Congruente con las enseñanzas de su antecesor, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, al anunciar en una de sus “mañaneras del pueblo”, presumió como algo histórico el incremento del 12 % al salario mínimo mensual para 2025, mismo que fue acordado por consenso unánime entre los sectores gubernamentales, empresariales y sindicales.
El incremento salarial aprobado sólo aplica de manera obligatoria para los empleados que ganan un salario mínimo oficial, laboren en el sector formal y estén inscritos en el Seguro Social.
“Hemos llegado a un acuerdo, un buen acuerdo. Como saben, durante todo el periodo neoliberal, lo que presumían de México en el extranjero era la mano de obra barata, eso habla de la deshumanización de esos gobiernos”, expresó.
Según la propaganda presidencial, son buenas noticias del mes de noviembre. El humanismo mexicano da resultados para toda la economía y para todas y todos los mexicanos; el objetivo en el sexenio es que alcance para 2.5 canastas básicas.
El humanismo mexicano da resultados: disminuye la pobreza y mejora la calidad de vida de las personas. Se trata de una “prosperidad compartida” que tiene por objetivo reducir la pobreza laboral.
Sin embargo, vistas las cosas con un poco más de cuidado, el incremento es raquítico, pues, en la zona del salario mínimo general, aumentará de 248.93 a 278.80 pesos diarios, es decir, 29.87 pesos, con lo cual los trabajadores sólo alcanzarán a comprar diariamente 1.2 kg de tortilla. Pero el insignificante beneficio tampoco llega a todos los mexicanos.
El incremento salarial aprobado sólo aplica de manera obligatoria para los empleados que ganan un salario mínimo oficial, laboren en el sector formal y estén inscritos en el Seguro Social.
Por lo tanto, aquellos que se encuentren fuera de este umbral no recibirán dicho aumento, como los trabajadores informales, obviamente tampoco los desocupados, los productores agropecuarios no asalariados ni los jornaleros agrícolas. En Jalisco, sólo un poco más de 12 mil trabajadores recibirán aumento en el salario mínimo.
De acuerdo con datos del Instituto de Información Estadística, Informática y Geográfica de Jalisco (IIEG), en la entidad la Población Económicamente Activa (PEA) ascendió a 4 millones 060 mil 655 personas en el segundo trimestre de 2024.
De estos, son 2 millones 054 mil 478 los trabajadores asegurados registrados en octubre de 2024, pero sólo 12 mil 841 trabajadores, o el 0.96 %, gana como máximo un salario mínimo, mientras que la mayoría de los asegurados, esto es, 1 millón 329 mil 543, el 64.71 %, tiene ingresos registrados de más de un salario mínimo y como máximo dos salarios mínimos.
El IIEG revela que, al agrupar a los asegurados de todas las entidades federativas por rangos de salario mínimo, Jalisco se ubica en el lugar catorce con 0.96 % de trabajadores que ganan hasta una vez el salario mínimo.
Guerrero y Chiapas, siendo de las entidades con menores ingresos, destacan con más empleados en este rango salarial, con el 5.81 % y 3.12 %, respectivamente.
Por su parte, Baja California prácticamente tiene un porcentaje nulo de personas aseguradas con este salario, pues esta es una de las entidades cercanas a la frontera con Estados Unidos y competitiva en términos salariales.
Con base en estos datos oficiales, las presunciones presidenciales del aumento al salario mínimo son más propaganda que resultados.
Esto se debe a que, más allá de su discutible impacto económico y social, el incremento salarial no es fruto de la lucha obrera ni de que, para arrancarlo, la constructora del segundo piso de la Cuarta Transformación haya librado una singular batalla a la clase patronal.
Los políticos cuatroteístas, cuando llegaron al poder de la nación, encontraron el camino preparado. Muchos de los avances en materia laboral fueron puestos en marcha por gobiernos anteriores e impulsados por intereses extranjeros. Académicos afirman que, a fines de 2016, dos años antes de que AMLO llegara a la presidencia de la República, bajo presión de Obama para subir los salarios al sur del río Bravo y prevenir más cierres de fábricas de autos en Estados Unidos, fue aprobada una reforma constitucional para fortalecer los derechos laborales en México.
De modo que no se ve por ningún lado el humanismo mexicano de Sheinbaum ni de AMLO. Lo peor es que el insignificante logro no es resultado de los trabajadores mexicanos. Por lo tanto, sigue faltando que los obreros se sacudan del control de los sindicatos charros y emprendan genuinas luchas por incrementos salariales para todos, luchen por la creación de empleos para todos aquellos que puedan y quieran trabajar, por mejores salarios y por prestaciones laborales como vacaciones, aguinaldos, entre otros.
Pero, más que esas conquistas inmediatas, los trabajadores mexicanos necesitan organizarse políticamente para tomar el poder de la nación en sus manos y acceder no a migajas, sino a toda la riqueza creada directamente con sus manos, para dejar de necesitar y agradecer alguna dádiva de los poderosos.
Por su número, los trabajadores son una gran fuerza y pueden hacerla valer, si se organizan y se educan.
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