Son las cuatro de la mañana, el sol aún se esconde y poco a poco las montañas de la zona norte comienzan a iluminarse, en una casa de madera, palos de árboles, cubiertos de nailon y cartón, vive una familia de cinco integrantes en la colonia El Porvenir municipio de Simojovel, Chiapas. Una joven, con el deseo de terminar una carrera técnica sale todas las mañanas de su hogar a las 05:30 am, para acudir a la preparatoria más cercana y de pago económico que le queda a algunos kilómetros. "Mi madre se despierta a hacernos desayuno, mi padre se prepara para salir a trabajar al campo, mientas desierto a mis dos hermanos porque aunque ellos acuden más tarde, también llegan a la escuela" ese es el inició del día de centenares de estudiantes chipanecos.
La falta de trabajo estable y bien remunerado de los adultos, los sacrificios y brindar los alimentos del día, donde el frijol, arroz y tortillas son parte del menú diario para ellos, eso impulsa a estos jóvenes a enfrentar los desafíos a como de lugar para cambiar la forma de vida en la que viven.
Chiapas es la entidad con el mayor número de habitantes más pobres de México, al sumar 4 millones 114 mil personas en pobreza y 1 millón 498.6 en pobreza extrema, de acuerdo con la última medición presentada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), 2016, sin contar los pobres que se han sumado por el desempleo y nulas oportunidades que ha dejado la pandemia del covid-19 desde marzo de 2020 a la fecha.
Por otro lado, la educación en Chiapas representa retos bastante grandes, comenzando con la nula implementación de las políticas educativas para combatir el rezago en el que muchas décadas vive la entidad, y es que aunque se anuncian posibles planes y soluciones, desafortunadamente la mayoría de las ocasiones, quedan solamente en un papel, no hay contratación de maestros, no hay construcción de escuelas en municipios y comunidades en la que no tienen acceso, no hay inversión para el mantenimiento de los espacios que ya se han creado y tampoco ayuda para obtener calidad de aprendizaje, en consecuencia, no tiene los frutos que se desean.
Salgo desde la mañana de mi casa y regreso hasta el atardecer, salgo clases y las siguientes horas las dedico para acudir a un centro de cómputo para realizar mis tareas. Mi padre casi al atardecer sube a la cabecera de Simojovel para acompañarme en el camino que cada día es más inseguro transcurrido, sé que él está cansado de haber trabajado la tierra o de buscar otras formas de ingreso, por eso buscó no reprobar las materias porque veo el sacrificio que le inyectan a nuestra profesión.
A pesar de las dificultades, el rostro de la joven brinda una sonrisa llena de optimismo, comenta que ser pobre en un estado rico en bellezas naturales representa una esperanza; pero que eso por desgracia, no le garantiza una calidad de vida ni para ella, ni para sus y hermanos. Porque en las comunidades y municipios alejados de a zona urbana, en aquellos en donde el campesino nada más trabaja y no entiende las letras, acudir a las escuelas es cada vez más difícil. Y aunque la pandemia los alejado de las aulas la mayoría de los estudiantes han dedica su tiempo a la producción del campo y quehaceres del hogar para sobrevivir ante la crisis económica.
Las desigualdades educativas, la injusticia social y la falta de un sistema de educación más eficiente laceran a los niños más vulnerables, pues en vez de tener una oportunidad de estudiar permanecen en la marginación del aprendizaje. Aunado al tema, en este anunciado regreso a clases no hay seguridad para los estudiantes, ni vacunas para prevenir una ola de contagios que se pueden prevenir a tiempo. Es necesario que se exija atención a este problema.
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