MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El lenguaje alienígena I

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Contaré una anécdota personal. Hace muchos años, allá por los 90, trabajé como corrector ortográfico en un periódico local de Michoacán, cuando no existían las redes sociales ni el hábito de copiar y pegar. Aquel periódico publicaba diariamente horóscopos y hubo algunas semanas que, entre mis deberes diarios, me tocó corregir los que me hacía llegar en disco de 3 ½ una capturista. 

Era un dolor de cabeza recibir sus pésimas capturas por lo mal que trabajaba, y tenía yo que casi rehacer su trabajo, así que pedí que me pasaran los originales que enviaba el astrólogo para contrastar y guiarme. Cuál fue mi sorpresa al recibir amarillentos recortes de horóscopos de viejos diarios de los años 1930. Así que no teníamos contratado ningún astrólogo michoacano, pensé, sino que simple y llanamente nos estábamos fusilando viejas predicciones que quién sabe qué tan originales eran a su vez. Al revisar mis anteriores correcciones me di cuenta de que, en mi esfuerzo por entender lo que la capturista me enviaba, había yo alterado varias predicciones del porvenir de las personas. Y entonces algún diablillo me propuso hacer travesuras que nadie se daría cuenta. 

Así que cada vez que recibía las capturas, jugaba yo cambiando Aries por Capricornio o por Piscis, le decía a Tauro que no saliera vestido de rojo ese día porque la alineación de Júpiter con Neptuno no lo recomendaba, que si alguien vestido de azul se acercara a Géminis no le convendría hablar con él, que Saturno en tránsito por la constelación de Leo le recomienda comer chilaquiles bien picosos y quién sabe cuántas cosas más puse esas semanas, siempre jugando, llevando al absurdo mis predicciones y pensando divertido en qué locuras se andarían metiendo quienes las leyeran y trataran de realizarlas. 

Todo lo hacía sin reclamo alguno, nadie en la empresa tomaba en serio sus propios horóscopos, todos sabían del fraude que significaban, pero nadie protestaba mientras no se metieran en su terreno. Así estuve entretenido varios días, ensayando mi escritura del absurdo. Hasta que una ocasión llegué a casa de mi madre y encontré a una hermana mía leyendo ávidamente su horóscopo, hecho por desconocido astrólogo que resultaría ser su hermano. Debo decir que nunca he creído en tales predicciones y siempre las consideré verdaderos fraudes, o juegos, como era mi caso. Pero ese día me di cuenta del grave daño que causan. 

Primero la atónita cara de mi hermana cuando supo que todo era mi juego y luego sus lágrimas me indicaron que ella tenía necesidad de creer y yo le había destruido su ilusión. Al día siguiente, pedí que otro corrector se hiciera cargo de los horóscopos, y al paso del tiempo vi que mi hermana, recuperada del golpe, había cambiado de astrólogo, pero nunca dejó de leer la voz de las constelaciones y los planetas, de ordenar su vida de acuerdo a las instrucciones venidas de recónditos espacios cósmicos, recibidas sin transmisores electrónicos, pero bien interpretadas —o reproducidas medio siglo después— quién sabe por quién, vestido o vestida de larga túnica, estilo hippie o en informal atuendo —como tú—, pero presentada pulcramente en papel y tinta de prestigiados diarios y revistas semanales de llamativos colores. Eso sí, quienes las presentaban en esos medios de comunicación, aseguraban por todos los dioses, karmas y cometas habidos y por haber, que sabían leer tal lenguaje del movimiento astral, que habían sido debidamente iniciados en secretas sesiones en la complicada y suprema tarea de interpretar sin error alguno los designios de las fuerzas universales, todo lo cual era creído a pie juntillas por mi hermana. He de agregar que no me costó gran esfuerzo abandonar mi corta carrera de astrólogo, pero no he de negar que me gustaban las travesuras y siempre que veía a mis compañeros correctores sufrir con las malas capturistas, me daban ganas de iniciarlos en el difícil arte de hablar el lenguaje de las estrellas, escribiendo cualquier absurdo.

Hoy, cuando se avecinan más desgracias como las que provocó hace unos días el huracán Agatha, cuando estamos sumidos en graves problemas económicos y el mundo se enfila a una crisis alimentaria y la hambruna nos amenaza, las televisoras del mundo y los medios de comunicación —los mismos de los fraudes de brillantes colores de los años 90 sólo que traspuestos al teléfono móvil— han puesto oportunamente ante nuestros ojos, no al superado chupacabras, sino a una mujer colombiana, una tal Mafe Walker, hablando sílabas inconexas, que presume de tener una conexión especial con el universo y ser capaz de comunicarse con otras galaxias, es decir, ya no interpreta los movimientos planetarios —el lenguaje de los pobres planetas ya es demasiado anticuado, ya es hora de dejarlo en el cajón de los tiliches astrológicos, ya pasó de moda, esas malditas sondas espaciales lanzadas hacia los planetas han dejado demasiado claro que allí no hay alienígenas de ojos saltones con los cuales comunicarse—, sino que ahora ella misma, la colombiana, manda mensajes de incógnita energía síquica desde su boca misma, desde aquí hasta allá, hasta donde sólo los modernos telescopios de la NASA pueden ver, faltaba más. 

Cualquier semejanza de la función comunicadora de su lenguaje alienígena, capaz de viajar más rápido que la luz misma hasta los últimos confines conocidos, producido con la boca misma de la colombiana, cualquier semejanza, repito, con la función social de la oración religiosa, de los milenarios cánticos ceremoniales, salmos, alabanzas, conjuros, hechizos, mantras y demás ensalmos, no es coincidencia. Es el mismo lenguaje, esencialmente, pero remasterizado, modernizado y traducido a guturales sonidos vendibles en videos cortos a los que sólo la televisión y el internet dan vida. Fuera de ellos, ese lenguaje está muerto, no es negocio.

La mujer asegura tener energía de otras dimensiones, asegura que está hecha de ADN galáctico —un argumento astrológico impensable en 1990, dado que algo como el genoma no existía aún en la conciencia de las clases medias de la humanidad de ese entonces—, y ser ella misma un portal vivo para canalizar un mensaje de amor, paz, salud, vibra positiva y abundancia —¡oh, palabra esta última tan comercialmente atractiva! Se está ofreciendo, pues, como un ser humano avanzado y capaz de hablar con los extraterrestres de galaxias muy, pero muy lejanas, a donde convenientemente no llegarán en mucho tiempo sondas humanas que desmientan sus declaraciones y, por unos cuantos dolarillos, este nuevo ser de luz promete curar a las personas, alinear sus chakras, asegurar que estén conectadas con el universo y darles sabiduría —y de paso, quizá, evitarte el envejecimiento, uno nunca sabe, son sólo 75 dólares por sesión por persona—. Pero sí se sabe de miembros de la clase media alta que suelen ser clientes del ensalmo y suben a sus redes sociales videos de sus retiros espirituales con ella, a quien pagan sus mensajes, garantizados sin interferencias de molestos agujeros negros, con el objetivo de tener una vida mejor.

La moderna médium tiene millones de reproducciones en su Tik Tok y en Instagram y sea desmentida pronto o no, ya jugó el excelente papel de distractor social, de munición ideológica que habitará las mentes de millones de seres humanos, haciéndoles el daño de quebrar en ellas, durante años, cualquier método científico de análisis de la realidad, justo como lo lograban los antiguos horóscopos. Seguiremos comentando este tema más adelante.

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