No hay herramienta más importante para los partidos políticos que la comunicación. A través de ella dan a conocer su visión, misión y valores; es decir, cuál es el país que quieren construir, qué trabajos realizan para lograrlo y cuáles son los principios o valores que rigen, o deben regir, la conducta de sus militantes, la cual, en teoría, debe ser congruente en su decir y hacer tanto en el seno de la organización como en el exterior para atraer a la ciudadanía y los siga fielmente.
Lamentablemente en México no hay partido político que sea ejemplo de congruencia, pues la información, datos, ideas, opiniones, experiencias, actitudes o sentimientos que tanto en el seno de su organización como en el exterior manifiestan sus personajes más conspicuos, no se corresponden con lo que realmente son y hacen.
Los medios de comunicación constantemente dan cuenta de las peleas que se dan entre los personajes más sobresalientes, pues cada uno quiere alcanzar el poder máximo de sus partidos y, con ello, tener la posibilidad de entablar alianzas políticas con quienes más les convengan o hacer los negocios que más les generen ganancias para fortalecer su peculio.
Para ello, los interesados despliegan sus habilidades discursivas para convencer a los simpatizantes y militantes de su partido, y sobre todo a sus públicos externos, acerca de que son lo mejor del mundo, tanto en valores personales como con el talento suficiente para alcanzar los objetivos partidarios. Pero, como toda cae por su propio peso, a la vuelta de los años resulta que ni tienen tantos principios y valores y ni son tan talentosos para construir la sociedad que con su labia, y la comunicación engañosa, le pintaron a todo mundo: saben que es muy importante un discurso público políticamente correcto, aunque en los hechos hagan otra cosa.
La medalla al máximo representante de la incongruencia política, indudablemente se la gana el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y sus militantes, quienes en los discursos dicen una cosa, pero hacen otra, por lo que constantemente se ven obligados a utilizar la comunicación engañosa para mantener mareados a sus seguidores.
Los escándalos más recientes los protagonizaron el ex director de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), Santiago Nieto Castillo -hombre muy cercano al presidente López-, quien está acusado de haber adquirido casas y vehículos por un monto superior a 40 millones de pesos y la ex presidenta de Morena, Yeidkol Polevsky, quien fue suspendida de sus derechos partidarios debido a que su propio partido la acusó de haber pagado 395 millones de pesos a dos empresas inmobiliarias por servicios inexistentes.
O sea, una cosa son los discursos de López Obrador sobre la lucha anticorrupción y otra lo que hacen sus hombres y mujeres más cercanos. ¿Quién no recuerda que, en su momento, el presidente del país casi puso las manos al fuego para garantizar la honestidad, transparencia y limpieza tanto de Polevsky como de Nieto Castillo, Manuel Bartlett Díaz, Irma Eréndira Sandoval, Ana Gabriela Guevara, León Romero, Ricardo Rodríguez; su hermano Pío y su prima Felipa? Casos de corrupción que han sido perfectamente documentados, pero que el presidente descalifica y oculta.
Tras las evidencias del enriquecimiento ilícito de Nieto Castillo, el presidente López se apresuró a pedir que sea juzgado por parte de los órganos judiciales no solo para lavarse las manos, sino también para tapar el escándalo protagonizado por su secretario particular, Alejandro Esquer (quien también fue acusado de corrupción durante su paso por el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado), y la oficial mayor de Presidencia, Denis Vasto, quienes fueron captados en las cajas de un banco depositando pequeñas (ni tan pequeñas) cantidades de dinero, en una operación carrusel a todas luces con fines ilegales. “Esquer traía fajos de billetes atados con unas ligas. El sello de la casa.”, escribió en su columna del 2 de diciembre el periodista Carlos Loret de Mola.
La corrupción sigue expandiéndose por todo el círculo cercano de AMLO: el director de la CFE, Manuel Barlett Díaz, fue denunciado de que posee una fortuna 16 veces mayor a la que reportó ante la Secretaría de la Función Pública (SFP) y no se sabe de dónde el ex dinosaurio priista consigue una riqueza de 51 millones de pesos de ingresos anuales porque sus percepciones son mucho menores. Además, recordemos que a finales del año 2019 se reveló que “a través de familiares, empresas y presuntos prestanombres, el director de la CFE se hizo de un imperio inmobiliario de 25 propiedades, con un valor superior a 800 millones de pesos, y junto con sus familiares poseen 12 empresas.”
Otro escándalo de corrupción lo protagonizó la ex secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, quien era la encargada de combatir la corrupción al interior del gobierno de AMLO. No obstante, en cuando estuvo al frente de esa secretaría federal, se le acusó de haber adquirido un patrimonio por un monto superior a los 60 millones de pesos, cuando tenía un salario modesto como investigadora de la UNAM.
El caso de la medallista olímpica Ana Gabriela Guevara, directora de la Comisión Nacional del Deporte en el gobierno de la 4T, también ha sido bastante cuestionado. Tiene tres investigaciones de corrupción en su contra por un monto de 100 millones de pesos. No obstante, el presidente López también sigue dándole su incondicional apoyo.
Recordemos la corrupción, nada más ni nada menos que al hermano del presidente, Pío López Obrador y a su prima hermana, Felipa Guadalupe Obrador Olán. Al primero, se le vio en un video recibiendo dinero en efectivo de manos del encargado de la distribución de medicamentos, David León Romero. Por supuesto, la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), dirigida en ese momento por Nieto Castillo, “no encontró indicios de lavado de dinero o triangulación de recursos sobre las finanzas del hermano del presidente ni de David León.” O sea, crimen perfecto porque al frente de las investigaciones estuvo un incondicional del presidente López. Y qué tal el caso de la prima hermana del presidente, Felipa Guadalupe Obrador Olán, quien, a través de la empresa Litoral Laboratorios Industriales, ha sido beneficiada con contratos de Pemex por más de 365 millones de pesos.
El colmo de la corrupción morenista se dio al interior del Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, dirigida en ese entonces por Ricardo Rodríguez: este y un grupo de funcionarios robaron piezas muy valiosas hechas de oro, diamantes, esmeraldas, rubíes y zafiros, las cuales estaban destinadas a la subasta.
Para un gobierno que presume de lucha anticorrupción, me parece que son muchos los casos de corrupción, misma que invade el gobierno de la 4ªT. No obstante, este se hace de la vista gorda para seguir apoyando a sus incondicionales.
Los mexicanos debemos aprender a leer y escuchar con ojo crítico todas esas noticias a fin de que Morena no siga engañando y manipulando con su comunicación engañosa. En México necesitamos gobernantes de nuevo tipo, realmente honestos, que lleven a nuestro país a un desarrollo sostenido para bien de todos.
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