Dos grandes músicos, Jerónimo Lidio Durán Aguilar, director de la Banda Sinfónica Antorchista de Texcoco, y Vladimir Sagaydo, director de la Orquesta Sinfónica Antorchista de Ixtapaluca, se presentaron en el auditorio Clara Córdova Morán, de Tecomatlán, Puebla, ante un auditorio formado en un 50 por ciento por niños, para brindar un concierto didáctico tendiente a despertar en ellos el gusto por la música.
Hacer que los niños aprendan a apreciar la música clásica, que la conozcan y la disfruten, que descubran en ellos mismos los talentos para esta hermosa disciplina, es uno de los objetivos que se ha planteado el Movimiento Antorchista en la educación de niños y jóvenes. Para avanzar en este camino se han apoyado en los conciertos didácticos y, en esta ocasión, consiguieron la participación de dos destacados músicos.
Jerónimo Lidio Durán Aguilar, originario de Texcoco, Estado de México, se tituló como licenciado concertista en corno francés bajo la tutela del profesor Ezequiel Mendoza, en el año 2003. También inició estudios de composición con el maestro Aurelio Carmona Rojas, en 2002, debutó como como compositor en el año 2004, hasta la fecha se han estrenado 14 piezas de su autoría con bastante éxito. En la actualidad es parte de la sección de cornos de la Orquesta sinfónica de la Universidad del Estado de Hidalgo, profesor de corno francés en el Conservatorio Nacional de Música y director del ensamble de la Escuela de Bellas Artes de Texcoco, de la Banda Sinfónica Ehécatl, también ha dirigido la Orquesta sinfónica de Texcoco en numerosas ocasiones.
Vladimir Sagaydo, nacido en San Petersburgo y radicado en nuestro país, hizo estudios en el prestigioso Conservatorio Rimsky-Korsakov de San Petersburgo, donde se graduó bajo la tutela de Anatoly Nikitin, luego perfeccionó sus estudios en Moscú, Viena, Berlín y Boston. Ha sido reconocido como virtuoso del violonchelo por la crítica especializada y por los mejores directores y orquestas del mundo. Ha sido invitado a participar en las actividades musicales del Colegio de Música Sacra de Roma, el Rathaus y el Konzerthaus de Berlín, la Filarmónica de San Petersburgo y el Conservatorio de Moscú.
En México ha estado al frente de la Orquesta Filarmónica de la UNAM, La Orquesta Sinfónica del IPN, Filarmónica de Sonora y las Sinfónicas de Puebla y de San Luis Potosí. Actualmente se desempeña como Coordinador de la Academia del Violonchelo y profesor en la Escuela Superior de Música del Instituto Nacional de Bellas Artes así como miembro de la Orquesta Filarmónica de la UNAM.
El concierto sinfónico con el que deleitaron a la concurrencia estuvo compuesto por la Pequeña Serenata Nocturna de Mozart, el Capricho Italiano de Tchaikovsky y Tierra de Temporal de José Pablo Moncayo, interpretados por la Banda Sinfónica Antorchista de Texcoco dirigida por Durán Aguilar, en la primera parte. Después el Bolero de Ravel, el Danzón No. 2, de Arturo Márquez y Huapango de José Pablo Moncayo, ejecutados por la Orquesta Sinfónica Antorchista de Ixtapaluca bajo la batuta de Vladimir Sagaydo.
La presentación de cada uno de los instrumentos interpretando melodías ampliamente conocidas, seguida de una breve explicación de sus características, permitió a los niños apreciar sus diferencias y los hizo aplaudir llenos de entusiasmo. Como la orquesta sinfónica cuenta con variados instrumentos de viento, madera, viento metal, percusión y cuerda, el desfile de los mismos acaparó la atención del auditorio y, contrario a lo que dicen los especialistas, fueron capaces de mantener su atención durante cerca de tres horas.
La sesión se completó con la ejecución de bellas melodías del arte popular como los danzones Salón México y Nereidas con los que se invitó al auditorio a bailar. Fueron varias las parejas que lo hicieron. Después pidieron más piezas y fue la hora de las cumbias que arrancaron muchos aplausos, y luego los músicos también cantaron y pidieron la participación de los asistentes para acompañarlos.
Sin duda, el baño de música que se logró quedará agradablemente grabado en la mente y los corazones de los pequeñitos. Así se avanza en la elevación espiritual de la niñez. Ojalá que este ejemplo se repita en muchos otros lugares, para forjar una juventud más sana y más humana.
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