Analistas políticos, estudiantes, médicos, enfermeros, maestros y todo aquel con dos dedos de frente se lo dijeron hasta el cansancio: no hay condiciones para el regreso presencial de clases. No obstante, ya saben quién se aferró, se aferró y se aferró y, el pasado 30 de agosto, niños y adolescentes (lenguaje de género inclusivo en el que están incluidas niñas y jovencitas y todos aquellos que defienden sus diferentes preferencias sexuales) regresaron a clases presenciales con malos resultados para estudiantes y docentes a pesar de que el gobierno federal asegure lo contrario.
A escasos cinco días de haberse cumplido el capricho de abrir las puertas de las escuelas para el regreso a clases presenciales, en ocho estados del país se han cerrado escuelas por presentar casos positivos y sospechosos de coronavirus. Coahuila, Guanajuato, Veracruz, Puebla, San Luis Potosí, Morelos, Tamaulipas y Edoméx son las entidades en las que niños y adolescentes se han visto obligados a regresar a clases virtuales, dicen que por 14 o 15 días, pero no es seguro que así va a suceder.
Para aminorar el problema, las secretarías de salud estatales han emitido comunicados en los que señalan que ni los administrativos ni maestros tuvieron relación con alumnos, pero que por prevención cierran las instituciones. Nadie podría culpar a las instituciones educativas de que ahí se haya contagiado la gente porque las escuelas han permanecido cerradas por año y medio; pero, lo que no es creíble es que no hayan puesto en riesgo al alumnado, pues -como hemos visto a lo largo de la pandemia-, niños y jóvenes son los que menos tienen costumbre de cuidarse porque los sectores más vulnerables, en la primera y segundas olas, han sido los adultos arriba de 40 años.
La variante Delta de la covid-19 está afectando principalmente a niños y jóvenes, a quienes ni siquiera les han puesto una dosis de alguna vacuna. No obstate, el señor López Obrador desestimó eso; pero, dentro de 15 días veremos los resultados de esa irresponsable política.
Sin embargo, si se contagian niños y jóvenes y, por tanto, si algunos mueren, será responsabilidad única y exclusivamente de quien ordenó el regreso a clases presenciales y que los padres y familiares no se sientan culpables por los que les suceda a los más pequeños de sus familias: el único responsable de las tragedias que viven miles de familias mexicanas es el presidente de la república, a quien parece no importarle que hasta el momento, de acuerdo con cifras oficiales, hayan muerto por covid-19 más de 262 mil mexicanos, aunque voces críticas aseguran que los muertos ascienden a más de 500 mil personas.
Lo más importante que tiene el ser humano es la vida, pero con la pandemia podemos perderla de un momento a otro porque el contagioso virus está por todas partes. Desgraciadamente, el gobierno federal no ha tomado las decisiones correctas para frenar la covid-19.
Tiene toda la razón el analista político Aquiles Córdova Morán cuando dice que es momento de que los mexicanos dejemos a un lado las ilusiones y nos pongamos a analizar seriamente lo que sucede en México y por qué sucede. Seguramente que, si así lo hacemos, millones de mexicanos más veríamos que la causa se encuentra en la malísima administración pública de ya saben quién, experto en mentir, pero no en solucionar los graves problemas que aquejan a los mexicanos, como es el caso de la pandemia por covid-19, entre otros.
Mientras el Gobierno federal no se preocupa por dotar de agua potable y de otorgar suficientes insumos de higiene a las escuelas para brindarles protección, me entero que gobiernos municipales responsables, como los de Chimalhuacán e Ixtapaluca en el Estado de México, sanitizan permanentemente los centros escolares y brindan materiales para proteger a niños, jóvenes, maestros y padres de familia. Si así se tratara nacionalmente el asunto, otra gallo nos cantaría.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario