El teatro, desde su origen en la Antigua Grecia, fue el instrumento para representar, mediante actores, situaciones que involucraban mitos, leyendas o ritos religiosos. Durante las ceremonias, los griegos hacían alusión a pasajes especiales (sobrenaturales) de sus deidades, además de que trataban de dar un significado sobre la vida y la muerte, las historias contadas llevaban moralejas que se aprovechaban para enseñar los principios de lealtad hacia sus dioses, familia y al gobierno, es decir, el teatro, jugaba un papel muy importante en la conducta de la sociedad.
Como todo, el teatro tuvo su evolución en los siglos siguientes, diversificando las puestas en escena, pero manteniendo su esencia de tomar situaciones de la realidad para representarlas en los escenarios, ya sea en comedia, drama o tragedia, llevando siempre un mensaje implícito, pero bien claro para quién escribía la obra.
Al ser un instrumento cultural que marca la vida, pensamiento y actuar del pueblo, no es de extrañar que la clase dominante viera en el teatro una herramienta que le permitiera controlar a la sociedad bajo sus premisas e ideologías, creando en el pueblo una idea de inferioridad que incluso él mismo llegaba a justificar.
Así, el teatro se fue convirtiendo, en manos de los poderosos, como un acto de control, muchas veces distorsionando la misma realidad, nada parecido al teatro original y clásico, donde los espectadores se deleitaban con obras escritas por grandes dramaturgos como William Shakespeare, Artur Miller, Moliere, Oscar Wilde, Pierre Corneille, Anton Chejov, Esquilo, entro muchos más.
Ya en nuestra época, donde los capitalistas tienen en sus manos el control de prácticamente todas las expresiones artísticas y culturales, es necesario rescatar la esencia del buen teatro, de ese teatro que educa al pueblo, lo hace sensible ante la cruda realidad que se vive día con día, ese teatro que pone chinita la piel al ver en cada acto, en cada actor, el reflejo de lo que cada uno vive como la pobreza, las injusticias, el odio entre los seres humanos, la lucha por sobrevivir, la marcada lucha de clases y con ello el pueblo recupere la memoria de las grandes luchas, de su papel fundamental en la transformación de la sociedad.
Hoy, retomar el buen teatro es tarea fundamental, innegable y necesario, por ello, y con el objetivo claro, el Movimiento Antorchista Nacional, a través de su Comisión Cultural, como desde hace más de 20 años, vuelve a poner en el escenario obras de grandes clásicos, interpretadas por hijos de campesinos y obreros, maestros, amas de casa, profesionistas diversos, que toman en serio la tarea de educar a su pueblo mediante pasajes históricos y que dejan el alma en cada acto, en cada diálogo para que el espectador se emocione, ría, llore, se estremezca y salga renovado, con una nueva visión de la realidad.
En esta ocasión, el XXII Encuentro Nacional de Teatro del Movimiento Antorchista Nacional tendrá lugar en la sala de conciertos Elisa Carrillo del Centro Cultural Mexiquense Bicentenario, que se ubica en Texcoco, en el Estado de México, los días 24,25 y 26 de marzo. A este gran evento estamos invitados todos para disfrutar con toda la familia de estas grandes puestas en escena.
Pero esto solo es una pequeña parte de todo el trabajo que se ha planteado hacer el Movimiento Antorchista a nivel nacional en beneficio del pueblo pobre de México, son muchos eventos culturales que año con año se realizan y que verdaderamente transforman el pensamiento y actuar de miles de mexicanos.
Hoy es el teatro, hoy hay que educarnos disfrutando de los clásicos, hoy hay que prepararnos para enfrentar todas las injusticias y las malas políticas del actual gobierno que perjudican a todos. Vamos a contemplar el arte hecho por el pueblo, para el pueblo.
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