Una educación suficiente en calidad y cantidad otorga a las personas libertad y habilidad de discernir con profundidad y agudeza los distintos aspectos de la vida, tomar postura, elegir y ejecutar la voluntad. Como otras conquistas para la humanidad, el derecho a la educación fue incorporado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos desde 1948. Ciertamente, había la posibilidad de educarse desde antes, pero únicamente para élites privilegiadas: hombres y hombres blancos. Después de tantos años se esperaría que la educación fuera realmente, en los hechos, un derecho universal, para todos y todas, en cantidad y calidad.
Sin embargo, en los últimos años, la pandemia ha agudizado las grandes carencias que sufre México en materia educativa, quedando este derecho prácticamente en letra muerta. Ello se explica principalmente por cuatro razones. Primero, La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), indica que su media en gasto por estudiante desde la educación primaria a la educación terciaria, es de 236,502 pesos mexicanos al año en instituciones públicas; y en México apenas es de 60,905 pesos al año (Panorama de la educación Indicadores de la OCDE 2021). Segundo, desde el principio de la pandemia, los planteles mexicanos de diversos niveles educativos han estado cerrados más tiempo: de 2020 a septiembre 2021 estuvieron 250 días, cuando el promedio de la OCDE fue alrededor de 100.
Tercero, tampoco se aplicaron recursos en pruebas y vacunas para jóvenes y niños. En cuanto a las condiciones de las Instituciones, el 23 % de escuelas carecen de agua potable y no ofrecen las condiciones mínimas de espacio y ventilación para tener a los educandos de forma presencial. Cuarto, el modelo de enseñanza a distancia no funcionó por el acceso desigual a las tecnologías de la información en los hogares (radio, televisión, computadoras y acceso a internet). No se conservó la calidad educativa y el avance no fue homogéneo. Lo que generó una brecha educativa acentuada entre el grado escolar cursado y lo aprendido.
Un resultado de esta crisis educativa es el elevado número de jóvenes que abandonaron la escuela: más de cinco millones no se inscribieron al ciclo escolar y 1.8 millones no lo terminaron (Inegi), lo que significaría una caída por debajo del nivel de asistencia a las escuelas en 2008 (IMCO). Además, la pérdida de aprendizaje en México podría equivaler a dos ciclos escolares (Banco Mundial). Por lo que, en los próximos 80 años, esto le podría costar a México un equivalente a 3.4 billones de dólares, por las disminuciones de su PIB, resultado del riesgo potencial de una generación de jóvenes (OCDE).
El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) estima que casi 2.2 millones de alumnos tienen alto riesgo de no haber avanzado en los aprendizajes que les correspondía para este ciclo escolar, y 7.8 millones de estudiantes están en riesgo medio alto, lo que equivale a 10 millones de niños y jóvenes con rezago de conocimientos importantes. Casi el 30% del total de estudiantes que cursaron el ciclo escolar 2019-2020. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que 628 mil jóvenes abandonaron sus estudios en el país a causa de la pandemia. Estos se suman a los 2.4 millones de jóvenes, de 6 a 17 años, que en 2018 no asistían a la escuela. Escenarios dramáticos para México.
A decir de la Encuesta Mundial sobre los Jóvenes y la Pandemia de la covid-19 (Organización Internacional del Trabajo), otro efecto importante es la reducción del bienestar mental, que fue mayor en jóvenes que habían visto interrumpida su educación, generando males de ansiedad y depresión. También creció la cantidad de ninis: en los países de la OCDE, el porcentaje promedio de jóvenes de 18 a 24 años que son ninis aumentó de 14.4% en 2019 al 16.1% en 2020. En México, el porcentaje de ninis pasó de 21.5% en 2019 al 23.3% en 2020.
Este grave panorama de México exige del gobierno en turno priorizar políticas públicas educativas orientadas a garantizar la infraestructura educativa necesaria, así como las condiciones sanitarias para poder restablecer en su totalidad las clases presenciales. Combatir los rezagos educativos y desarrollar las habilidades de los estudiantes con programas de nivelación académica y de reincorporación de alumnos. Pero esto no se ve en las autoridades educativas, andan más ocupadas con preocupaciones banales, como el cambio de términos en los libros, que no combatirán los efectos de esta crisis educativa.
Es necesario que los mexicanos cada vez tengamos claros los graves problemas nacionales que nos aquejan y levantemos la voz para hacer realidad nuestros derechos, pues, como dijo José Martí "El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos en la instrucción del pensamiento y en la dirección de los sentimientos; un pueblo instruido ama el trabajo y sabe sacar provecho de él". Y para ello hay que formar, activar, cultivar las potencialidades humanas de todos los mexicanos.
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