Muchos opinadores políticos no se explican (o no lo dicen con claridad) cómo después de tantas fallas, fracasos e ignorancia emanada desde Palacio Nacional, #López Obrador no ha caído y el pueblo no se levanta para exigir su renuncia, que es lo menos que puede hacer dada su incompetencia demostrada. La razón tiene un carácter de clase: se encuentra respaldado por los empresarios más ricos de México.
No es verdad que AMLO todavía tenga cierta aceptación; siendo realistas no es la misma aceptación con que inició su gobierno en 2018; no es cierto que sea la mayoría de los trabajadores quienes lo admiran y que haga lo que haga tiene el respaldado de la gente, pero ¿cómo es eso si ha violado la constitución y persigue a deportistas, intelectuales, periodistas, artistas, científicos, líderes de organizaciones sociales y políticas?
En los libros donde explican el funcionamiento de la sociedad, se nos dice que el Gobierno es un órgano de represión política, jurídica e ideológica de una clase social sobre otra. No puede existir un gobierno neutral al margen de las clases sociales existentes en determinada sociedad. Ese gobierno es un instrumento que sirve para mantener la explotación de la clase dominada por la clase dominante.
El gobierno de México no está al servicio del pueblo, sino a favor de la clase dominante de nuestro país.
Aquí se puede argumentar que muchos empresarios han salido al ataque de las medidas irracionales del gobierno de Morena, lo cual es verdad. Sin embargo, el Gobierno no solamente sirve para reprimir a la clase social contraria, sino también eliminar a los competidores que se superpongan a los grandes intereses del capital.
Muchos millonarios no defienden a Morena; es más, incluso la atacan. Pero no son ellos quienes sostienen al gobierno, sino los supermillonarios del país, quienes se han beneficiado y que desde hace años han estado promoviendo la imagen de López Obrador.
Por eso a nadie le debe parecer extraño que empresarios como el magnate Carlos Slim salga en defensa del presidente, llegando a hablar en nombre de su clase social en el púlpito del poder ejecutivo del país en Palacio Nacional, o que entre y salga de esa misma sede de manera constante y mucho menos que tenga contratos millonarios como una parte de la construcción del tren maya y ahora la reparación de la línea 12 del metro, lo cual es un símbolo del desastre de este gobierno que Slim quiere arreglar.
Y todo esto, ¿Lo hará el empresario por pura beneficencia pública? Es bien sabido por todos que ha sido el consentido de varios gobiernos, como el de Salinas de Gortari, de quien adquirió la empresa Telmex, en 1990.
Pero hay más: Alberto Bailléres González, el “rey de la plata”, cuarto hombre más rico de México; Germán Larrea, principal de Grupo México y segundo hombre más rico del país; Ricardo Salinas Pliego, de fundación Azteca, tercer hombre más rico e intermediario de programas gubernamentales a través de su banco. También, aunque no es de los más ricos, grupo Televisa está dentro de los empresarios que respaldan al gobierno. Entre varios más que figuran en las listas de los personajes con mayor cantidad de dinero en sus cuentas bancarias.
Tampoco a nadie le debe extrañar que por ese respaldo empresarial, los discursos, la imagen, sus insuficientes acciones y hasta las “barbaridades” intelectuales del presidente sean repetidas múltiples veces en los noticieros de Televisa y TV Azteca, lo cual repercute en la opinión del pueblo, educado por este duopolio, y que por eso se tenga una imagen del gobierno que no concuerda con la realidad, una imagen creada por estas empresas, que evita que nos demos cuenta del desastre político y social en que nos tiene sumergidos Morena en el poder.
Así López Obrador se puede lanzar contra quien sea, empresario “menor”, líder social o periodista, sin temor a nada porque por una parte tiene el respaldo de los magnates del país y por otro tiene al pueblo engañado a través de las grandes empresas de telecomunicaciones que crean una imagen falsa del gobierno.
Ante este panorama, podría parecer que estamos perdidos al acecho de la 4T. Sin embargo la salida que ha demostrado funcionar en estos casos ha sido la lucha colectiva. Si el presidente no ha demolido a los intelectuales es porque ellos se han unido para combatir a ese poderoso enemigo común. Aunque también esos periodistas están protegidos por los intereses de otros capitalistas, incluso extranjeros, cuyas columnas se publican en diarios de Estados Unidos y España.
Pero incluso sobre eso, el proletariado tiene una mayor fuerza, que es su principal ventaja y que es temida por los grandes capitalistas y los gobiernos, y esa es su número. Pero el número no basta, porque más del 99% corresponde a la clase humilde a nivel mundial.
Lo que se necesita es que esa gente humilde, junto con todas las demás capas de la población afectadas por la política de la 4T, se una, se organice y luche contra el gobierno que únicamente beneficia a las supermillonarios del país.
Este gobierno no es del pueblo ni es la esperanza de México. La única salida es la unidad y lucha de una masa gigantesca que pueda hacer frente a los intereses millonarios que representa la 4T.
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