La constitución mexicana tiene principios, formales y materiales, que se encargan de dar soporte y de guiar el desarrollo normativo del país, es decir, constituyen la base de la norma fundamental; dentro de estos principios se encuentran, entre otros, la inviolabilidad constitucional, la soberanía popular, la representatividad y la vida democrática: estos toman un papel importante porque se refieren al respeto de la constitución y la coherencia que debe existir entre la ley escrita y la aplicación de esta a los gobernados, siempre respetando los derechos fundamentales consagrados, haciendo notar que cualquier acto que sea contrario deberá dejarse sin efecto, y viceversa, cualquier acto que se omita podrá ser exigible. Recalcan que la decisión sobre la organización y la capacidad de acción, en última instancia, es del pueblo, ya que esto constituye la base del sistema democrático por el que se rige: pero quiero hacer hincapié en que la vida democrática del país no solo se refiere a la elección de sus representantes sino a la participación para el mejoramiento económico, social y cultural de los propios gobernados, esto debería materializarse con la renovación de los poderes mediante las elecciones ya mencionadas; por ejemplo, las próximas a realizarse en el 2021, el motivo de éstas, es que la soberanía del pueblo no se ejerce de manera directa sino por la representatividad en los poderes constituidos.
Desde hace mucho tiempo la soberanía se ha consolidado como la base general para las decisiones populares, en casos como el de México a través del voto por el que son designados los que ejercen el poder de manera directa en representación del pueblo.
Hubo en su momento una división entre soberanía popular y soberanía nacional, que vale la pena referir porque el grado en que se tomaba en cuenta a los gobernados no era el mismo. En el primer caso se contempla lo que ya hemos mencionado: la soberanía está en el pueblo y sus representantes ejercen la voluntad general de este, no hay nada que lo limite; sin embargo, en la soberanía nacional se habla de una representación que no toma en cuenta a los electores que han votado, sino que el representante actúa de acuerdo a su conciencia, y siempre en favor de la nación, lo que genera un distanciamiento de la naturaleza democrática.
Ahora tenemos una fusión de ambas que se consagra en el art. 39 de nuestra carta magna, que a la letra dice: “la soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para su beneficio. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”, aquí encontramos un aspecto político y otro jurídico, pero si bien la soberanía es atributo de la nación, el origen es la voluntad popular, tal como lo dejó en claro Ponciano Arriaga en el Congreso Constituyente de 1857.
Sin embargo, debemos preguntarnos: ¿qué tanto se toma en cuenta la voluntad del pueblo? La voluntad popular queda en manos de representantes que tienen intereses diversos y no necesariamente son los de sus electores. Nunca encontraremos un grupo homogéneo, pero eso no significa que se dejen a un lado los intereses de quienes ejercen la soberanía porque ellos deben ser los beneficiarios, el interés mayoritario debe imponerse a los principios e intereses oligárquicos; debe materializarse el principio de que todo poder público dimana del pueblo y se instituye para su beneficio.
Los diputados que llegan a los congresos, por ejemplo, no pueden deslindarse de sus votantes, y a pesar de sus tareas en beneficio de la nación (duda sobre el concepto), la realidad del país les exige que trabajen en beneficio de los más pobres, tienen la labor política de gestionar obras y servicios para la comunidad que lo ha elegido.
Ahora, para que estas ideas queden materializadas, el pueblo debe estar consciente a la hora de elegir a sus gobernantes, para que los intereses que tenga el que llegue al poder sean acordes a lo que necesitan para progresar y para crecer; de otro modo la búsqueda de una vida digna será una lucha entre una clase en el poder y otra desprotegida, con un constante rose de intereses, y la única forma con la que se pueden conseguir logros en una sociedad así, es mediante la organización popular para levantar la voz en conjunto y ejercer presión social de tal magnitud, que obligue a los gobernantes a atender las necesidades del pueblo aún contra su voluntad.
Históricamente la solución a los problemas sociales ha sido esta última, pues escasos han sido los líderes que buscan el progreso del pueblo, y debemos seguirlo haciendo para solucionar problemas de salud, seguridad, educación, etc. mientras no se llega el momento de elegir a nuevos líderes, pero también debemos pensar en llevar al poder a personas humanistas y conscientes de la realidad para no vivir en una lucha eterna y para que el bien de la población del país sea un verdadero principio de la nación.
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