Seguramente cuando la presente reflexión sea del conocimiento de mis escasos lectores, ya varios padres de familia, maestros y alumnos habrán tomado la decisión de retornar a clases presenciales. Pero, como las consecuencias de estas medidas serán graves y de gran trascendencia para la vida social, económica y política del país, es conveniente que sepamos si los aplaudidores de esta idea, así como los patrocinadores de la misma, están tomando la decisión correcta o, en caso contrario, deberán corregirla para beneficio de todas y de todos.
Entremos en materia. Es primordial dejar sentado que la polémica de si es correcto y necesario el regreso a clases presenciales es una falsa polémica. Nadie en su sano juicio, existiendo condiciones normales, se opone a recibir la impartición presencial de la enseñanza y de la educación en todos los niveles. Si un número elevado de estudiantes, maestros, padres de familia, académicos y ciudadanía en general, se opone a enviar a sus hijos a las aulas, es porque hay un elemento distorsionador: el Covid-19. La pandemia obliga a que se discuta lo correcto o incorrecto de la decisión gubernamental de reanudar clases presenciales, aun a costa de la vida de los educandos; o bien, a revisar si se debieran buscar alternativas distintas para resolver esta problemática.
Ponerse, como lo hace el presidente de la República, a usar “argumentos” para resaltar la importancia de la educación y del retorno a las aulas, es, en el fondo, la forma para imponer una decisión erróneamente tomada, en la que se obvian opiniones y experiencias en contrario, cuyo origen se sustenta en datos irrefutables y en argumentos incontrovertibles. Se anuncia que habrá clases presenciales “aun con semáforo rojo”, y se afirma “que se debe regresar a clases llueva, truene o relampaguee”, “que hay que correr riesgos como todo en la vida”, “que es indispensable el regreso a clases presenciales”, “que la educación es necesaria para el desarrollo del país”, “que si así no lo quieren, que no vayan sus hijos a la escuela, que no los manden”, todo esto, sólo es demagogia barata y una manera de impedir la aplicación de medidas verdaderamente científicas, probadas para resolver situación tan grave.
El presidente evade su verdadera responsabilidad en la instrumentación de una salida que, al mismo tiempo que resuelva el retorno a clases presenciales, salvaguarde la vida de millones de escolares. Esta medida principal es la vacunación universal en el país. Sobre ello nada dice el presidente de la República. Sólo nos encontramos con una actitud despótica, dictatorial, impositiva, irresponsable, que parte de la idea de “El Estado soy yo”, como dijera el rey de Francia, Luis XIV, en el contexto de la monarquía absoluta. Se soslaya conscientemente, cualquier mención a que los menores de edad deben ser vacunados, partiendo seguramente de la idea de que niños, adolescentes y jóvenes, “gozan” de cierta inmunidad, por lo que procurar su vacunación, es invertir recursos en medidas innecesarias. ¿Es cierto esto? Veamos algunos datos, dados a conocer por la prensa nacional, que pudieran arrojar luz sobre esta problemática nacional y mundial:
El Sol de México, del 26 de julio, cabeceó: “Mueren cientos de niños en indonesia”. Cientos de niños han muerto en el país asiático a causa del Coronavirus, muchos menores de cinco años, la mayor tasa de mortalidad en el mundo de acuerdo con cifras dadas a conocer el diario estadounidense The New York Times.
El Economista, con fecha 11 de agosto, afirma: Contagios por Covid-19 entre menores de edad al alza. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) indicó hace unos días, que el 67% de los contagios por Covid-19 en el país se debe a la variante Delta. El Sol de México, del 20 de agosto informó: 9 mil 400 niños menores de l4 años tienen Covid-19.
Excelsior del 24 de agosto dice: Contagios de Covid-19 se aceleraron 233% en niños al pasar de mil 613 casos en junio a 5 mil 373 en julio, según datos proporcionados por el Sistema Nacional de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, (SIPINNA), con base en información de la Secretaría de Salubridad y Asistencia.
Con estas notas queda demostrado que la tan cacareada “inmunidad en los niños, niñas y adolescentes” es, al menos, una equivocada interpretación de los datos y de la realidad que se vive. Pero todo lleva a concluir que se trata de una verdadera artimaña para, vía la exaltación de la importancia de la educación, presionar a los padres y madres de familia para que, aun a costa de la vida de sus hijos, los envíen a las aulas. De esta forma, éstos podrán salir a laborar y lograr una remuneración miserable, por un trabajo que únicamente beneficia al gran capital, pero que permite al gobierno, maquillar las estadísticas y ocultar la pobreza extrema que vivimos los mexicanos.
¿Qué opinan ciudadanos, padres de familia, organismos empresariales y oficiales, en relación con esta tétrica medida?
En El Financiero del 27 de julio se dice que, según encuesta realizada por este diario, el 62% de los mexicanos está en desacuerdo con el regreso a clases presenciales, y 6 de cada 10 mexicanos rechazan volver de manera presencial por la percepción de que los contagios van al alza. El 60% ve que el Coronavirus, en la variante Delta, aún está en una etapa de expansión y consideran que viene más contagioso.
Excelsior del 29 de julio dice: “Covid-19 sigue matando a los más vulnerables, pobreza determinante”. De aquí se concluye sin fatalismos de ninguna especie, que dado que la mayoría de niños que asisten a escuela publicas viven en pobreza, serán víctimas seguras del Covid-19. Aun así, hay oposición soterrada a vacunarlos por parte del gobierno, a pesar de conocer perfectamente bien esta situación lacerante.
El Economista del 6 de agosto informa: Frente a la decisión gubernamental del regreso a clases presenciales, el sector empresarial (COPARMEX) advirtió que la vacunación contra Covid-19 para menores de edad es la acción principal para el retorno seguro a las aulas, el cual también deberá estar acompañado con protocolos técnicos-médicos y con la infraestructura necesaria para preservar la salud de todos.
El Universal del 10 de agosto reseña: El 70% de los afiliados a la Unión de Padres de familia, califican como desafortunado y riesgoso para millones de menores y adolescentes el regreso a las aulas.
El Economista, del 19 de agosto informa: Es el peor momento para un regreso a clases presenciales en medio del pico más alto de contagios de Covid-19, advierten cuatro exsecretarios de salud.
Excelsior de la misma fecha, dice: “La Organización Panamericana de la Salud, no recomienda la reapertura generalizada de clases en México. Esto se dijo al señalar, Clarissa F. Étienne, directora de dicho Organismo, que más de dos terceras partes de las entidades en México presentan un alto riesgo de contagios, por el virus SARS-Cov2 y, en consecuencia, la capacidad de hospitalización está disminuyendo”.
La recopilación de notas transcritas demuestra sin lugar a dudas que:
Primero: La totalidad de ellas recogen el desacuerdo de gran parte de organismos y población en contra de la apertura de clases presenciales, por el peligro que para la vida de los estudiantes representa el Covid 19, fácilmente transmisible en la variante Delta.
Segundo: La totalidad de las notas manejan razones, datos, argumentos por los cuales no debe tornarse a clases presenciales sin la debida vacunación, a los 28 millones de estudiantes que conforman la población escolar.
Tercero: es una tontería creer que los niños y adolescentes están a salvo de contagios, pues los datos que manejan las notas prueban, que nadie está a salvo de morir por Covid-19. Por tanto, la única solución científica verdadera es la vacunación de la mayoría de población. En la instrumentación de esta medida la unidad de los mexicanos en la exigencia es la acción para salvaguardar la vida, no hacerlo es ir a una muerte segura. Urge tomar el ejemplo de la FNERRR, única organización estudiantil que tiene claro el problema, que lucha con decisión y entrega por el bienestar del estudiantado y que requiere la solidaridad de todos para el triunfo de la razón y el derecho.
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