“Aquí todo va de mal en peor”, así inicia el gran Juan Rulfo uno de sus cuentos famosos, Es que somos muy pobres, en el que describe en breves palabras la pobreza galopante que crece sin cesar en una familia, y sobre cómo esta pobreza atrae otros fatales males, inconcebibles en la vida de los ricos, por ejemplo: la pérdida de una vaca, la serpentina, por la fuerza de un arroyo crecido.
Así les pasa también a los pobres de nuestros días, a veces la vida se comporta muy dura con nosotros, y a un mal, sobrevienen dos o tres de mayores proporciones.
Es el caso de los días actuantes. Los malos gobiernos del pasado fueron sustituidos por un gobierno mucho peor, con niveles récord en todo lo malo, inseguridad, salud, desempleo, inflación, defunciones por covid-19, eliminación de programas que servían a favor de los pobres, etcétera. Pero ese etcétera no me impedirá decir que, por ejemplo, uno de esos fondos era el Fideicomiso Fondo de Desastres Naturales (Fonden), que auxiliaba a los damnificados de huracanes, sismos, inundaciones, etcétera.
Ya estamos en temporada de huracanes en Baja California Sur, y como dicen las mamás, “Dios no lo quiera, llegue a pasar algo”, porque, si llega a pasar, solo nos quedarán los rezos: ¡Sálvame patroncito! ¡Sálvame! ¡Santo Niño de Atocha, socórreme!
Así y todo, la vida sigue, como gusta decir el pueblo. Es en este sentido que algunas noticias llamaron poderosamente mi atención esta semana y, quizá también sobresalten la suya. Aquí las primeras: “Continúa tormenta Javier alejándose de las costas”, y en el grueso de la nota se lee: Victor Castro Cosío pide a la ciudadanía no realizar compras de pánico, ya que el abasto de alimentos y gasolina está garantizado”; “Primeras lluvias por la depresión tropical dejaron serios estragos en Los Cabos” y, “Se hundió Ayuntamiento de La Paz; no fue por Javier, señalan”.
Todo ello por las intensas lluvias que han azotado al estado y que, seguramente, se intensificarán, dado que estamos ya en plena temporada de huracanes, un mal que afecta principalmente a los más pobres, a los habitantes de colonias populares, de pueblos y ejidos que batallan porque se destruyen sus caminos, se quedan sin luz, algunos se quedan sin techo, sin tinaco, sin casa, o lo que es peor, sin vida.
“Recibe México 12.1 millones de viajeros internacionales; 1.2 llegan a Los cabos”, un hecho sorprendente. Cifra que además de que contiene un aumento del 70 por ciento anual, representa casi el doble de la población sudcaliforniana que ha visitado nuestra península en los primeros 7 meses de este año.
Los Cabos se ha colocado en tercer lugar nacional, tiene la medalla de bronce, en cuanto a viajeros estadounidenses en dicho periodo, solo detrás de la CDMX y Cancún. Estos turistas visitan los lugares más bonitos, las playas más hermosas, los hoteles más lujosos, dejando una derrama económica por doquier que acelera la productividad, atrae inversión extranjera, mano de obra barata avenida de los pueblos más humildes de todo México en busca de una vida mejor, más digna, eso sí, vienen dispuestos a todo, a trabajar en lo que sea, con tal de llevar pan caliente a sus hogares.
Y es así como, entre lluvias que inundan El Malecón y el Ayuntamiento de La Paz (imagínese las colonias populares), sin fondos económicos ante tales inclemencias del clima, que amenazan como nunca la tranquilidad sudcaliforniana, la derrama económica está al tope, en máximos increíbles, con turistas gastando sus dólares por doquier, dispuestos a volver con más amigos y con más dólares para vivir la experiencia inigualable de nuestros centros turísticos, ¡Pero, aquí pasa algo! Hay aquí una contradicción: ¿Dónde queda todo ese dinero? En unas cuantas manos. Por eso suena increíble que cuando pedimos obras, servicios y vivienda para los necesitados al secretario de Gobierno, Homero Davis Castro, éste simplemente haga oídos sordos y ojos ciegos ante el reclamo.
Y es que, muchos de los pobres que aquí viven ni siquiera tienen tiempo (ya no digamos, dinero) para ir a la playa, ni al cine, ni para hospedarse en los hoteles donde friegan los pisos, asean las habitaciones o simplemente venden ostiones entre el arrullo de las olas.
A estos pobres nadie los representa, mucho menos el gobierno de cuarta, ni el presidentito que dice, en su cuarto informe que “vamos muy bien”, que “el pueblo está feliz, feliz, feliz”, que “han bajado los homicidios”, que “se acabó la corrupción” y puras de esas frasecitas que ya no hacen ningún sentido.
Es Antorcha la representante de los débiles, de los pobres de México, por eso urge que el pueblo se organice, adquiera consciencia y tome el poder en sus manos.
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