MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

“...es mucho mejor el territorio que el escritorio...”

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Al referirse a la visita que hizo el 11 del presente con su delegación al pueblo de Cananea, Sonora, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, dijo: “…esto (la visita) nos ayuda a todos, para tener más contacto con la gente, todos, la verdad, convivimos con el pueblo, pero es mucho mejor el territorio que el escritorio (aplausos)…”. Aquí tenemos la versión obradorista del culto a la espontaneidad, del oportunismo y del pensamiento economista, justo como aquél de Rabócheie Dielo, que la historia del movimiento revolucionario recuerda tan bien. Dicha la rimbombante frase en el tono del demagogo triunfalista que el mandatario acostumbra, pareciera que no hay duda que la experiencia, el campo de acción, la práctica, pues, (las que debemos entender como “el territorio”) son mucho mejor que la programación de los detalles, del modo y del conjunto de medios necesarios y racionales para llevar a cabo un plan; pareciera que son mucho mejor que el estudio concienzudo de la ciencia y la técnica, de la teoría y la ideología (“el escritorio”), de cuyo conocimiento profundo se requiere para que la labor precisamente práctica del hombre sea más exitosa en todos los sentidos. Pareciera, pero ha mucho que la humanidad ha superado esa estrechez de miras.

El señor López Obrador, pues, usa una frase que desprecia y minimiza la labor teórica y con ese ejemplo predica ante el pueblo con el que “convive”, enseñándole desde la más alta tribuna del país a desdeñarla. El territorio es mucho mejor que las “invenciones de los doctrinarios, que la sobreestimación de la ideología”, dirían aquéllos viejos oportunistas, por lo cual con el punto de vista de AMLO sólo le queda al hombre como única alternativa atenerse al curso espontáneo de las cosas, y más le vale no atentar contra “la existencia de lo que existe”. De donde será fácil decir a los mineros de Cananea: no permitas que los “ideólogos” traten de desviarte del camino “determinado por la acción recíproca entre los elementos materiales y el medio material”, realiza sólo la lucha “que es posible para los obreros en las circunstancias presentes” y considera posible la lucha que mantienes en el momento actual. Eso es “el territorio” obradorista: la política burguesa destinada a mantener al obrero atado, por su propia voluntad, al territorio de lo espontáneo, mantenerlo enajenado. Despreciar “el escritorio” permitirá negar la existencia de la realidad, cualquiera que sea -en lo cual AMLO es un experto-, incluso la existencia de la lucha de clases y convencer al minero, como decía en el siglo XIX aquel otro oportunista alemán apellidado Bernstein, de que ya “es inaplicable a una sociedad estrictamente democrática, gobernada conforme a la voluntad de la mayoría” y que la identifique con la 4T.

Porque téngase en cuenta, además, que el culto al territorio espontáneo lo promueve el que no busca que los obreros mineros conozcan sus intereses históricos ni su papel de clase revolucionaria, el que niega la existencia de la explotación y decreta la desaparición de un sistema filosófico, político y económico como lo es el neoliberalismo, como si se tratara de pedir una orden de quesadillas; el que no se basa nunca en la ciencia para sus determinaciones, persigue científicos que osan criticarlo; el que destruye fideicomisos de apoyo a la ciencia y al arte, el que proclama que para gobernar es necesario 90% de honestidad y 10% de conocimiento, el que cree que “gobernar no tiene mucha ciencia”. Son acciones que “encubren la despreocupación y la impotencia en el desarrollo del pensamiento teórico”, denunció un gran revolucionario.

En momentos en que la patria debe lograr que sus hijos tengan un espíritu verdaderamente crítico y con gran pujanza intelectual para entender su realidad objetiva y poder transformarla con responsabilidad, la frasecita de marras la dice quien niega la existencia de la realidad miles de veces por mes; el que tiene sus propios datos y los inventa a su gusto, quien persigue a sus críticos, quien atenta contra la libertad de cátedra de la UNAM y de las universidades y les recorta presupuestos, quien propone medallitas y amuletos para contener la epidemia de la covid-19, quien propone besos y abrazos en lugar de estrategias científicas para acabar con los crímenes, el que pone el mal ejemplo de su conducta irreflexiva ante las medidas preventivas de contagio; el charlatán que dijo que México se fundó hace 10 mil años, la dice el falsario que aseguró que ya había en México universidades e imprentas en ese entonces, 

En fin, lo dice aquél que quiere que los estudiantes de sus “universidades del Bienestar” se transformen en perfectos líderes de tradeunion o sindicatos, en gestores de 25 horas al día, es decir, en perfectos dirigentes de la política burguesa en el seno de la clase obrera mexicana, justo como él. Lo dice el que quiere que los mineros sigan esencialmente en las mismas de siempre, aunque ahora tratando de contentarlos con un dulce, como esos que se venden sueltos en las tienditas, de a dos por peso.

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