El 13 de octubre de 2019 debía haberse celebrado en un estadio repleto, en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 45 aniversario del Movimiento Antorchista Nacional; se habrían reunido 60 mil chiapanecos humildes; los hombres, de callosas manos, gruesas y pesadas, curtidas por el trabajo, el ceño fruncido y con arrugas y canas ya muchos; las mujeres, las palmas brillantes, duras y sonrosadas las manos, sin manicuras ni uñas hermoseadas, con sus niños a la espalda, sujetos con rebozos unos, envueltos sus puñitos en las maternales manos otros, chapeaditos, la mirada inquieta, curiosa, hurgando por doquier; todos, con sencillos zapatos, pesados por el lodo aún fresco del mojado y rústico camino, con ropa humilde la mayoría, algunos cientos vistiendo su tradicional y colorida ropa de gala de Chamula, de Tenejapa, o Zinacantán, compartiendo el escaso alimento en pequeños grupos familiares o de amigos, y participando del armonioso rumor tzeltal, tzotzil o español hablado al rítmico modo chiapaneco. Esta estampa, que a quienes aspiramos a construir un México libre de la brutal injusticia que ahora reina, nos parece hermosa, liberadora, a otros, por absurdo que parezca, les causa terror; sí, miedo incontenible que se expresa en el poderoso ucase que impidió la concentración y nos arrebató la imagen, aunque no la posibilidad de pensarla.
Toda esta muestra de trabajo y solidaridad en la pobreza se habría reunido al llamado de sus dirigentes, en su mayoría jóvenes chiapanecos y de la región sureste, comprometidos con su pueblo, que sufren día a día junto con éste sus carencias, sus dolores y caminan junto con él para resolverlos. Sí, algunas decenas de hombres y mujeres jóvenes convocaron a varias decenas de miles de trabajadores, y lo hicieron con éxito, pues le hablaron con verdad a la gente. Esto, de entrada, demuestra que la campaña morenista para desprestigiar a la organización con base en mentiras y acusaciones infundadas de corrupción de los líderes se ha topado con un muro de hombres y mujeres valientes que han sabido demostrar su rectitud y compromiso con el pueblo, lo cual tiene fuera de sí a los poderosos de hoy que, incapaces de destruir con buenas artes, dentro de la ley, a la organización popular, al más puro estilo fascista, usan su poder para violar impunemente las garantías constitucionales de asociación y reunión con fines pacíficos.
"Nosotros también nos hicimos en las calles", "también sabemos gritar y protestar", "somos respetuosos del derecho de manifestación" dice el presidente, demagógicamente, cada vez que le conviene, y aunque él lo diga de manera orgullosa para recordar su pasado de lucha por el poder, hoy, a la vista de los hechos, es una confesión paladina de su incongruencia, de su abusiva política de "si una ley me sirve solo a mí, es útil; si no, viólese, refórmese, o elimínese". Como resultado de semejante uso de la ley, a pesar de la temprana etapa del sexenio en que nos encontramos, se han venido acumulando muchos atropellos. Y la tendencia sigue; los abusos se seguirán cometiendo pues la concentración de poder en el presidente de la república va: tiene una mayoría vergonzosamente servil, rastrera, a su disposición en el Congreso de la Unión, con legisladores y líderes de bancada que compiten en zalamerías e indignidades para ganarse su favor, sin más límites que el frío cálculo del futuro político; en el poder judicial, ha venido "depurando" el personal, para poner en el puesto no a quien más convenga al país, no a quien esté mejor capacitado para ejercer el cargo, sino al más obsecuente; ahí está la SCJN, siendo ultrajada desde el inicio del sexenio, so pretexto de combate a la corrupción. Y podríamos seguir con los órganos "autónomos" a los que ha venido descabezando para poner, otra vez, a gente cuya principal característica sea su capacidad de hacer genuflexiones y encorvarse para abrillantar sus zapatos.
"La razón para que triunfe sobre la fuerza, debe de volverse ella misma una fuerza", resumía, en genial pensamiento, Schiller. Pero el inverso también vale: la sinrazón se impone si es poseedora de la fuerza. Antorcha y su guía alertaron sobre el riesgo a tiempo, pero no muchos mexicanos lo escucharon, aunque ahora comprueben lo justificadas que eran sus llamados. Ante el corruptor poder absoluto se seguirán atropellando derechos al por mayor, no hay duda de ello. Y en la medida en que no puedan los poderosos detener el movimiento perpetuo de la masa organizada, emplearán cada vez más fuerza y arbitrariedad, cárcel, o incluso asesinatos, para contener ilegalmente lo que legalmente no pueden; temporalmente, pueden triunfar, como hoy lo hicieron, pues lograron sabotear el festejo antorchista en Chiapas; pero acallar un grito no es enmudecer la voz, como poner un dique no desaparece el río, solo interrumpe temporalmente su curso.
La labor del Antorcha, por su parte, tiene que seguir, explicando todos los días al pueblo que la propuesta de país que nos vendieron la pasada elección está manca, coja y hace agua por todos lados; que ataca a las mayorías y sus derechos más elementales, que no mejora la economía sino que entorpece su funcionamiento, que le impide al pueblo mejorar su vida hoy y que incluso le prohíbe luchar por un mejor mañana; que es un gobierno de la reacción, aunque se camufle de izquierda, que se cree dueño de la verdad y desea arrasar el menor intento de oposición, aunque esta sea racional. Resistir, acumular fuerza, prepararse, seguir con el pueblo y luchar junto con él, educándolo, enseñándole un proyecto de país científicamente planteado y superior al actual; esa es la tarea. Adelante, chiapanecos y mexicanos; ellos con su fuerza, ebrios de poder; nosotros con nuestra razón, henchidos de amor al pueblo: plan contra plan; los trabajadores discernirán, dirán cuál conviene, le darán la fuerza de la que hoy carece, lo harán suyo y todo, todo, lo arrostrarán por él.
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