MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El dengue se dispara por irresponsabilidad del Gobierno

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Todos en Campeche hemos sufrido en carne propia los problemas que genera la enfermedad del dengue, la impotencia al ver el sufrimiento, y algunos hasta la muerte de algún ser querido. 

Cada año, las familias pobres de los estados vulnerables sufren el castigo del dengue. Eso lo sabemos porque lo padecemos. Pero es mucho más lo que no sabemos del dengue, de manera que lo sufrimos impotentes, casi ciegos, sin entender por qué ni qué podemos hacer, aumentando el dolor y agravando las consecuencias. 

Si no se corrige, si se mantiene la indolencia y el abandono de AMLO y de quien le va a suceder, terminará 2024 ¡con más de 250 mil contagios confirmados y más de cuatro mil 500 muertes!, algo nunca visto, una tragedia colosal y criminal. 

Los antorchistas (y todo aquel que lo quiera y acepte) debemos entender esa enfermedad, por lo menos en los aspectos más generales, saber qué nos dicen los datos estadísticos de ella, lo que están haciendo (o dejando de hacer) nuestras autoridades, y lo que nosotros podemos y debemos hacer.

Es más importante ahorita que comenzó la temporada de lluvias y que la evolución de los contagios nos anticipa que esta vez las víctimas serán como nunca antes. Por ello intentaré destacar algunos datos para que ustedes compañeros, amable lector, saquen sus conclusiones.

El dengue es una infección viral que se transmite por la picadura de las hembras de los mosquitos Aedes aegypti, especie que se desarrolla en ambientes húmedos y calurosos; su larva crece en el agua estancada (los llamados “maromeros”). Por eso, la enfermedad se presenta sobre todo en lugares de climas tropicales y subtropicales de todo el planeta, incide más en las zonas urbanas y semiurbanas, y principalmente en época de lluvia.

La mayoría de las personas que contraen dengue no tienen síntomas, que suelen ser fiebre alta, dolor de cabeza y en otras partes del cuerpo, náuseas y erupciones en la piel.

La mayoría de casos se curan en una o dos semanas, pero otros se agravan y requieren hospitalización. En los casos más graves, el dengue puede ser mortal. Se trata con medicamentos que alivian el dolor, pero no hay aún ningún tratamiento. No se cura, pues, por lo que la prevención es básica en su combate.

El tratamiento y prevención dependen de la calidad de vida, los servicios básicos (agua, drenaje, vivienda), de salud, educación, y la efectividad de las acciones de Gobierno, que maneja a las instituciones y el dinero del país.

Por ello, el dengue es un mal que ataca principalmente a las familias pobres y vulnerables. Es evidente que una familia que vive en zonas bajas o pantanosas, hacinados en casas de lámina, sin agua ni drenaje, no pueden evitar que el mosco entre a sus viviendas y los contagie.

No sirven las “descacharrizaciones” o fumigaciones por parte del Gobierno cada mes, además de que el 57 por ciento de los mexicanos viven con trabajos informales, sin seguridad social ni acceso a la salud.

En México, los primeros reportes de dengue se registraron en 1941, con 6 mil 955 casos en toda la república. Posteriormente, se reportaron pocos casos, hasta su desaparición en 1963 gracias a la campaña intensiva de erradicación del agente transmisor de la fiebre amarilla dirigida por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que mantuvo el dengue ausente durante doce años. 

Este programa se interrumpió a finales de 1970, y para 1980 el Aedes aegypti no sólo había recuperado su distribución geográfica, sino que amplió su territorio de distribución e infección; el dengue se convirtió en un problema de salud pública mundial.

Regresó a México en 1978. A partir de 1980, los casos aumentaron y se convirtió en uno de los problemas de salud más importantes. En cuatro décadas (hasta 2018) hubo seis brotes epidémicos: en 1980 con 51 mil 406 casos confirmados; en 1997 con 53 mil 541; en 2007 con 52 mil 369; en 2009 con 55 mil 961; en 2012 con 50 mil 368; y en 2013 con 62 mil 330.

Estos brotes corresponden a las oleadas a nivel mundial, pero también a las acciones u omisiones de los Gobiernos de México, que son respuestas no solamente al dengue, ni siquiera solamente al problema de la salud en general, sino a la política social de cada administración, y es, por ello, un indicador infalible de sus principios y su efectividad como mandatarios, por encima de sus discursos y campañas publicitarias. Conviene hacer un repaso rápido:

En 1942 (un año después de la aparición del dengue en México), se aprueba la primera ley federal de seguridad social; en 1943, el presidente Manuel Ávila Camacho fundó el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), se descentraliza el servicio de salud, se creó la Secretaría de Salubridad y Asistencia (SSA). 

Es el primer intento de hacer universal y gratuito el servicio de salud; pero desde entonces dejó fuera a los trabajadores informales, que son más de la mitad de los mexicanos.

Las acciones de los posteriores presidentes y la campaña de la OPS lograron erradicar el dengue.

Se intentó ampliar el acceso de los pobres a los servicios de salud afiliándolos a través del programa IMSS-Conasupo. En 1974, Luis Echeverría Álvarez, a través del programa de Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (Coplamar), logró ampliar la cobertura de servicios de salud para residentes del área rural y los más pobres, creando el programa IMSS-Coplamar.

Al reaparecer el dengue, y después del brote de 1980, el presidente José López Portillo implantó dos programas de extensión de cobertura de salud: uno dirigido a las áreas rurales bajo la responsabilidad del IMSS, que construyó arriba de mil centros de salud y varios hospitales; y el otro buscando la atención primaria para la salud en zonas marginadas. El dengue tomó una tendencia decreciente.

Al llegar al poder Miguel de la Madrid Hurtado, y después Carlos Salinas de Gortari, llegó el neoliberalismo que se postró a las “sugerencias” del Fondo Monetario Internacional (FMI): devaluación, reducción del gasto público, eliminación de subsidios para alimentos y productos básicos, restricción de salarios, aumentos de tasas de interés, eliminación de empresas estatales, más acceso a inversión extranjera, reducción de protección a industria local, a pesar de eso, el dengue sigue decreciendo, hasta que se disparó en 1995 y 1997.

Era el tercer año del presidente Ernesto Zedillo, quien reinició la descentralización de los servicios de salud que había pausado Carlos Salinas, los servicios de salud no logran mejorar, pero se contiene el dengue, que casi desaparece el último año de su sexenio.

Vicente Fox Quesada crea el Seguro Popular en 2003, con el objetivo de “garantizar el acceso integral a los servicios públicos de salud para todos los mexicanos… sin distinción de su condición social, laboral y económica”.

El avance en la universalidad de la salud es importante, logra dar acceso a servicios de salud a millones de mexicanos que no lo tenían, pero las inequidades no disminuyen, sigue habiendo mexicanos con insuficiente servicio de salud o sin nada. 

El dengue sigue presente y crece en el mundo entero; se dispara el dengue hemorrágico (mortal) y los intervalos entre cada brote son cada vez menores.

En México se dan los brotes de 2007 y 2009, siendo este último más mortífero, en el período de Felipe Calderón. La incidencia (casos por cada 100 mil habitantes) aumenta constantemente, pasó de 2.4 en el 2000 a 52.6 en 2050, ya en el período de Enrique Peña Nieto.

Se dispara otra vez en 2012 y 2013. Peña Nieto pone énfasis en la cobertura de la seguridad pública, e inscribe en el Seguro Popular a los beneficiarios de Prospera y Adultos Mayores que antes no tenían acceso. Con esto y otras acciones logra una tendencia sostenida de disminución del número de casos y de la incidencia.

Al tomar el poder Andrés Manuel López Obrador (AMLO) elimina el Seguro Popular, deja sin acceso a la salud a 50.4 millones de mexicanos, hace recortes al gasto de salud, promueve el subejercicio y las estructuras del sector se suman a su política de “austeridad”.

Esto hace que se descuiden las acciones de prevención, hay escasez de medicamentos y en general se cae el sector salud; el resultado es el incremento en el número de enfermos de dengue; al cerrar 2019 se registraron 43 mil 312 casos. En 2020 bajan a 25 mil 226, y en los dos siguientes se registran menos, pero se debe a la pandemia del covid-19 que provocó subregistros por el temor de la gente, la falta de funcionamiento de las estructuras, y hasta por ocultamiento de datos, promovido por AMLO. En 2023 se registran 56 mil 333 casos.

Me permito recordarles que desde mediados de 2023 nosotros advertimos que el dengue estaba creciendo amenazantemente y presentamos una proyección, la cual se confirmó y rebasó al terminar el año. Y les recuerdo que lo advertimos no para decir ahora “te lo dije”, sino con la intención de que en ese momento se corrigiera y se tomaran medidas. Pero este sexenio que está terminando (y lamentablemente parece que se repetirá los siguientes seis años), nadie nos hizo caso, sino todo lo contrario.

Pues si esa proyección en 2023 era (y fue) de espanto, la que hacemos con los datos que se han presentado de lo que va de 2024 es mucho peor, y advertimos que se deben tomar ya medidas urgentes para corregir el abandono al sector salud, y tratar de evitar esta tragedia: en la semana número 26 de 2024 ya son 20 mil 249 casos confirmados, siendo que en el mismo lapso de 2023 fueron solo 4 mil 400 (¡y conste que 2023 dejó a 2022 muy atrás!), un incremento de 360 %; y las víctimas fatales son ya 49, siendo que en el mismo período de 2023 fueron sólo cinco, un incremento de 880 %.

Si no se corrige, si se mantiene la indolencia y el abandono de AMLO y de quien le va a suceder, con la complicidad de todos los que los apoyan; si no se toman medidas, de seguir las tendencias actuales, terminará 2024 ¡con más de 250 mil contagios confirmados y más de cuatro mil 500 muertes!, algo nunca visto, una tragedia colosal y criminal. No es casualidad, no es el dengue solito, es la irresponsabilidad del Gobierno de AMLO.

Los mexicanos, sobre todo los más pobres, debemos entenderlo, afrontar que AMLO no va a corregir, y aprender de esa verdad que el pueblo debe dejar de jugar a las elecciones vendiendo por unos pesos su derecho a hacer política de verdad, debe unirse, organizarse, y convertirse en fuerza política para pelear y ganar el poder, no sólo por el poder mismo, sino para dirigir al país y, entre otras cosas, salvar la salud y la vida de nuestras familias.

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