A propósito de festejos, agradezco al dirigente de La Paz, Cesar Omar Palma Ramírez, la invitación a la convivencia del “Día del Niño” en la Colonia Ampliación Márquez de León, una de las colonias marginadas en la capital de este bello estado de BCS. Pudimos llevar por iniciativa del equipo de activistas que él dirige el compañero mencionado, unos “obsequios” (dulces y juguetes) que sirvieron para arrancar unas sonrisas y un momento de sana distracción y convivencia, así como el poder llevar un mensaje a las mamás y papás de los niños festejados. Contrario a la actitud de los gobiernos en este mensaje tratando de hacer conciencia entre los presentes de nuestra situación actual, pues, podemos ver que los “festejos” como comúnmente los llaman muchas de las veces no se profundiza ni se educa a la población del verdadero significado, recientemente por mencionar algunos, día del niño, día del trabajo, seguiremos con la batalla de puebla, día de las madres, día del maestro etc., etc. Ahora que están estos festejos como el Día del Niño, las autoridades prodigan felicitaciones y, en algunos casos, regalarán juguetes para demostrar su supuesto apoyo a la infancia, pero no debemos olvidar que, en los hechos, el actual gobierno practica un desprecio total hacia la niñez mexicana. Veamos.
A propósito del Día del Niño, cuyo objetivo consiste en recordar que los infantes del mundo tienen derechos a la salud, a la protección física, la educación y que son ellos quienes más sufren las crisis y los problemas de toda índole. El 30 de abril fue instituido como Día Universal del Niño por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para conmemorar a las víctimas infantiles de la Primera Guerra Mundial (1914-1918); pero desde que empezó a celebrarse, esa fecha sirve para demandar a los Estados nacionales el respeto a los derechos de la infancia.
Sin embargo, es necesario recordar que, desde hace más de 100 años, la población infantil es víctima de las guerras; y que las más recientes han sido a causa del expansionismo imperialista de Estados Unidos, como fue el caso de sus agresiones militares contra Siria, donde afectó a 8.4 millones de niños; contra Irak, donde los infantes agraviados fueron tres millones 950 mil y el conflicto que ahora ha provocado a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte entre Ucrania y Rusia, donde de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) están padeciendo los estragos de la guerra alrededor de 7.5 millones de niños.
En México, las condiciones de los niños no son muy distintas. Según la UNICEF, con datos actualizados a principios de este año, uno de cada dos menores de seis años (el 54.3 por ciento) se encuentra en situación de pobreza multidimensional; y el 20 por ciento de éstos se halla en pobreza extrema; es decir duermen con el estómago vacío porque sus padres carecen de recursos para alimentarlos; además de que uno de cada ocho menores de cinco años padece desnutrición crónica.
En 2020, más de cuatro millones de niños y adolescentes no asistían a la escuela y 600 mil más estaban en riesgo de abandonarla por motivos diversos, entre los que destacan la falta de recursos, la lejanía de las escuelas y la violencia delictiva. Estas cifras crecieron con la pandemia de Covid-19. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social señala que el 24.8 por ciento de los niños no tiene acceso a los servicios básicos en la vivienda; el 16.7 por ciento carece de espacios de calidad en ésta; y el 16.2 por ciento no cuenta con servicios de salud.
Esta deprimente situación de la infancia mexicana se ha agudizado con las políticas socioeconómicas impulsadas por el actual gobierno, debido a que el bajo crecimiento económico, la disminución del empleo y el retiro de programas en 2020 desapareció el programa de estancias y guarderías infantiles que apoyaba a las madres trabajadoras, el 93.9 por ciento de ellas reconoció que contribuía a mejorar la calidad de vida de sus hijos y a desarrollar su lenguaje, habilidades sociales y motrices, según un análisis del Coneval.
Y para “remachar” El pasado 1° de marzo, el Diario Oficial de la Federación publicó un decreto del presidente Andrés Manuel López Obrador con el que ordenó la desaparición del programa Escuelas de Tiempo Completo con el argumento de “luchar contra la corrupción” –que no ha probado hasta ahora–; y con tal medida afectó a 3.6 millones de niños, según datos de la organización civil Mexicanos Primero.
Todas estas medidas enumeradas que van en contra de los más vulnerables y que derrumban la hipocresía de los gobiernos aquí en México, no son obra de la casualidad, están alineadas en el modelo económico actual neoliberal mundial. Solo ejemplificare lo siguiente:
A partir de 1982, ante la crisis del modelo de Sustitución de Importaciones, el esquema neoliberal se convirtió en política económica oficial, teniendo como fundamentos: la privatización de casi toda la propiedad estatal, apertura económica total y eliminación de barreras a las importaciones y una economía orientada fundamentalmente a las exportaciones.
En política fiscal, se abatieron los subsidios al pueblo y se otorgaron jugosos apoyos a las grandes empresas; aumentaron los impuestos a los sectores de menores ingresos, y se redujeron a los más ricos: somos el país de la OCDE con menos carga fiscal para los empresarios. Se redujo el gasto real del Estado en ciencia y tecnología. El apoyo a necesidades sociales como vivienda, educación y salud fue calificado peyorativamente como vil e ineficiente populismo, y su atención dejada al libre juego de las fuerzas del mercado: que cada quien pague por resolverlos, si tiene con qué. Se redujeron criminalmente los salarios para atraer la inversión extranjera. Todo este detrimento en el actual modelo que se ejemplifica en México por ser uno de sus más obedientes aplicadores: somos, por ejemplo, el país con mayor número de tratados de libre comercio, y con una espantosa polarización en la distribución del ingreso, cuyo saldo son los más de 85 millones de pobres, y del otro lado, el hombre más rico del mundo.
Siempre me sumaré al llamado de que es necesario cambiar esta situación y consecuentemente, insistir como lo ha hecho nuestra organización en que, si el problema es una crisis del modelo, no puede resolverse mediante “emplastos” como lo quiere hacer ver el gobierno actual. Los problemas estructurales demandan soluciones estructurales. Se requiere otro modelo, que por encima de la ganancia empresarial atienda las necesidades sociales, que haga del mercado interno su centro de atención; que sea productivamente eficiente y equitativo en materia de distribución; que pague más salarios y cobre menos impuestos a los pobres, y oriente el gasto público hacia las necesidades del pueblo y no en apoyo a los empresarios para engordar sus ganancias. Que genere empleos suficientes, dignos y bien pagados en nuestro territorio, para que no sigamos dependiendo de la emigración y la limosna pública. Deben incentivarse el ahorro y la inversión internos, Debe aumentar el gasto en las universidades, para que todos nuestros jóvenes en edad y con deseos de estudiar puedan hacerlo, y fomentarse el desarrollo científico y tecnológico. Así tendremos una patria próspera y justa, capaz de superar la inseguridad, la delincuencia y el miedo, pero no multiplicando las cárceles, sino garantizando a cada hogar el pan suficiente y los satisfactores necesarios. Vale.
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