La gente pobre no gana nada. Todos aquellos que vendieron su conciencia política tampoco. Pero lo que sí nos deja como enseñanza es que una sociedad dividida, una parte más consciente que no se cree las promesas de los políticos en la efervescencia de las campañas, y la otra que lamentablemente sí, se ve atrapada por promesas que son presentadas como el remedio para los males que afectan y lastiman a la población, como la pobreza, la marginación, la inseguridad, la violencia, en fin, los problemas que nos invaden y nos agobian.
En las colonias sigue habiendo inundaciones, baches, fugas de agua, calles y avenidas sin luz, falta de agua potable, de luz eléctrica, falta de vivienda y, entre lo más importante y que pide a gritos la ciudadanía, la falta de seguridad por todos lados, pues ya nada es seguro para los mexicanos.
Hay una sociedad dividida: una parte más consciente que no se cree las promesas de los políticos en la efervescencia de las campañas, y la otra que lamentablemente sí.
El país no está bien orientado y menos bien gobernado. En semanas pasadas se llevaron a cabo las elecciones en nuestro país para los principales cargos públicos, lo que permitió a los ciudadanos elegir a sus gobernantes. Pero ni con todo lo visto, aun con los gobiernos morenistas, pude meditar más a quién le concedía el voto o analizar por lo menos qué candidatos representaban los partidos en los distintos cargos, lo que llevó a la mayoría de la población a caer en el peor error: darle su voto a personas que sólo buscan enriquecerse aún más de todo lo que con tanto esfuerzo pagamos en nuestros impuestos. Nuevamente se dejaron llevar por el fenómeno en turno, que es el Gobierno del “cambio”, conformándose con las dádivas que les dan para mantenerlos conformes y no pedir ni exigir explicaciones al gobierno. Por tanto, deberán aguantar otros tres o seis años más para caer en la realidad de que sólo fueron promesas de campaña y ahí se quedarán como promesas.
Quizá deberíamos preguntarnos qué más espera el ciudadano ver para reaccionar ante un sistema de Gobierno que solamente permite a los que más tienen explotar a la clase obrera y trabajadora, a los campesinos, arrebatarles sus tierras y cosechas; a los ciudadanos, pagar altos costos de sus servicios básicos para subsistir.
A miles de jóvenes, ese Gobierno los deja sin oportunidad de continuar con sus estudios, de acceder a un buen servicio de salud, a una educación de calidad, a la rehabilitación de cientos de escuelas.
Asimismo, impide crear más empleos bien pagados, dar facilidades para obtener vivienda a quien no la tenga, a tener seguridad en todas las calles y carreteras del país, a tener un transporte digno, etcétera.
Podría llenar páginas enteras con tantos problemas, con todas las carencias y abusos a los que son sometidos millones de mexicanos.
Por lo que podemos decir que quienes ganan las elecciones son los dueños del país; solamente ellos son quienes se enriquecen más, quienes se acomodan en los mejores puestos públicos y, además, con los mejores proyectos de construcción de obras públicas del Gobierno, sin entrar a una licitación como lo marca la ley.
Está más que claro que no podrán sostener por mucho tiempo las dádivas que dan a la gente, ya que el país está más endeudado y llegará el momento en que tendrán que cancelar las tarjetitas con las que engañan a la gente, y entonces el efecto pasará.
Lo que no sabemos es si aún estaremos a tiempo de salvar al país. Esa es la gran interrogante. Por nuestra parte, como parte activa de una organización genuina y con principios, como lo es el Movimiento Antorchista, que este año cumple 50 años de trabajar arduamente en favor de los más pobres de nuestra patria, seguiremos luchando para que nuestro país mejore.
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