares en un Estado que les da pequeñas ayudas pero que no los representa, al tiempo que mantiene su marginación.
Estas acciones son estrategias demagógicas, pues el Estado no tiene interés en resolver los problemas de fondo, ya que hacerlo implicaría cuestionar la lógica misma del capitalismo, que se basa en la explotación de la fuerza de trabajo y la acumulación de capital a expensas del bienestar de las mayorías. Las inundaciones, pues, sirven al Estado como instrumento de control social, que mantiene a las clases trabajadoras en un estado de precariedad y sumisión.
Ante esta situación, la única salida para las clases populares es la organización y la lucha colectiva. Es necesario que los vecinos de Chalco y de las colonias populares de la Ciudad de México se unan para exigir al gobierno dos cosas fundamentales: Primero, la implementación de acciones inmediatas, como apoyos económicos suficientes para los afectados para reponer sus enseres domésticos, así como el desfogue del agua y el desazolve de la red de drenajes. Estas demandas son cruciales para aliviar el sufrimiento inmediato de los afectados, pero no son suficientes.
Segundo, y más importante, es necesario exigir la construcción de un gran colector pluvial que solucione de manera definitiva el problema de las inundaciones. Este proyecto debe ser concebido no como un favor del Estado, sino como un derecho de las clases populares a vivir en condiciones dignas. Para lograr esto, es esencial que la organización popular sea independiente de los partidos políticos tradicionales, que históricamente han demostrado ser instrumentos de la burguesía. Y Antorcha extiende sus brazos a todo aquel que comprenda esto y esté dispuesta y dispuesto a dar esta lucha tan necesaria.
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