MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¿Cuál Cuarta Transformación?

image

Estamos en septiembre, mes en que se celebra la independencia de México, considerada por el presidente López Obrador como la primera transformación, que luego fue secundada por la Reforma y por la Revolución mexicana, a las cuales considera la segunda y la tercera transformación, respectivamente; movimientos de los cuales él se dice heredero y continuador con su “Cuarta Transformación”.

El Movimiento Antorchista Nacional tiene su particular punto de vista sobre la esencia de estos movimientos. Creemos que, en lo fundamental, a quienes más han beneficiado estos acontecimientos históricos es a las clases ricas y explotadoras, tanto mexicanas como extranjeras.

Las tres transformaciones previas no fueron independientes entre sí, sino manifestaciones de un solo proceso: el surgimiento y desarrollo del capitalismo en México.

Para comprender mejor nuestro punto de vista, debemos tener claros algunos conceptos teóricos planteados por los fundadores del materialismo histórico, en el sentido de que toda revolución popular debe reunir dos características esenciales:

Primero, la participación directa de las masas populares en la lucha por el poder político, que es siempre sólo el primer objetivo, pero no el único ni el más importante de una verdadera revolución.

Segundo, que esas masas populares defiendan su propio proyecto de nación, en el que vean reflejados sus intereses de clase, tanto económicos como políticos.

Desde nuestro punto de vista, tanto en la Independencia, como en la Reforma y la Revolución, únicamente se cumplió la primera condición, es decir, la participación del pueblo, que puso la acción práctica, el valor, la vida y la sangre. Sin embargo, el pueblo no logró sacar adelante su propio proyecto económico, social y político.

En estos movimientos, las clases trabajadoras siguieron las consignas e ideales de los representantes de otras clases sociales, principalmente de la burguesía mexicana naciente y sus apoyadores del extranjero.

En la guerra de Independencia, los peones, los esclavos, los siervos y todos los humillados por la corona española deseaban obtener justicia y libertad, y creyeron que esto se lograría conquistando la independencia de México con respecto a España. Sin embargo, dicha independencia fue puramente política, pero el Gobierno del país quedó en manos de los criollos terratenientes y del clero.

Dejamos de ser una colonia española y nos convertimos en una nación independiente, pero la situación de los pobres y de los explotados por los grandes hacendados siguió igual. Las tierras, que eran la principal riqueza de ese entonces, siguieron acaparadas por los latifundistas y la Iglesia.

En esa época, el capitalismo mundial estaba dejando la fase mercantilista y avanzaba hacia la gran industria, por lo que se necesitaban nuevos mercados, materias primas y mano de obra libre para instrumentar esa producción.

En esta nueva etapa, el monopolio absoluto en el comercio que ejercía España sobre sus colonias era un obstáculo para el desarrollo de este capitalismo. La solución de la burguesía, principalmente de Inglaterra y Estados Unidos, fue alentar los movimientos de independencia de los países americanos para abrir sus mercados y acceder a sus recursos naturales.

En la guerra de Independencia, las clases ricas utilizaron a los pobres para garantizar su triunfo, pero terminaron traicionando sus anhelos de justicia y libertad. Esto no fue un error, sino que fue una necesidad del desarrollo social.

Ahora bien, en la guerra de Reforma, entre 1854 y 1861, el pueblo tomó las armas enarbolando el Plan de Ayutla, en el que los liberales, representantes de la burguesía, enarbolaron las demandas de la separación de la Iglesia y el Estado, la nacionalización de las tierras acaparadas por el clero y la formación de una república federal.

Uno de los dirigentes principales fue Benito Juárez que, al llegar a la presidencia de la república, entre otras cosas, convirtió la tierra en una mercancía que podía venderse y comprarse, se expropiaron los latifundios de la Iglesia y promovió una ley para lograr la venta forzosa de las tierras comunales de los pueblos a las clases ricas.

De esta manera, se eliminaron parte de los obstáculos que frenaban el desarrollo del capitalismo al interior de México que impedían la modernización de la agricultura, dejando a los campesinos sin tierras, quienes se convirtieron en jornaleros.

Sin embargo, la Reforma no logró su objetivo, porque no acabó con los resabios feudales de la economía mexicana, pues los grandes latifundistas se fortalecieron como consecuencia de las leyes juaristas y se volvieron más poderosos apoyados por el Gobierno de Porfirio Díaz.

Pero al interior de las haciendas imperaba una contradicción que debía resolverse, pues, de un lado, se producía de forma semifeudal al explotar el trabajo de los peones acasillados y, por el otro, las mercancías eran destinadas al mercado capitalista nacional y extranjero.

El capitalismo mexicano, pues, se encontraba atascado y era necesario desatascarlo.

Esta contradicción se resolvió con la Revolución Mexicana de 1910. Porfirio Díaz fue desterrado en 1911 y el poder pasó a manos de Francisco I. Madero, quien era un hacendado del norte del país educado en el extranjero, y en la lucha armada participaron también los campesinos con Zapata y Villa a la cabeza.

Madero fue asesinado en 1913 y Victoriano Huerta tomó el poder. La lucha armada continuó y los ejércitos de Villa y Zapata tuvieron mayor protagonismo y, en 1914, tomaron la Ciudad de México, pudiéndose quedar con la silla presidencial, pero debido a su falta de visión política no lo hicieron y, años más tarde, ambos serían asesinados. El poder político quedó en manos de Venustiano Carranza, un representante de la burguesía.

La Revolución de 1910 resolvió la pugna por el poder político y económico entre la burguesía y los terratenientes feudales, a favor de la burguesía, y esta nueva clase emprendió de forma decidida la industrialización del país, modernizó la agricultura y desarrolló la banca y el comercio. Y aunque los primeros Gobiernos emanados de la Revolución universalizaron los derechos a la salud, la educación, la vivienda popular, promovieron la reforma agraria y la Ley Federal del Trabajo, los campesinos y los obreros continuaron en la pobreza.

En síntesis, nosotros creemos que las tres transformaciones de las que habla constantemente López Obrador no fueron eventos aislados: fueron parte del mismo proceso; del nacimiento y el desarrollo del capitalismo en México.

En el pronunciamiento anterior, señalé que López Obrador llegó al poder en 2018 por la inconformidad del pueblo mexicano contra la situación en la que lo mantuvieron los anteriores Gobiernos y los resultados del modelo económico neoliberal. 

Las masas populares creyeron su discurso sin darse cuenta de que, en los hechos, no resolvería los problemas del país, problemas que ahora se han agravado: la pobreza, la corrupción y la inseguridad.

Ahora, con la “Cuarta Transformación”, tampoco aplican los dos principios que caracterizan a una verdadera revolución popular, pues por ningún lado se ve al pueblo organizado, participando en la política de la 4T y consciente del proyecto de nación que se está instrumentando. Al contrario, se están eliminando los derechos de organización y libre manifestación y el poder se concentra cada vez más en la figura presidencial, como consecuencia de la reforma judicial recién aprobada, que la mayor parte de los analistas creen que nos llevará a una dictadura.

En conclusión, las clases trabajadoras de México siguen siendo explotadas y oprimidas, aunque de diferente manera. Hoy el obrero es el esclavo asalariado mientras que las fortunas de los ricos siguen creciendo. No existe, pues, una transformación real y profunda.

0 Comentarios:

Dejar un Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados *

TRABAJOS ESPECIALES

Ver más