México produce tanta riqueza que es la catorceava nación productora de ella en el mundo, es tanta riqueza la que posee que debiera alcanzar y sobrar para que ningún mexicano se quedara sin educación en todos sus niveles, incluyendo los más elevados académicamente, por imposible que parezca.
Sin embargo, la Universidad de Sonora (Unison) rechazó en mayo, apenas celebrado el Día del Estudiante, a 38 mil 993 aspirantes a ingresar a sus aulas. Sólo admitió 9 mil 175, según las notas informativas.
“No es justo que me digan que le eche ganas para el otro año” y “Unison amplió oferta un 14% para proceso de admisión 2022” (Expreso 25/05/2022). La prensa da cuenta de la frustración de miles de sonorenses, padres e hijos, al ser rechazados por su máxima casa de estudios, tragedias verdaderas en muchos casos y un estigma con el que nadie merece vivir. Esto convierte a los miembros de todas esas familias excluidas en individuos oprimidos por el sistema capitalista que ni puede ni quiere darles educación, que en los hechos los destina al oscurantismo de luces led, que es real y más dañino que el de la propia Edad Media, los confina a esa realidad educativa que da al traste con las pocas historias de éxito personal, construidas artificialmente en las redes sociales y difundidas masivamente por los propagandistas del sistema para ilusionar a las masas populares, entre ellos seguramente muchos de los hoy rechazados, si no es que la mayoría.
Hemos sido testigos de un caso más de la opresión en que se debate la mayoría de los sonorenses, esta vez el de decenas de miles de sus jóvenes para quienes no hubo ni hay ninguna cuarta ni quinta ni transformación alguna, ni abrazos ni primero los pobres ni bienestar alguno ni construcción de ningún futuro ni esperanza de México.
Sólo hay para ellos una brutal zancadilla cuatrera que ha truncado las esperanzas de millones de jóvenes mexicanos, si acumulamos los de años pasados: una deserción escolar obligada que no aparece en los registros formales de la burguesía. El insensible sistema encabezado por López Obrador simplemente los manda al carajo, los expulsa de las escuelas superiores, los abandona a su suerte, a que se rasquen con sus propias uñas, en eso consiste su austeridad. Este es el verdadero rostro de los opresores y su no del todo malo neoliberalismo.
Y es el mismo caso en las más de 2 mil 180 escuelas de nivel superior públicas y 3 mil 163 privadas de todo el país (dato de 2017), éstas últimas más elitistas aún por su propia naturaleza (de las “Universidades del Bienestar” mejor ni hablar). Los famosos “gastos comprometidos” consisten en recortar presupuestos que permitirían incrementar la capacidad de responder a la demanda de los hoy rechazados. De lo que no puede haber duda es que AMLO y su sistema les dieron la espalda, los hoy rechazados forman un verdadero ejército nacional que clama por educación. Tengan su día de estudiantes, para que aprendan, así responde el sistema.
Tal vez a algunos rechazados muy seleccionados, los reconsidere, o AMLO les haga real lo de becarios, no sicarios, pero, en caso de que les llegara su beca sin los moches que acostumbran los intermediarios morenistas, los medios están llenos de estas denuncias, a esos posibles becarios no los deberá cegar el dinero en la mano sino que deben darse cuenta cabal de la tragedia de su pueblo y no tolerarla; además de tener en cuenta que la posible beca no les alcanzará jamás para acceder a una universidad privada: no es más que un dulcecito barato, pagado con los impuestos del propio pueblo, para quitar por un rato a los estudiantes frustrados la amargura que deja el saberse rechazado y buscar oportunistamente su agradecimiento mediante el voto.
Aquí, sin ninguna duda, decimos a este pueblo oprimido y rechazado: el mal es estructural, para su existencia propia, perdonando el pleonasmo, la opresión requiere que existan los oprimidos y requiere, por tanto, para quitarla de nuestras vidas, de transformaciones de fondo y no demagogia cuatrera, mucho menos de radicalismos desesperados.
El mismo día que se dio a conocer este golpe a los jóvenes sonorenses, en Davos, Suiza, la organización internacional OXFAM propuso, entre otros. "Un impuesto anual sobre el patrimonio para los millonarios que comience en solo el 2 por ciento y del 5 por ciento para los multimillonarios [que] podría generar 2,52 trillones de dólares al año, suficiente para sacar a 2,300 millones de personas de la pobreza, fabricar vacunas para el mundo y brindar atención médica universal y protección social para todos los que viven en países de ingresos bajos". Como el calor se transmite de donde hay más a donde hay menos, nos urge una reforma fiscal que traslade parte de la riqueza que genera la nación y que se concentra injustamente en pocas manos, a asegurar el desarrollo intelectual y educativo de nuestra juventud. Cosa que no se va a lograr porque desde que entró a gobernar AMLO fue enfático: “no habrá más impuestos”. Eso se tiene que hacer sin AMLO.
Los oprimidos deben ya levantar cabeza y empezar por lograr transformaciones básicas que transformen sus malas condiciones de vida: la reforma fiscal progresiva que Antorcha ha propuesto desde hace años para México es un propósito que deben tomar en sus manos todas las masas sojuzgadas y convertirlo en realidad. Para lograrlo deben gobernar el país.
En tanto lo logramos, hay que permanecer unidos los que ya lo estamos, y hay que integrarse los que no, jalar juntos para lograr nuestros propósitos comunes. Y mientras tanto, no nos quedemos cruzados de brazos y luchemos por quitarnos del cuello la bota que nos oprime: tenemos derecho a respirar. Por ello, dan gusto las conquistas de las luchas populares, como la continuación de la construcción de la tercera etapa de la Casa del Estudiante Sonorense, para la cual justo apenas se constituyó su comité de obra (https://fb.watch/dh0kD7IiVs/)
Ahora, hay que asegurarse de que se cumplan los plazos y se gaste debidamente. Pero, quizá lo más importante, ahora tenemos el compromiso de seguir unidos para conquistar democráticamente el poder y lograr un tipo de gobierno diferente, que mínimo haga dos cosas respecto a lo que venimos hablando: una, incremente el gasto, al nivel necesario y suficiente, destinado a las universidades para que formen y contraten a cientos de miles de más maestros e investigadores y construya muchas más instalaciones de alto nivel (no las tipo patito del Bienestar), hasta el grado de que, en esta patria nuestra, nunca más se quede nadie que quiera sin tener acceso a la educación superior y, dos, construya cientos, miles si fuera preciso, de casas del estudiante que garanticen a los oprimidos condiciones materiales para culminar su educación superior, como uno de los requisitos necesarios para acabar para siempre con cualquier tipo de opresión.
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