En los albores de la civilización, cuando los seres humanos carecían de todo, cuando las toscas herramientas con que contaban eran poco productivas, en esas condiciones se volvía imprescindible el trabajo en grupo para sobrevivir, para ir de caza y defenderse de las fieras.
Una vez que se mejoran los medios para producir y se logra un excedente social, esta condición ya no es tan indispensable; surge la propiedad privada y junto con ello el espíritu del trabajo individual se sobrepone, pero es hasta el surgimiento del capitalismo cuando cobra verdadera fuerza social. A pesar de que la producción es colectiva, el producto es acaparado por unos cuantos, los dueños de los medios de producción.
Hoy más que nunca necesitamos redoblar esfuerzos por todos los vecinos para que nos identifique un bien común, la seguridad del colectivo y la defensa de sus intereses.
Así, en una sociedad como la nuestra en la que se privilegia y resalta el individualismo por encima de la solidaridad humana, cuando de forma machacona en el aula, en la familia, en la sociedad entera se insiste tanto en el esfuerzo individual a contrapelo del trabajo en equipo, resulta de interés para quienes buscamos un cambio social en el país la valoración justa y necesaria del trabajo colectivo entre la población. En especial, de aquellos grupos sociales que por razones de convivencia diaria, como son las colonias populares y las unidades habitacionales, donde se requiere mantener y cuidar los espacios comunes, la seguridad colectiva y, sobre todo, mostrar la solidaridad cuando algún vecino sufre una desgracia familiar, etcétera.
Pues bien, ante el aumento creciente de la pobreza, la falta de verdaderos programas sociales que lleven a atenuar las difíciles condiciones en las que se debaten millones de familias mexicanas, la falta de un empleo seguro, cuando la delincuencia y las drogas permean entre nuestros jóvenes, cuando se van perdiendo los valores sociales, resulta de primer orden realizar actividades que muestren a los vecinos que solo unidos y organizados, fomentando la fraternidad entre todos los que pertenecemos a una organización, formamos parte de un colectivo mayor que es el pueblo de México, al cual hay que poner en pie para que sea digno de su propia historia.
En el frente popular no debemos perder de vista que las faenas comunitarias y las tareas en equipo nos han dado seguridad y bienestar colectivos.
Hoy más que nunca necesitamos redoblar esfuerzos por todos los vecinos para que nos identifique un bien común, la seguridad del colectivo y la defensa de sus intereses, que son los mismos que alientan al Movimiento Antorchista Nacional para hacer de México una patria más justa, más soberana e independiente.
El sueño es ser una nación que cobije a todos sus hijos sin distinción, que haya trabajo para todos y que el pueblo pueda contar con salud y educación, así como libertad de movimiento sin riesgos a la seguridad personal o familiar.
Por consiguiente, si queremos ir sentando las bases de una nueva sociedad, más justa, generosa y solidaria para todos, requerimos formar hombres y mujeres más solidarios y conscientes, quienes valoren mejor el trabajo colectivo (faenas, guardias, etcétera).
Esto implica sumarse con más empeño y entusiasmo para que las colonias y unidades habitacionales formadas por el Movimiento Antorchista Nacional sean más limpias, mejor organizadas y se encuentren en paz.
En fin, ayudemos todos a promover la sana convivencia y el trabajo colectivo para mejorar nuestro entorno e imagen urbana, pues con eso avanzaremos en la educación del pueblo para las luchas futuras.
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