Hace unos días, la titular de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Alicia Bárcena, reconoció que México y Centroamérica no sólo tienen que paliar los estragos de la covid-19, sino, además, la desigualdad económica que vive la región. “No solo es un problema de pobreza sino de desigualdad (….) No puede ser que unas pocas familias concentren el ingreso y la riqueza de todos estos países”.
Para reforzar dicha información, la OXFAM difundió un estudio con motivo de la celebración de la Agenda de Davos del Foro Económico Mundial, que tiene de forma virtual antes del evento presencial en Suiza, que se realizará en el mes de junio, donde señala que los 10 hombres más ricos del mundo doblaron sus fortunas durante la pandemia, mientras que el 99 por ciento de la población mundial ha visto caer sus ingresos. El conjunto de los millonarios globales ha aumentado su fortuna en unos cinco billones de dólares, el mayor incremento registrado, apunta la ONG en su informe “la desigualdad mata”.
La titular de la CEPAL agregó que la región lleva 10 años de estancamiento económico. Tan sólo en México, se tiene un crecimiento de 2.1 por ciento en la última década. Y recientemente el Banco Mundial ajustó su estimación de crecimiento para 2022 donde prevé que el país crezca 3 por ciento, mientras que para 2023, solo sea 2.2 por ciento, la mitad del porcentaje de crecimiento que el gobierno federal sigue insistiendo que tendrá. La pobreza “es para llorar a gritos”, en el 2020 había 55.7 millones de personas en situación de pobreza y la pandemia sumó más de 3.8 millones de nuevos pobres.
Las economías globales registraron, desde el año pasado, récords de alza de precios a los consumidores, situación que ha puesto en jaque a los bancos centrales y a los organismos económicos mundiales. La inflación que se registra en el mundo se detalla por el aumento del precio de las materias primas tales como madera, cobre o acero y de la energía como la gasolina, el gas y la electricidad. Sin embargo, donde se sintió con mayor crudeza el golpe de la inflación ha sido en África y en América Latina, siendo esta última la más afectada.
Para nadie es desconocido que la llamada “cuesta de enero” es más dura que la del año pasado para la inmensa mayoría de las familias mexicanas. La tasa anual de inflación de los precios de bienes y servicios es ya del orden del 7.4 por ciento, un porcentaje muy alto de acuerdo a los estándares a los que nos habíamos acostumbrado, sin olvidar que el dato más alto fue en el año 2000, cuando la tasa se ubico en 8.9 por ciento. Y esto hay que agregarle que, la inversión, tanto privada como pública, seguirá cayendo, tal y como ha sucedido desde el inicio del sexenio, lo que sin duda atraerá más desempleo, más pobreza y se ahondará más la desigualdad en el país.
El precio de los alimentos de la canasta básica son los que más han golpeado el bolsillo de los mexicanos y los productos que más han subido, en los últimos dos meses, son la carne de res, el limón, la gasolina, el pollo y el plátano. De tal manera que, el incremento que se ha hecho a los salarios de los trabajadores ha quedado anulado y ha perdido poder adquisitivo. De acuerdo a especialistas económicos, cada jefe de familia tendría que gastar cuando menos 465 pesos al día para atender sus necesidades básicas y al no contar con ellos se ven obligados a comprar productos de mala calidad y en muchos casos, el consumo de la tortilla, se esta empezando a sacrificar debido a los grandes aumentos. En conclusión, el panorama para los trabajadores del país es sumamente gris y la miseria se acrecentará aun más, aunque el gobierno morenista diga otra cosa.
Ante tal situación, lo que nos queda a los millones de mexicanos sumidos en la pobreza, es acelerar nuestra educación y organización, para crear un frente común que nos lleve a actuar de manera decisiva y nos permita evitar el desastre mayúsculo que se avecina en México y en el mundo. No hay duda es urgente la construcción de un futuro más luminoso para todos y no hay tiempo que perder.
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