MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El Che en Minsk

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Uno de los objetivos del imperialismo norteamericano es terminar de despojar a los mexicanos de nuestra soberanía sobre nuestros recursos naturales y sobre los productos de nuestra fuerza de trabajo: esclavizar definitivamente a México es una de las principales aspiraciones de la clase dirigente norteamericana. Pero esta idea no la tenemos bien clara, a pesar de que la historia de las agresiones yanquis a México nos lo demuestra a cada paso; pensar así nos parece exagerado, algo alejado de la realidad aun cuando diariamente salen a la luz pública hechos que nos lo demuestran indudablemente. Pero el golpeteo ideológico que hemos sufrido como nación durante décadas nos ha cegado hasta no ver lo obvio del acontecer ante nuestros ojos e incluso hasta negar su existencia y eso no conviene a los proletarios de este país. Es una confianza absurda que nos debilita y expone inermes ante los enemigos de la humanidad.

La suerte de México como nación soberana depende —mientras su clase gobernante no decida entregarnos en bandeja de plata a la voracidad imperial y lo permitamos— de lo que suceda hoy en Ucrania y en China, aunque de nuevo nos parezca exagerado pensar así. Si el imperialismo derrota a Rusia y a China nada le impedirá adueñarse bestialmente de Latinoamérica y de México. Y precisamente en relación a Ucrania ha sucedido recientemente un acontecimiento que a mi juicio es de la mayor importancia para las clases oprimidas del mundo, incluyendo nuestro pueblo y que es de las lecciones más importantes del año 2022.

Lo sucedido es otro hecho más de la perfidia imperial que ha venido a demostrar la razón que tenía Rusia para defender con las armas su propia existencia, empezando por los pueblos de origen ruso de Ucrania, agredidos por los neonazis de ese país, armados por Estados Unidos y sus títeres de la OTAN. Ha venido a demostrar también la actualidad de aquélla famosa frase del Che Guevara: “…no se puede confiar en el imperialismo ni tantico así, nada”.

Los pueblos de Donetsk y Lugansk, conocidos como el Donbáss, limítrofe con Rusia, en votación democrática decidieron constituirse como naciones independientes en 2014, luego de que los neonazis ucranianos agredieran su existencia con un golpe de estado en Ucrania. Rusia tenía que abogar por ellos pues su derrota pondría las principales ciudades rusas al alcance de las armas y misiles imperialistas. Los planes norteamericanos de dominar el mundo sometiendo primero a Rusia se toparon con la resistencia de las dos pequeñas y heroicas naciones. 

Se trata de dos regiones del mundo que, junto con la de Crimea, llegaron a la conclusión de que su camino no es el que dictan Estados Unidos y la OTAN. Luego de haber probado las “delicias” del “mundo libre”, decidieron libremente —en elecciones cuestionadas sólo por los líderes del “occidente libre” que tiene oprimida a la mayor parte de sus pueblos— darle la espalda y volver a su antigua casa, reintegrarse, pues, a Rusia. Se trata de una decisión soberana que los demás pueblos del mundo tenemos que respetar, pero que los neonazis ucranianos y sus amos yanquis no quisieron aceptar.

Tratando de evitar una guerra abierta que podría transformarse en nuclear, Rusia obligó a Francia, Alemania y la propia Ucrania, ya declaradamente neonazi, a sentarse para negociar acuerdos que permitieran encontrar un camino de paz. Fue así como se firmaron en Bielorrusia en 2014 los “Acuerdos de Minsk”, que permitirían transitar al Donbáss y a la propia Ucrania hacia una era de paz. 

Basta con que usted, amable lector, teclee las tres palabras en cualquier buscador de internet para hallar fácilmente los objetivos de dichos acuerdos, en sus dos etapas; por ello sólo mencionaré que, entre otros, estaban un alto bilateral al fuego (que el gobierno neonazi violó repetidamente como lo muestran los reiterados bombardeos por ocho años a ambas repúblicas); elecciones en el Donbáss (que nunca organizó ni reconoció el mismo gobierno); la vigilancia por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) para que no se usaran armas ni en la frontera con Rusia (uso que prohijó la complicidad de la propia OSCE antes que detener, como lo demuestra el hecho de que esta organización controlada por E.E.U.U. se negó a vetar a los grupos neonazis ucranianos ilegales en 2019); el desarme, incluyendo el equipo militar que poseían, de todos los grupos ilegales neonazis (mismos que, en lugar de cumplir lo acordado, han tenido más apoyo de todo tipo, sobre todo en equipo militar avanzado por parte de toda la OTAN, como bien lo sabe el mundo entero) y otra serie de violaciones a lo pactado con Rusia.

“Casi nada de esto se llevó a la práctica. En concreto, la parte ucraniana boicoteó todos los acuerdos. No quería una solución negociada. A falta de soldados dispuestos a luchar, el recién instalado presidente Petro Poroshenko movilizó al batallón Azov y a otras milicias fascistas, que el oligarca milmillonario financió en parte con su propio patrimonio. Se integraron en las fuerzas armadas y se enviaron a las regiones separatistas para aterrorizar a la población local y mantener el conflicto”, dice Peter Schwarz, el pasado 23 de diciembre en wsws.org.

También el presidente francés, Macron, puso su cuota de veneno: los acuerdos de Minsk, dijo, son “la única forma que nos permite construir la paz y construir una solución política viable”

Pues bien, en este último diciembre, el mundo, asombrado, se enteró que todo lo que aceptaron Francia, Alemania y los neonazis en Minsk fue una falsedad, que ni unos ni otros, querían la paz, por supuesto. Se sentaron a “negociar” y a engañar pérfidamente al mundo y a Rusia durante años con el único objetivo de ganar tiempo para armar a los neonazis ucranianos y lanzarlos contra Rusia, esa fue su jugada, y así lo han aceptado con todo cinismo. 

Mientras lo lograban, echaron a andar su maquinaria informativa y nos bombardearon por ocho años de “noticias” que despertaron en el mundo la falsa expectativa de que harían todo lo posible por lograr la paz, mientras por otro lado, descaradamente, estuvieron actuando de manera contraria a lo ofrecido. Y todos sabemos que Francia y Alemania son países ocupados militarmente por E.E.U.U. y que, por tanto, no tienen soberanía, no son países libres, sino que son gobernados por funcionarios títeres que obedecen ciegamente los dictados de su amo, así que la falsía provenía desde la Casa Blanca.

Fue la ex canciller Ángela Merkel, la que escupió la frase cínica: “El acuerdo de Minsk de 2014 fue un intento de dar tiempo a Ucrania”, declaró al semanario Die Zeit el pasado 7 de diciembre. “También utilizó [Ucrania] este tiempo para hacerse más fuerte, como se puede ver hoy”. Merkel estaba al frente del Gobierno alemán en 2014, cuando en Ucrania se produjo el golpe de Estado que sumergió al país en el conflicto interno. Los Acuerdos de Minsk fueron firmados en febrero de 2015 con participación de la canciller que gobernó Alemania por 16 años (dictadora, no canciller, si hubiera gobernado tanto tiempo un país no sometido totalmente al imperio).

Es difícil juzgar si tuvieron razón los rusos al dar tanto tiempo a los neonazis ucranianos para ser armados, rearmados y vueltos a armar, sólo ellos saben qué tan conveniente era, pero de lo que no hay duda es de que el resto del mundo nos hemos dado cuenta una vez más de la nula calidad moral de los negociantes estadounidenses y de sus marionetas europeas: Putin y sus compañeros han evidenciado al mundo entero las sucias maniobras imperialistas para conducir al mundo a más guerras y a una confrontación nuclear que podría extinguir la vida en nuestro planeta. Las declaraciones triunfalistas de Merkel han venido finalmente a dar la razón a Rusia de que debía tomar las armas para defender a las jóvenes repúblicas y poner un alto a sus agresores.

Putin dijo: "La idea [de E.E.U.U. y la OTAN al firmar los Acuerdos de Minsk] radicaba solamente en llenar a Ucrania con armas y prepararla para los combates. Lo vemos, quizá nos dimos cuenta con retraso. A lo mejor habría que iniciar todo esto antes [el operativo militar iniciado el 24 de febrero]. Simplemente esperábamos que hubiéramos podido ponernos de acuerdo en el marco de los Acuerdos de Minsk", subrayó. 

El espíritu del Che Guevara estaba también sentado en Minsk contemplando la firma de las mentiras y decía al mundo: “no les creáis, ni tantico así, nada”. Finalmente, Putin aceptó también la existencia de esa moral perversa imperialista y lo dijo a su manera: “en este contexto… se plantea la cuestión de confianza que actualmente "ya está casi en cero". "¿Cómo llegar a un acuerdo?, ¿qué negociar?, ¿es posible negociar con alguien?, ¿y dónde están las garantías?", dijo el jefe de Estado. Sin embargo, puntualizó que finalmente "habrá que llegar a acuerdos" [todas las citas de Putin, publicadas por rt.com el 9 de diciembre pasado].

Pero los proletarios del mundo debemos ver con toda claridad que la clase social a la que pertenecen los imperialistas es la burguesía, y nada pueden hacer sin sus compinches en cada nación, en cada país, en cada región del mundo. Su degradación como clase social es mundial; la desconfianza del Che es válida en lo general, pero también en lo particular y en lo singular; por tanto, la misma conducta traicionera y mentirosa de Minsk la deberá mostrar en cada región. Toca a los proletarios de cada país descubrir quiénes son sus personificaciones concretas y no dejarse engañar por ellas en sus respectivos acuerdos locales. En todo caso, la realidad iniciada por Rusia el 24 de febrero de 2022 es la que está imponiendo lo que los acuerdos verbales no lograron y es la que, en última instancia, representa una esperanza real para nuestra soberanía nacional. Allí está la lección.
 

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